Alocución 31 de enero, IV domingo del Tiempo Ordinario
Hoy 31 de enero, IV domingo del Tiempo Ordinario litúrgico y Fiesta de San Juan Bosco, se escucha en todas las iglesias católicas del mundo este texto bíblico del santo evangelio según San Marcos, capítulo uno, versículos 21 al 28.
(EVANGELIO)
El padre Junior Antonio, párroco de Nueva Paz, nos comenta este texto bíblico.
Si en el evangelio de San Marcos del domingo pasado, asistíamos al inicio de la predicación de Jesús, con el anuncio de que el tiempo se había cumplido y estaba cerca el reino de Dios, hoy llega a nosotros la fuerza de ese reino, que aquí y ahora, se manifiesta en la Buena Noticia de la salvación plena ofrecida por Jesucristo.
El Señor se nos presenta como el Mesías, el Maestro, el Profeta, que habla de parte de Dios a la humanidad. Él mismo dijo “hasta Juan, todos los profetas y la Ley eran profecías”. De todo esto, Él es el cumplimiento. El reino de Dios que anunciaba Jesús ya ha llegado. Es él mismo y se manifiesta ante Dios con la Palabra que proclama al pueblo de parte de Dios.
Si Moisés prometió para el futuro un profeta que predicaría en nombre de Dios, ahora podemos decir que ya ha llegado. Él es el nuevo y definitivo Moisés, Él es la Palabra encarnada del Padre que ha entrado en esta tierra para dar en este mundo, también por medio nuestro, frutos de vida nueva. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”, dijo el Señor.
Jesús cumple a la perfección lo que anunciaba Dios del futuro profeta, que leemos en la primera lectura del Deuteronomio. “Pondré mis palabras en su boca, y les dirá lo que yo le mande”. Cuántas veces dijo Jesús, sobre todo según el evangelio de San Juan, que lo que enseñaba era lo que había oído al Padre. Él es la palabra viviente que Dios dirige a la humanidad.
¿Y cuál es esa palabra de vida de Dios en este domingo? Que los poderes del mal no tienen la última palabra, que Dios siempre se abre paso y nos conduce por los caminos de la vida que Él es y manifiesta humildemente en su andar con nosotros, a nuestro lado, entrando en nuestras realidades para revitalizarlas. ¿Cuál es la buena noticia del salvador, que liberación nos trae? La liberación del mal, del pecado, de la muerte. Él ha venido a hacernos libres con la libertad de los hijos de Dios, a liberarnos de todos los espíritus inmundos que nos roban la esperanza, la alegría, que encierran y sepultan la vida. Por eso el Papa una y otra vez nos invita a no dejarnos robar la esperanza. También nos reveló el Señor: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
Hoy el evangelista San Marcos no presenta a Jesús liberando a un hombre que estaba poseído por un espíritu inmundo. Todos quedan estupefactos ante la fuerza milagrosa de Jesús, por lo que no es de extrañar que su fama se extendiera enseguida por todas partes. El reino de Dios entre nosotros que integró Jesús no es solo una Palabra nueva, una enseñanza distinta de la de los maestros de la ley, sino su Palabra encarnada que descubre una fuerza poderosa que lucha contra el mal y lo vence. Es, por tanto, Palabra vivificante, salvadora, Palabra divina con rostro humano: Jesucristo.
Jesús predica el reino con hechos, es decir, con palabra de autoridad. Lucha contra el poder alienante y opresor del maligno, no se queda en el ámbito religioso, sino que abarca todas las dimensiones del ser humano. Con su actividad quiere que nadie quede marginado por ignorante, por endemoniado… Acoge y humaniza a todos enfrentándose a todos con sus demonios para que empiecen a saberse y sentirse personas.
Es significativo que el primer milagro que narra Marcos es precisamente la liberación de un poseso, la victoria contra las fuerzas del mal. En la Biblia se nota la tendencia a interpretar todo mal como consecuencia del pecado o de la influencia del maligno, o sea, del demonio. Pero el evangelio distingue a veces muy bien lo que es enfermedad y lo que es posesión diabólica, como en el diálogo que se establece en el pasaje de hoy, entre el espíritu que atormentaba a aquel pobre hombre y Jesús, el santo de Dios. Jesús trata de distinta manera a un enfermo que a un poseso. Pero sea cual sea ese espíritu del mal, el evangelio les asegura que Jesús viene como el más fuerte, y se dispone a vencer estas fuerzas del mal. Lo hace no siguiendo las fórmulas y conjuros de los exorcistas de la época, sino con una orden tajante. “Cállate y sal de Él”. También esto con autoridad.
Lo que más extraña a los moradores de Cafarnaúm es que enseña con autoridad, no como los otros maestros y escribas. Habla con convicción y con libertad respecto a las escuelas rabínicas de ese tiempo. Además, sus palabras van acompañadas de obras prodigiosas.
