¡Qué par de mujeres!

Por: Daniel Céspedes Góngora

Patsy y Loretta (2019)

Recuerdo que la primera vez que escuché a Shania Twain fue a través de las ondas electromagnéticas de la radio. Una estación extranjera presentaba su sencillo You’re Still the One y, sin entender del todo la letra, me sedujo la melodía y la voz de la intérprete canadiense. Luego la vi en el video de la pegajosa canción That Don’t Impress Me Much, de declarado género country. Un amigo me dijo que la Twain se había ganado el calificativo de “la reina del country”. Pero, hasta donde mi escaso saber musical me guiaba, le rectifiqué que ese alias ya se lo habían otorgado a Dolly Parton. Tal vez oíste algo parecido, le dije. Pasado los días, me vio para asegurarme que, en efecto, había escuchado mal: Shania Twain es “la reina del country-pop”.

De la Twain he vuelto a saber bien poco. Acaso porque se ha impuesto Taylor Swift, quien no me acaba de gustar. Y, aunque cada una ha tenido muchos momentos de fama, las dos juntas no superan a Patsy Cline (1932-1963). No creo que sea así solo porque la Cline poseyera un mayor registro vocal, sino porque murió joven, cuando su música iba en indiscutible ascenso. Patsy supo cómo trabajar una imagen para seducir al (y en) el mercado. Pero se cuidó de ser, hasta donde pudo, una cantante de respeto. Gozó poco su período de icono viviente para concederle a la posteridad la creación de la leyenda.

Recuerdo cuando la asumió en el cine la magnífica Jessica Lange, quien doblándola en las canciones, procuró dar y lo logró en Sweet Dreams (Karel Reisz, 1985) a la artista imponiéndose por su talento, la esposa incomprendida  y la madre sacrificada. Ahora la directora Callie Khouri, quien tiene un premio Óscar por su guion de Thelma y Louise (Ridley Scott, 1991), presenta Patsy y Loretta (2019), cuyo cartel lo aclara bien: “Amigas primero, iconos en segundo lugar”. Sabemos mucho o poco de la intérprete de Crazy, pero olvidamos que Loretta Lynn le sobrevivió para destacarse como otras de las grandes voces de la música country.

La estructura simultánea de Patsy y Loretta inicia con el avance de la Cline y la frustración de la Lynn, madre de cuatro hijos. La última ha deseado ser siempre cantante, pero las circunstancias no se lo han permitido. La primera es una excelente referencia para la segunda. Loretta parece anunciar, si bien en menor escala, el futuro de Patsy. No obstante, ya sabemos, cómo la desdicha se impuso cuando se estrelló el avión en que volaba Patsy el 5 de marzo de 1963.

Con esta amistad casi desconocida por todos, Callie Khouri se saca un as debajo de la manga para sustentar una trama de progreso personal sin el empuje masculino de las versiones de Ha nacido una estrella. Para asumir tan notables figuras llama a Jessie Mueller, que encarna a Loretta Lynn y Megan Hilty a Patsy Cline. Es increíble cómo por maquillaje y caracterización Hilty se parece mucho a Cline. Ambas actrices son estrellas de Broadway y esto es un punto en favor de una película destinada a la televisión.

Atender a los hijos, salir del espacio hogareño, enfrentar a esposos impulsivos… a fin de probar si se está en la vocación correcta y superarse, es cuanto enfrentan estas dos mujeres que, para su época, fueron osadas por ir a contracorriente. “¿Qué es lo que deseas?”, le pregunta Patsy a Loretta tras conocerse. “Quieres ser cantante, ella también la contesta”. Si la película careciera de las vicisitudes verídicas, de seguro su conflicto hubiera incurrido en una esperada rivalidad entre ambas cantantes: la artista establecida y la que está empezando. Por suerte, estamos en la selección de aquellos acontecimientos relevantes que consolidan una amistad auténtica por el respeto mutuo.

El arte y sus creadores, así se subordinen al reality film, deberían propiciar la reconstrucción de una imagen personal según quien la observe. Gracias a las diferencias de públicos, las películas, por lo general, despliegan más de un punto de vista y una atmósfera. De ahí la multiplicidad de la imagen de acuerdo a la mirada del espectador.

Una biografía escrita o una película biográfica (biopic) revelan los pormenores más sobresalientes de una vida. A medida que los sucesos se enlazan por cuanto se cuenta, tienen que dejar una suerte de aberturas –no descuidos imperdonables– para que el espectador note por intuición y razonamiento otros matices e intenciones. El todo en virtud de sus partes. En este sentido, Patsy y Loretta es un largometraje abierto a varios comentarios sobre el papel de la mujer, la importancia de la vocación, la amistad, el compromiso pluritemático en un país confrontado consigo mismo al arrancar los años sesenta. Sin embargo, ambas cantantes no tuvieron ni la más mínima sospecha de los numerosos cambios sociopolíticos y culturales que estaban por ocurrir. Patsy Cline apenas los intuyó. Loretta viviría para contarlos.

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