Estamos ya en el octavo mes del año lidiando con la Covid-19. Hubiéramos querido vivir todo este tiempo en una cápsula, en una cámara hiperbárica, en hibernación, y salir afuera solo cuando todo pasara. Pero han sucedido tantas cosas en la aldea global en estos siete meses… Y qué es la vida sin la experiencia del día a día, de lo que acontece y nos acontece.
Por muy aislados que estuviéramos, no podíamos estar sin escuchar el latir del mundo, las múltiples historias, desde el origen y la propagación del nuevo coronavirus y el seguimiento a la crisis sanitaria, hasta los efectos sociales por la asfixia de un afroamericano por un policía en Minneapolis. ¿Acaso no es todo un solo relato?
En la Isla no hemos estado ajenos a los sucesos de afuera, pero también adentro han pasado cosas. Y para todo hay criterios y posicionamientos que provocan desencuentros y choques cuando aflora la intolerancia, las voces que gritan más alto porque quieren ser las únicas escuchadas, las que se creen portadoras de la verdad.
Palabra Nueva ha querido compartir las expresiones de un grupo de voces diversas para ofrecerlas a sus lectores como una muestra de las experiencias personales y colectivas que se han vivido en este año bisiesto tan peculiar y asombroso, este veinte-veinte convertido en cuarent(en)a.
Hemos solicitado a esas personas que nos narren sus vivencias en estos siete meses, cómo han transcurrido sus días, de qué manera han enfrentado los desafíos y qué lectura hacen de lo acaecido, cuáles son sus ideas al respecto.
La vida es el mayor y más perfecto emprendimiento que debemos preservar
por Caridad Luisa Limonta Ewen
Después de esperar el advenimiento del año 2020 en familia y desearnos las mejores cosas, miré el cielo miamense, lleno de luces y fuegos artificiales, y por las noticias que escuché sobre la Covid-19 y sus estragos en la lejana China, oré al Dios Todopoderoso por la sanación de los enfermos y el control de lo que ya se anunciaba como pandemia.
De retorno a casa nos mantuvimos informados. Si bien veía la crisis alejada de nuestra realidad, una premonición me hizo comentar a mis colegas de trabajo. “Queridas, por lo visto nos espera ardua tarea, vamos a tener que coser nasobucos”.
En el mes de febrero, un amigo italiano me comentó el caos de Italia. España, y otros países del primer mundo daban cifras escalofriantes de infectados y muertos. En la segunda quincena de febrero, PROCLE, pequeña empresa particular que dirijo, comenzó la producción de nasobucos, los cuales pronto comercializamos con clientes fieles a nuestra línea, quienes entendieron la necesidad de usar este accesorio. Todavía en el país no se emitían medidas al respecto.
Como primer paso, echamos mano a los tejidos de lento movimiento. Nos percatamos de que teníamos bolsitas de dril que valía la pena transformar en nasobucos. Metidas de a lleno en la producción y motivadas por la fuerte demanda que se generó, tomamos de nuestros escaparates sábanas y ropa que no usábamos y… ¡a coser más nasobucos!
Tras el cierre de contratos con los primeros clientes, cumplir con las entregas y haber comprado sábanas en las tiendas para continuar con la producción, fue que Cuba declaró la cuarentena. Con pedidos pendientes, no hubo otra opción que subcontratar el servicio de otras costureras en sus domicilios, una práctica que en otras oportunidades ya habíamos asumido. Fue como una segunda oleada productiva: de nuevo a cortar, coser, recoger y entregar.
Sin duda, este confinamiento sacó a la luz la mujer de fe, guerrera, humana, emprendedora y resiliente que hay en mí. Muchas veces me hallé haciéndome la misma pregunta: ¿qué mensaje me está dando Dios con esta paralización global, por qué mueren tantos sin distinción, por qué golpea más a unos países que a otros? Solo percibí un mensaje de su parte: sacar de cada uno lo mejor. Reanimar valores como la solidaridad, la responsabilidad, la empatía… Todos estos sentimientos se unieron para decidir donar nasobucos a clientes de la tercera edad y enfermos, instituciones de servicios y hermanos de la fe, vecinos, amigos de PROCLE. Luego continuamos cortando tela en casa y transformando bolsitas en nasobucos. Estas últimas hubo que desmontarlas manualmente. De alguna manera, el trabajo se compartió y la solidaridad surgió también como una vía de apoyo para poder pasar los días de abril, cuando apenas cumplíamos el primer mes de retiro. Durante esta etapa ayudamos con alimentos al amigo que por la pandemia se quedó varado en la Isla.
Por otra parte, es incuestionable cómo las redes sociales se convirtieron en elemento vital para llegar a un mayor número de personas. Con la ayuda paciente de los jóvenes de CubaEmprende nos involucramos en la celebración del aniversario de este proyecto y descubrimos las potencialidades del comercio e intercambio digital en cuanto a crear y fortalecer alianzas con otros negocios, conocer nuevos emprendimientos, novedosos, estratégicos e interesantes.
Indiscutiblemente, dentro de la crisis de la pandemia, siempre hemos visto esperanza. Se pueden hacer muchas cosas, el mundo se puede detener, pero la obra más perfecta, que es de Dios, se sigue reinventando para continuar.
Actualmente, seguimos trabajando para algunos clientes. Abrimos el taller un día a la semana, previa coordinación con los interesados. En mi caso, como formo parte del grupo de alto riesgo, se determinó, de manera colegiada, aliarnos con otro emprendedor. Él vive en Centro Habana, apenas a unas cuadras de nuestro proyecto, y con su seguimiento y trabajo ha mantenido la vitalidad del mismo. Hoy estamos produciendo prendas de vestir por encargo, arreglos por demandas y nasobucos.
Ha sido un período fuerte, pero no ha faltado tiempo para alentar, por vía telefónica o a través de Internet, la participación en los devocionales de mi comunidad evangélica. Cada día llevo palabras de aliento y vida a hermanos cercanos y distantes y comparto con placer el pan del día con vecinos necesitados. En medio de esta realidad, agradezco a Dios por todo lo que me ha dado a pesar de la crisis. Él ha preservado mi vida, la de mi familia, la de seres queridos, amigos y la de nuestra bendita tierra.
De alguna manera mi experiencia durante este tiempo está recogida en una entrevista que me hiciera la revista El Toque, la cual se sumó a los comentarios de aliento que recibí durante el 8vo. Aniversario de CubaEmprende, al lanzamiento en Nueva York de un libro con parte de mi historia de vida y a mi participación en el panel online “Último jueves de la revista Tema”. Todo ello nada que ver con populismo, sino con mi deseo de agradecer a Dios por las tantas bendiciones recibidas cada día.
Enfocados en las soluciones, motivados y agradecidos, podemos salir adelante y visualizar, claramente, lo que nos está revelando Dios con todo esto.
No hay distinción de personas; la Covid atrapó la vida de ricos y pobres, altos bajitos, negros, blancos… La vida es el mayor y más perfecto emprendimiento que debemos preservar.
Si pasaste esta crisis, busca en qué áreas de la vida puedes trabajar con fe, sin afán de protagonismo y con gran creatividad, pues no hay dudas de que juntos podemos hacer grandes cosas. Ω
Caridad Luisa Limonta Ewen (La Habana 1956), estudió ingeniería en Kiev (antigua URSS). Fundadora del Proyecto PROCLE, emprendimiento privado familiar de confecciones textiles. Trabajadora por cuenta propia en la especialidad de modista sastre. Decidió dedicarse completamente a la costura, cuando en el 2008 su corazón le impuso dejar atrás su vida laboral en instituciones estatales.
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