Hoy, deseosos de tan buenas noticias, de un respiro, de vida nueva ante la muerte extendida, ante la sospecha de los otros, ante los fanatismos, Jesús irrumpe. Él es siempre nuevo. Él es la novedad permanente del Padre que en el espíritu nos renueva. Así lo recordó el Papa Francisco cuando dijo particularmente a los jóvenes en su exhortación apostólica Christus vivit: “Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo. Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida (…) Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar. Cuando te sientas avejentado por la tristeza, los rencores, los miedos, las dudas o los fracasos, Él estará allí para devolverte la fuerza y la esperanza”.
Como cristianos del pueblo de Dios participamos de la misión profética de Cristo. El día de nuestro bautismo el sacerdote nos ungió rezando: “Dios Todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que te ha liberado del pecado y dado nueva vida por el agua y el espíritu, te consagre con el crisma de la salvación, para que entres a formar parte de su pueblo y seas para siempre miembro de Cristo, sacerdote, profeta y rey”. A lo que cada bautizado o su familia respondió: Amén.
Este Amén nos comprometió para siempre con el Señor y con la Iglesia que formamos. Debemos transmitir a los otros la voz de Dios, tal como nos pidieron los obispos de Latinoamérica en Aparecida cuando nos exhortaron a mirar nuestra realidad como discípulos misioneros de Jesucristo para que en Él nuestros pueblos tengan vida. Y particularmente, a nosotros, los cubanos, hace 23 años cuando San Juan Pablo II nos visitó, nos invitaba: “Las obras de evangelización que van teniendo lugar en diversos ambientes, como por ejemplo las misiones en barrios y pueblos sin iglesias, deben ser cuidadas y fomentadas para que puedan desarrollarse y servir no solo a los católicos, sino a todo el pueblo cubano para que conozca a Jesucristo y lo ame”. Pero antes, el verdadero profeta debe escuchar humildemente a Dios, porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Dios. Si Jesús hablaba con autoridad es porque hablaba desde Dios, con el que se mantenía en perfecta sintonía. Todos deberíamos ser de algún modo exorcistas, o sea, liberadores, porque sigue existiendo el mal, llámese como se llame, siguen esas fuerzas que actúan en el interior de cada persona y le llevan a hacer lo que no tendría que hacer. No se nos pide que hagamos milagros, pero sí que luchemos contra el mal en nosotros mismos, que contribuyamos también a que otros se liberen de toda posesión que les pueda esclavizar. Con nuestra palabra oportuna y, sobre todo, con nuestra actitud de cercanía, ¿liberamos a alguien de sus males, comunicamos esperanza a quien acude a nosotros y ayudamos a vencer los demonios del pesimismo o de los criterios mundanos, o de los hábitos más o menos arraigados y ayudamos a ser más libre interiormente? Podemos decir con sinceridad cada vez que rezamos el Padrenuestro para nosotros y para todo el mundo lo que nos enseñó Jesús: “Líbranos del mal”. Que se puede traducir también, líbranos del maligno.
Con la encarnación del Hijo de Dios ha llegado la plenitud de los tiempos y se ha cumplido la promesa hecha de un nuevo profeta como Moisés. Jesús es el nuevo Moisés. Él trae una enseñanza y autoridad nuevas que no es reclamada, sino ganada con lo que el Papa Francisco llama: el verdadero poder. Es decir, el servicio. La fama de Jesucristo atraviesa los siglos y el espíritu del Resucitado bendice al mañana. Porque su trono permanecerá para siempre, su reino no tendrá fin, y las fuerzas del mal no prevalecerán jamás. Cimentada la Iglesia en esta fe como dijo Mons. Adolfo en el ENEC, tenemos una esperanza y queremos dar palabra de esperanza a los que la pidan, a los que la necesiten, a los que han fijado sus miras solo en lo terreno como límite a sus aspiraciones humanas, y sienten como que les falta algo.
No tenemos ni la primera ni la última palabra de todo, pero creemos que existe una primera y una última palabra de todo, y esperamos en Aquel que la tiene, el Señor. En Él miramos con serena confianza el futuro siempre incierto, porque sabemos que mañana, antes de que salga el sol habrá salido sobre Cuba y sobre el mundo entero la providencia de Dios.
(CANTO)
Hoy la Iglesia también celebra la Fiesta de San Juan Bosco. Muchas personas estudiaron en los colegios de los padres y monjas salesianos. Estas personas recuerdan las enseñanzas de Don Bosco. Él dijo a sus hijos e hijas: “Sin familiaridad no se demuestra el amor, y sin esta demostración no puede haber confianza. Quien quiera ser amado necesita hacer ver que ama. Jesucristo se hizo pequeño con los pequeños y cargó con nuestras flaquezas. ¡He aquí el maestro de la familiaridad! El maestro al que se ve sólo en la cátedra es maestro y no más, pero si va al recreo con los jóvenes se vuelve como hermano. Quien sabe que es amado, ama. Y quien es amado lo tiene todo, especialmente de los jóvenes. Esta confianza establece una corriente eléctrica entre los jóvenes y los mayores. Los corazones se abren y dan a conocer sus necesidades y manifiestan sus defectos. Este amor hace soportar a los padres y maestros las fatigas, las molestias, las ingratitudes, los estorbos, las carencias, las negligencias de los jovencitos. Jesucristo no rompió la caña quebrada ni apagó el pabilo humeante. Él es nuestro modelo”.
