“De la eucaristía diaria he hecho mi verdadera fortaleza”

Por: Yarelis Rico Hernández

Padre Yosvany Carvajal Sureda
Padre Yosvany Carvajal Sureda

Ser guardianes de almas es, de por sí, oficio de grandes; de seres a los que acompaña la más sublime de las profesiones, el magisterio de la humildad. El sacerdote es misionero y es también testigo del evangelio. Con esa seguridad, hace más de veinte años un joven habanero decidió emprender la carrera para ser cura. Definió su vocación desde muy temprano; y si algo, aparte de una motivación divina, estimulaba su decisión, era el deseo de sembrar la semilla de la fe en una sociedad donde la educación y la propaganda ateas atravesaban la realidad de un pueblo que demandaba cada vez más de una espiritualidad motivadora y liberadora. En medio de esa realidad, los cristianos sorprendían por su coherencia de vida y servicio.

Hoy el padre Yosvany Carvajal Sureda celebra su aniversario veinte como sacerdote. Es párroco de la Santa Metropolitana Iglesia Catedral de La Habana y rector del Centro Cultural Padre Félix Varela, un sitio donde se apuesta por el diálogo con la sociedad, con el arte y la educación. A propósito de estas dos décadas de sacerdocio, Palabra Nueva conversó con este querido sacerdote, a quien le acompaña un decir pausado y certero.

Con un emotivo “¡Padre, te voy a extrañar!”, dicho de manera pública, usted se despidió hace un año del cardenal Jaime Ortega. ¿Qué valores mediaron su relación con el recordado cardenal? A veinte años de su ordenación sacerdotal, ¿cómo le evoca en su formación como sacerdote y en el ejercicio de su ministerio?

“Creo que la expresión ‘padre’ indica esencialmente la relación que existió entre el cardenal Jaime y yo. Fue ante todo un padre para mí en cuanto fue el obispo que había conocido hasta entonces, el que me aceptó en el seminario, me envió a estudiar a Roma todos los años de Teología correspondientes al seminario, y luego, ya como sacerdote, la especialización en Teología Bíblica. Recuerdo que, siendo un adolescente, en la sacristía de la catedral, me preguntó si me había cuestionado la posibilidad de ser sacerdote.

”Me ordenó siendo yo muy joven, apenas veinticuatro años. Al año de estar trabajando como vicario parroquial en la zona Este de La Habana, junto a Mons. Jorge Serpa, me pidió que asumiera la catedral, viviera en el Arzobispado y fungiera como secretario. Los momentos que viví junto a él fueron muy interesantes y cargados de anécdotas. Aprendí mucho al observar cómo realizaba su trabajo pastoral, emprendía iniciativas y asumía también sus preocupaciones. Poseía una visión muy aguda de la situación sociopolítica de Cuba y una tremenda capacidad para interactuar con las autoridades, siempre tratando de buscar el bien de la Iglesia y del pueblo. Lo vi sufrir la incomprensión dentro y fuera de Cuba, pero seguía actuando sin desanimarse. Mi relación con él siempre se caracterizó por ser muy humana, llena de enseñanzas magistrales, consejos, regaños, aunque también pude manifestar con libertad mis desacuerdos sobre algún tema en específico o diversidad de opinión respecto a la suya. Siempre pedí su consejo y obedecí lo que me aconsejó hacer en mis trabajos pastorales. Creo que, al despedir a un hombre como él, que pastoreó la Iglesia habanera por tantos años, y con quien pude confrontar mis ideas e iniciativas, era lógico que dijera aquella mañana de domingo en su misa de funeral: ‘Padre, te voy a extrañar’”.

En algún momento (y esto lo sé porque el propio cardenal me lo dijo) le pidió al entonces arzobispo de La Habana, Jaime Ortega, quien lo veía demasiado cargado con diferentes y variadas obligaciones, que, por favor, no lo quitara como párroco de la catedral, que si algo disfrutaba era ser párroco. ¿Sigue pensando igual?

“Mi respuesta es sí, claro que sí, y con el pasar de los años creo que seguirá siendo un sí mi respuesta. Lo propio del sacerdote es el trabajo pastoral, estar en la parroquia con la gente. Para eso somos llamados y para esto somos enviados, para servir al pueblo de Dios: administrando los sacramentos, escuchando el sentir de la gente que viene a la Iglesia, y también la que se queda en la puerta y no entra. Me refiero a esas personas que, al decir del Papa Francisco, están en las periferias existenciales.

”Los años de ateísmo en Cuba y la interpretación que hacen algunos de la palabra laico para referirse al Estado y a sus instituciones –creo que el término laico ha sido tomado en ocasiones como sinónimo de ateo–, ha desarrollado en no pocos párrocos cubanos una manera muy actualizada y creativa de presentar el proyecto de vida que trae Jesucristo al hombre de estos tiempos. Esto es una tarea desafiante, pero muy interesante en el trabajo pastoral. Debo decir que en mi caso me ha tocado trabajar en la creación del Centro Cultural Padre Félix Varela, cuya labor, en ocasiones, no ha sido comprendida ni fácil de ejercer, como es la formación académica de jóvenes creyentes y no creyentes que aquí estudian.

“En Roma se me ha pedido dedicarme a tiempo completo a las labores académicas del Instituto, pero al tener toda la carga de obligaciones en el Centro y la Catedral, el cardenal Jaime me preguntó qué hacer, cómo pensaba yo, a lo que respondí que todo lo que hasta ahora he hecho en el Instituto en verdad cualquier laico pudiera hacerlo, pero el trabajo en la parroquia es lo propio de un sacerdote, es lo que mejor sabemos hacer, pues para eso recibimos el orden sagrado. Además, con la escasez de sacerdotes en Cuba no podemos dedicarnos a una sola tarea pastoral. Todos somos conscientes de esto. Ya quisiéramos poder funcionar como se hace en otras partes, pero mis hermanos sacerdotes atienden muchas comunidades a la vez, como me tocó hacerlo por donde he pasado. ¿Cómo podría un cura estar a tiempo pleno en lo académico y abandonar la pastoral? Sería, además de contradictorio, una falta de caridad con los sacerdotes. En todo siempre tiene la última palabra el arzobispo y gran canciller del Instituto, Mons. Juan García; a él obedezco”.

¿Se considera un hombre de profunda vida espiritual? No me luce un sacerdote muy apegado a repetir fórmulas para orar. ¿Ha sido la oración su mayor fortaleza?

“Me parece oportuno que me hicieras esta pregunta en esta celebración de aniversario sacerdotal, porque me ayuda a poner en palabras escritas algo que siempre es muy difícil de hacer, y más cuando se habla de uno mismo, a lo que hago un poco de rechazo. Pero recuerdo que siempre fue una insistencia por parte de mis formadores la importancia de la vida de oración y el cuidado de la espiritualidad para un sacerdote.

”Puedo decirte que mi vida espiritual y la vivencia de la oración personal han venido fortaleciéndose con el paso de los años. En estos veinte años miro hacia atrás y doy gracias porque no me ha faltado nunca la eucaristía, ya sea aquella celebrada en las comunidades por donde he pasado en mi trabajo pastoral, como la que celebro diariamente y de manera más consciente en estos últimos diez años como párroco de la catedral y rector del Centro Cultural. De la eucaristía diaria he hecho mi verdadera fortaleza, aunque no tenga muchos fieles presentes. Algunas veces he tenido que celebrar la misa solo. Gracias a Dios, diariamente me acompañan fieles y empleados, y en este último año se sumaron las hermanas Carmelitas de San José, si bien asistían todos los domingos desde que llegaron a Cuba. Todo el trabajo cotidiano lo pongo en el altar y en mi oración diaria en la Liturgia de las Horas que realizo antes de bajar a celebrar la santa misa y en otros momentos del día, sobre todo en la noche.

”He tenido que encomendar mucho mi trabajo pastoral en el Centro Cultural y pedir a Dios su ayuda para hacer lo correcto. Al menos esa ha sido la intención. Lo que más pido al Señor es el discernimiento. Es de las cosas más necesarias en todos los tiempos. Recuerdo que cuando estaba en mis años de Seminario en Roma solíamos tener unas conferencias espirituales a las cuales no les veía mucho aporte en la vida concreta de un formando, y fui a ver a otro confesor y director espiritual quien me acompañó todo ese tiempo. Es un excelente teólogo jesuita y profesor de la Universidad Gregoriana a quien agradezco siempre que tengo la oportunidad de encontrarlo, cuando me toca ir a Roma. De ahí que, como bien tú dices, no soy dado a frases espirituales ‘plasticadas’, o a dar a la vida espiritual dimensiones melodramáticas. Voy a lo que tengo que hacer, trato de hacerlo bien, y me encomiendo en mi oración diaria al Señor. He aprendido de mis aciertos y desaciertos. Por mi carácter, quizás no soy propenso a expresar sentimentalmente mi vida espiritual y mucho menos bañarla con ciertos tonos melifluos. Algunos amigos me dicen que tiendo a ser más bien cerebral.

”Decidí estudiar Teología Bíblica, cuando el obispo me preguntó en qué me gustaría especializarme. Doy gracias por dejarme escoger. El estudio de la Sagrada Escritura, más allá del sufrimiento que entraña el aprendizaje del hebreo y el griego, ha sido y continúa siendo, un elemento importante en mi vida de oración. La preparación de la homilía y la exégesis en el ejercicio de la docencia me ayudan a vivir mejor esta dimensión indispensable en la vida de un sacerdote. Pido al Señor que siga siendo así cuando celebre, si es su voluntad, los veinticinco años de ordenado. La vida espiritual nunca es un producto acabado, sigo aprendiendo y me gustaría con el pasar de los años seguir tratando de ser fiel”.

En algún momento usted afirmó que la Iglesia siempre tendrá algo que decir y algo que aportar. En medio de una situación extremadamente difícil para el pueblo cubano, ¿qué le dice la Iglesia a ese pueblo? ¿Qué puede aportarle en medio de tanto sufrimiento y desorientación? ¿Hasta qué punto el sacerdote está comprometido con el bienestar de las personas?

“La Iglesia siempre tiene algo que decir y que aportar en relación con los problemas que atañen a la humanidad. Así lo fui aprendiendo por el testimonio de los obispos cubanos en estos años. Es así como permanece fiel a la misión que ha recibido de Cristo de anunciar a toda la creación la Buena Nueva. Lo hace de un modo que le es propio y con un lenguaje inspirado en el Evangelio. El punto de partida de esta misión está en el principio de Encarnación: Cristo se hizo hombre. Siendo verdadero Dios y verdadero hombre, nada que tenga que ver con lo humano le es ajeno a la Iglesia.

”Cuando se lleva el mensaje de Cristo al mundo se incluyen también las cosas públicas del mundo. En este empeño por servir a todos, la Iglesia elimina el riesgo de identificar la fe con una forma determinada de pensamiento, ya sea económico o político. El Evangelio contiene verdades y valores que pone a disposición de todos, pero no da una respuesta concreta a cada uno de los problemas de la política y la economía. Esto es a lo que el Concilio Vaticano II se refiere cuando habla de la ‘autonomía de las realidades terrenas’, que dicho sea de paso, esta autonomía no es absoluta. Es posible interpelar a todos para que no nos hagamos sordos a esa ley moral fundamental inscrita en la naturaleza misma del hombre. Esto hace posible que la Iglesia pueda ser un espacio libre donde reine la fraternidad y la reconciliación entre todos, aunque piensen de forma distinta.

”Ante esta situación mundial que estamos viviendo, la Iglesia en Cuba reconoce como un bien, al menos así lo percibo, el trabajo que han realizado las autoridades de Salud Pública para salvaguardar la salud de todos los cubanos ante esta pandemia que ha causado tantas muertes. Cuando envía un mensaje en esta crisis social y económica que se extiende a nivel global, la Iglesia apela a la esperanza cristiana. La Iglesia no tiene otra fórmula que esta confianza en la Providencia y de igual manera exhorta al compromiso social que tiene todo hombre y mujer en la búsqueda del bien común. De la esperanza brota toda la inspiración de la Iglesia cuando envía un mensaje a los fieles y a todos los hombres de buena voluntad. Yo, como quien gusta de la Sagrada Escritura, pienso en este momento en el Sermón de la Montaña (Mt 5-7), pues de ahí podemos tomar los criterios necesarios para hablar y reclamar la justicia y exaltar lo mejor de las personas, también de las no cristianas. Es un sermón para toda la humanidad. Es el texto bíblico más comentado por teólogos, juristas, sociólogos y políticos.

”La Iglesia constata que el sufrimiento humano es similar en todas las épocas, lo que varían son sus causas. Ante esta realidad que vivimos los cubanos, propone el mensaje de Cristo que siempre es el mismo, La Regla de Oro: ‘Trata a los demás como querrías que te trataran a ti’. O en otro sentido e igual significado: ‘No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti’. Yo apelaría a esto, en primer lugar, ante el desánimo, la desesperación y la agresividad que se está viviendo en las calles para obtener los alimentos necesarios y también en los jóvenes a la hora de divertirse. La Iglesia insiste en el papel que juega la familia en la sociedad, y la defiende ante los ataques de las ideologías de moda, ya que en ella se proporciona el equilibrio psicológico y afectivo, así como los valores necesarios para salvar a los jóvenes de cualquier peligro, ya sea el de caer en la delincuencia, o el de dejarse arrastrar por las drogas o por el alcohol.

”La Doctrina Social de la Iglesia es el catecismo mismo llevado a su forma social. En ella se enfatiza en el valor de la dignidad humana abogando por salarios justos, dignos y por condiciones laborales más humanas. Esto es un tesoro de enseñanzas de la Iglesia y debe ser conocido por todos los fieles. Pero cuando he dicho que la Iglesia tiene siempre algo que aportar, quiero también subrayar que no es que tenga que pronunciarse siempre con documentos magisteriales, porque problemas hay muchos siempre. Se puede iluminar la conciencia, pero también aportar con la caridad concreta. La Iglesia ayuda en estos momentos de crisis con sus proyectos, como los que tiene Cáritas: los comedores para ancianos, las guarderías y otras obras asistenciales. En el plano de la promoción humana tiene aportes que pueden ser de gran ayuda para el crecimiento económico, como son los proyectos de acompañamiento al sector no estatal, o a pequeños empresarios conocidos en Cuba como cuentapropistas. Siempre desde la ética social de la Iglesia y fomentando la responsabilidad empresarial.

”En estas iniciativas, la figura del sacerdote es importante, pues conoce a su pueblo, lo consuela con la esperanza y sabe dónde están las mayores necesidades, ya sean estas materiales o de promoción humana. La Iglesia no tiene la primera ni la última palabra en todo, al decir del gran arzobispo Mons. Adolfo Rodríguez, pero confía en aquel que la tiene: Jesucristo. Quiero, para concluir, tomar prestadas las palabras pronunciadas recientemente por el superior general de los Jesuitas, el P. Arturo Sosa, pues me parecen iluminadoras: ‘…en la crisis de la Covid cuidemos también la democracia, esta es una ocasión magnífica para reforzar la fraternidad. Es fundamental la brújula orientada sobre el bien de todos’”. Ω

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