Quien no vive para servir…

Por: Joeluis Cerutti Torres

Recientemente se han cumplido cinco años de que el Papa Francisco realizara una visita pastoral a Cuba y pronunciara como cierre a la homilía de la misa en la Plaza José Martí la frase “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”. Los días siguientes me permitieron descubrir, en conversaciones con amigos de la parroquia y de la universidad, que aquella invocación pegajosa del Papa había calado hondo en los jóvenes. Aún hoy, el cuarto de mi hermana tiene estas letras pintadas en la pared, como para no olvidarlas. Si en El Cobre nos invitó a vivir la Revolución de la Ternura, en los tres discursos de La Habana, Francisco ya había explicado los pilares de esta Revolución: servicio, pobreza y esperanza.

El Pontífice comenzó la homilía de aquel domingo en La Habana preguntando: “¿De qué hablan cotidianamente? ¿Cuáles son sus aspiraciones?”. El encuentro con estas preguntas al releer al Papa cinco años después, devino necesaria y actual reflexión. En los discursos pronunciados en La Habana se encuentran pistas para dar una respuesta desde el Evangelio a las interrogantes, aspiraciones y miedos de la Cuba de hoy.

Mi “burbuja” habla hoy, más que nunca, el lenguaje amargo de la desesperanza, la tristeza y la incertidumbre. Comentarios sobre el cambio de moneda, la circulación y tenencia de moneda libremente convertible (MLC), tasas de cambio y fechas del “día cero” salen en cualquier conversación y sacan siempre una cuota de inseguridad y de temores nunca evidentes. Tripas, coroneles y limones repletan memes que intentan poner algo de risa a la desilusión e inconformidad que generan estas realidades. Colas, desabastecimiento, multas, coleros y revendedores se suman al desespero y generan buena dosis de impotencia. Todos estos son temas omnipresentes: se suceden, relevan, intercambian y mezclan con la Covid-19. Siempre están, en memes o en análisis académicos, haciéndose acompañar de un sabor amargo. Nadie queda fuera de tantas preguntas puestas sobre la mesa; la más urgente: ¿qué aspiraciones puedo tener aquí y ahora?

Visita de S.S. Francisco a Cuba
Visita de S.S. Francisco a Cuba

Servicio

En la homilía del Papa encontramos que “Jesús no teme las preguntas de los hombres”. ¡Jesús no censura! Y sigue argumentando Francisco, “Jesús, fiel a su estilo, logra dar una respuesta capaz de plantear un nuevo desafío, descolocando ‘las respuestas esperadas’”.

Jesús camina y sufre con nosotros, se acerca y pregunta de qué hablamos, y saca nuestra mirada de la tristeza que nubla e impide crear, del “sálvese quien pueda” con el que naturalmente respondemos al miedo. “Todos estamos llamados por vocación cristiana al servicio que sirve y a ayudarnos mutuamente a no caer en las tentaciones del ‘servicio que se sirve’. Todos estamos invitados, estimulados por Jesús a hacernos cargo los unos de los otros por amor”. En medio de la creciente dificultad que se vive y se siente, la tentación puede ser encerrarnos, pero el Papa quiere que pongamos la mirada en los más frágiles: ancianos o enfermos que no pueden ir a las colas, familias que temen que se les caiga el techo, jóvenes agotados física y mentalmente, perseguidos y silenciados. Es necesario encontrarlos y servirles. Y cuidar de que no sean usados. Los pobres y los jóvenes están en todos los discursos, muchas veces solo para generar simpatía. La pregunta del Génesis puede rondarnos: ¿Acaso soy responsable de mi hermano? ¿Qué ganamos con el servicio? Nada, y todo. Ganamos construir patria sobre la base sólida del hombre concreto y no de la ideología, sea cual sea. Ganamos frenar la cadena de egoísmo, división y enajenación que hace que desesperemos.

 

Pobreza

Más tarde, en la catedral habanera, Francisco lanza una frase como fuego: “Amen la pobreza como a madre […] Después de todo, no nos olvidemos que es la primera de las Bienaventuranzas: ‘Felices los pobres de espíritu, los que no están apegados a la riqueza, a los poderes de este mundo’”.

Amar la pobreza es un reto. Amar la pobreza, que no es romantizarla. La miseria material y espiritual no son deseables. La bienaventuranza evangélica alaba a los que no están apegados a riquezas ni a poderes. Esto es lo que hay que amar: en definitiva, la libertad, no solo de prensa o asociación, la libertad en sentido más amplio. La riqueza, por sí misma, no es un valor; ella es un medio para la realización personal y social, y no será persiguiendo la riqueza individual, la comodidad, como tampoco el poder, que lograremos la Cuba mejor. Las alternativas a la situación actual no pueden venir atadas a egoísmos ni oportunismos. Necesitamos proyectos que no provengan de odios viscerales, por mucho que se haya sufrido. Necesitamos liderazgos que no se muestren dispuestos a arrasar con los contrarios por mantener el poder. Necesitamos discursos que no busquen ganar prestigios ni acumular seguidores y dinero. Es arduo, y las redes sociales no ayudan. Tantas veces me encuentro, en grupos “contrarios” al régimen, dinámicas que reproducen la misma intolerancia que hemos cultivado durante años. El futuro de Cuba no es sencillo de construir. Necesitamos muchos de los que aman la pobreza y la libertad.

Esperanza

Unos minutos después, el Papa acabaría el día hablando a los jóvenes: “En la objetividad de la vida tiene que entrar la capacidad de soñar”. ¡Cuánto bien repetir esta frase varias veces al día! Meses después, en el mensaje por la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en La Habana, completaría esta frase diciendo: “Sueñen que Cuba con ustedes puede ser distinta y cada día mejor”. Nuestra realidad actual, acaso más que la de hace cinco años, intenta mantenernos despiertos, alertas, con los pies en la tierra, sin embargo, solo soñando primero, seremos capaces de construir después.

Aquel día, por las tensiones que viví antes de la llegada del Papa tanto a la Plaza como a la Catedral, no estaba preparado para entender el concepto de “amistad social”. