Quinto Domingo de Pascua

Por: padre José Miguel González Martín

Palabra de Hoy
Palabra de Hoy

15 de mayo de 2022

Hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios.

“Mira, hago nuevas todas las cosas”.

“Como yo los he amado, ámense también unos a otros”.

Lecturas

Primera Lectura
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 14, 21b-27
En aquellos días, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquia, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios. En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Y después de predicar la Palabra en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían encomendado a la gracia de Dios para la misión que acababan de cumplir.
Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe.

Salmo
Sal 144, 8-9. 10-11. 12-13ab
R/. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi Rey.
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. R/.
Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad. R/.

Segunda Lectura
Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1-5a
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe.
Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.
Y oí una gran voz desde el trono que decía:
“He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el ‘Dios con ellos’ será su Dios”.
Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido.
Y dijo el que está sentado en el trono:
“Mira, hago nuevas todas las cosas”.

Evangelio
Lectura del santo Evangelio según San Juan 13, 31-33a. 34-35
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:
“Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros; como yo los he amado, ámense también unos a otros. En esto conocerán todos que son discípulos míos: si se aman unos a otros”.

Comentario

Seguimos celebrando la Pascua del Señor, su victoria sobre el pecado y la muerte, su resurrección a la vida nueva y eterna. Y en este quinto domingo de Pascua la Palabra de Dios de nuevo nos ofrece luz para el camino y pautas para la vida.
En la primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles, se nos presenta a Pablo y a Bernabé como misioneros que visitan varias comunidades para animar a los discípulos y para exhortar a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios. A su regreso a Antioquía contaban a la comunidad cómo Dios mismo había actuado por medio de ellos, abriendo a los gentiles la puerta de la fe. Nos ayuda este texto a comprender cómo también los primeros cristianos vivían en medio de dificultades y tribulaciones y cómo eran capaces de perseverar en la fe cristiana, dejándose iluminar y conducir por aquellos a quienes el Señor había elegido para tal misión.
Hoy también nos cuesta mucho perseverar en la fe y, sobre todo, seguir viviéndola comunitariamente en la Iglesia. Nos ilusionamos y entusiasmamos al inicio en el encuentro gozoso con Cristo. Pero las dificultades de la vida, personales o sociales, los escándalos, las decepciones, los cambios, nos desbordan y desarbolan nuestra perseverancia. Nos olvidamos que en las tribulaciones también está el Señor. Es más, cuando arrecia el viento del fracaso o del dolor en cualquiera de sus formas, nos hemos de considerar dichosos pues en ello nos asemejamos más y mejor al Maestro. El destino de nuestras vidas siempre está en sus manos. Nada ni nadie escapa a su Providencia.
San Juan en la segunda lectura, tomada del libro del Apocalipsis, también nos anima y exhorta a mirar a lo alto y a lo lejos. En esta vida nos pierde la inmediatez, la cuantificación, la constatación de los hechos. Los cristianos estamos llamados a ser hombres y mujeres esperanzados, confiados en que Cristo siempre va delante. Es Él, y no nosotros, quien renueva y rehace todo. Nos espera un cielo nuevo y una tierra nueva, en donde ya no habrá muerte, ni llanto, ni luto, ni dolor; donde todo será paz y armonía. El Señor mismo enjugará las lágrimas y sanará los corazones rotos.
Y mientras tanto, hasta que esa novedad no llegue, el mismo Jesús en el evangelio de hoy nos da la pauta: ¡ámense como yo los he amado! Antes de marchar, Jesús nos regaló su testamento espiritual, su legado más profundo, el mandamiento nuevo del amor. Algunos maliciosamente dicen que sigue siendo “nuevo” porque apenas lo vivimos los cristianos. Y quizás no les falta razón. Es la pauta por la que el mundo nos reconocerá como discípulos suyos: amar como Dios nos ama, sin medida, sin complejos, sin compensaciones, sin nada a cambio. Cuando los cristianos nos asociamos, incluso identificamos, con todo lo contrario al amor, nos convertimos en el antitestimonio más absoluto y letal. Matamos la vida de Dios en nosotros y todos los que nos miran con la esperanza de encontrar algo nuevo y distinto.
En Cristo muerto y resucitado encontramos encarnada la pauta del amor, el qué y el cómo. Él es el Amor de Dios personificado y nos ha amado hasta el extremo, hasta dar la vida, hasta lo último, sin medida, sin interrupciones, sin condiciones, con máxima generosidad y total disponibilidad. Y lo bello y hermoso, es que nos sigue amando; no es pasado sino presente, realidad actual que gratuitamente podemos experimentar. Intentemos ser y actuar como Él; al menos un poquito. Dice San Juan de la Cruz que, al final de la vida, seremos examinado en el amor.

Oración

Madre, venimos del tumulto de la vida. El cansancio físico y anímico, el agobio por el futuro, las necesidades reales del presente, la desilusión ante el panorama que nos rodea, invaden todo nuestro ser.
No es nada fácil aceptar con paz todo lo que sucede a nuestro alrededor… las cosas en las que habíamos depositado tanta ilusión, nos decepcionan. Las personas a las que queremos y ayudamos, nos rechazan o intentan sacar provecho de nuestra bondad. Los proyectos de futuro se desvanecen. Las familias se rompen. La sociedad se disgrega.
Por eso venimos a ti, oh Madre, porque en cada uno de nosotros camina un niño inseguro. Pero junto a ti nos sentimos fuertes y confiados. Nos da mucho ánimo saber que tenemos una Madre como tú. Guiados por tu mano, apoyados en tu brazo, podemos retomar el camino de la vida cada día con nueva esperanza.
Renuévanos por completo para que consigamos ver lo hermoso de la vida. Levántanos para que podamos caminar sin miedo. Danos tu mano para que nunca nos apartemos de tu Hijo Jesús. Danos tu bendición para que nuestra presencia en el mundo sea siempre signo de paz y fraternidad. Amén.

Se el primero en comentar

Deje un comentario

Tu dirección de correo no será publicada.


*