Como un grito de Tarzán cuando encontró a Chita fue el bramido que me despertó esta mañana ¡Llegaron las papas!, le comunicó una vecina desde la calle a otra que se encontraba en su balcón de un tercer piso. No se hizo esperar una voz a mi espalda que me dijo: ¿oíste eso?, tírate ya que hacen falta en nuestra cocina. Vivo con personas de riesgos en tiempos del Covid – 19, así que salir de casa, inevitablemente, me toca a mí.
Luego de la rutina mañanera, protegido y con la mochila al hombro, tomé mi cámara fotográfica y me dispuse a partir. Organicé mi hoja de ruta para tener que salir una sola vez, así cumpliría con la mejor de las vacunas en este tiempo de pandemia, el distanciamiento social. Primero las papas, luego la farmacia y por último la panadería. Puse el pie en la acera convencido de que en breve tiempo comenzaría a encontrar imágenes irresponsables que me permitirían después escribir sobre ellas. En pleno corazón del barrio de Los Sitios eso sería “pan comido”.
En las primeras cuatro cuadras me tropecé con pocas personas, todas con su nasobuco. Al llegar al mercado me encontré con una cola de siete personas, algo raro a las nueve de la mañana, todas protegidas y manteniendo una distancia adecuada. Por más que traté de encontrar una brecha fotográfica no apareció. Compré mis papas y llegué a la farmacia, algo raro está pasando en mi barrio, cinco personas alejadas unas de las otras, ninguna hablaba entre sí y separadas exageradamente. Aquí tampoco me pude llevar una imagen de impacto, pero aún me quedaba la reina de las colas de mi zona y eso me daba mucha seguridad. Al llegar a la panadería sufrí la mayor decepción de la mañana, la cola era corta, no faltaba un nasobuco en cada cara, solo iba al mostrador una persona y la separación sobrepasaba el metro entre las personas. Otra vez me iría en blanco, no había podido tomar hasta el momento un fotograma digno de análisis.
Parafraseando a un popular narrador deportivo, salí de la panadería cabizbajo, compungido y meditabundo, como el pelotero que se ponchó. Hoy regresaba a casa con todas las encomiendas, pero sin una foto que valiera la pena. De pronto, como un soplo del Espíritu Santo algo le dijo a mi subconsciente: ve tranquilo y da gracias a tu bendita frustración de hoy. Fue entonces que comprendí que esta mañana había tomado las mejores imágenes de los últimos días.
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