Muchos padres piensan que sus hijos no tienen arreglo, muchas personas dicen que lo jóvenes no tienen arreglo. Pero Don Bosco nunca se cansó.
El ejemplo de una rana nos puede servir a nosotros para continuar nuestra enseñanza a los que amamos.
“Un día de fiesta popular se organizó un curioso concurso. Se colocó un regalo en la parte superior de un palo muy elevado que se había untado con aceite para hacer más difícil la subida. Los que intentaran llegar a lo más alto podrían resbalarse y caer al suelo. Más de cincuenta ranas se anotaron en el concurso, pues el premio consistía en una jaba llena de suculentos mosquitos que se comería la ganadora. En medio de los gritos y la música, las ranas comenzaron a subir. Poco a poco, algunas de ellas resbalaban y caían al suelo. Iban quedando cada vez menos. El público les decía que dejasen de intentarlo, que era muy difícil: ‘Bajen ya, se van a caer y se harán daño. Y mientras más alto suban, será peor’. La mayor parte de las ranas, entre el cansancio y el desánimo que les producían aquellos gritos, decidían regresar al suelo. Solo quedaban unas pocas y los gritos proseguían: ‘Bajen de una vez, no pueden llegar’. Entristecida, una de las dos ranas que quedaban regresó al suelo. Poco a poco, la única que permanecía en el palo logró alcanzar lo más alto de él. Y con cara sonriente se comió todos los mosquitos de la jaba. Cuando regresó al suelo, los periodistas que se habían acercado para entrevistarla se quedaron muy sorprendidos al ver que no respondía sus preguntas. Entonces se percataron de que era sorda”.
Ante las dificultades que nos proponen los demás, para enseñar a los jóvenes hagámonos sordos y continuemos nuestra enseñanza al estilo de Don Bosco. “Cuando me dijeron que lo que quería hacer era imposible, fue demasiado tarde, acababa de terminarlo”.
(CANTO)
El Papa, después de la oración del Ángelus, el domingo pasado, ha dicho “Uno de los grandes dones de nuestro tiempo es el redescubrimiento de la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia, a todos los niveles. La Biblia nunca ha sido tan accesible a todos como hoy: en todas las lenguas y ahora también en los formatos audiovisuales y digitales. San Jerónimo, de quien he recordado hace poco el XVI centenario de la muerte, dice que quien ignora la Escritura ignora a Cristo. Y viceversa, es Jesucristo, el Verbo hecho carne, muerto y resucitado, el que nos abre la mente a la comprensión de las Escrituras. Esto sucede especialmente en la Liturgia, pero también cuando rezamos solos o en grupos, especialmente con el Evangelios y con los Salmos. Doy las gracias a las parroquia y les animo en su esfuerzo constante por educar a la escucha de la Palabra de Dios. ¡Qué nunca nos falte la alegría de sembrar el Evangelio! Y repito otra vez: tengamos la costumbre, tengan la costumbre de llevar siempre un pequeño Evangelio en el bolsillo, en el bolso, para poderlo leer durante el día al menos tres o cuatro versículos. El Evangelio siempre con nosotros”.
(CANTO)
Conocimiento bíblico:
¿Qué significado tiene la palabra Aleluya? Responsa al teléfono 78624000.
(CANTO)
Dios Padre bueno que nos creaste con salud y nos preparaste para conservarla, bendícenos con la salud de alma y cuerpo.
Señor Jesucristo que sanaste a tantos enfermos, líbranos de todo tipo de epidemia. Da la caridad, la misericordia y la paciencia a los que cuidan enfermos.
Espíritu Santo ilumina al personal de salud para que encuentre el remedio para esta enfermedad y así puedan hacer felices a todas las personas.
Santa María de la Caridad acompaña a tus hijos enfermos para que nunca les falte la cercanía de la familia, la Iglesia y la sociedad.
Beato padre Olallo Valdés, que enfrentaste tantas enfermedades y epidemias, ruega por todos nosotros para que, sanos y enfermos, seamos un solo corazón y una sola alma. Amén.
Y la bendidiónde Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos los enfermos, sobre nosotros, sobre nuestras familias y permaneza para siempre. Amén
(CANTO)
A continuación ofrecemos íntegramente la alocución del cardenal y arzobispo de La Habana, Juan de la Caridad García.
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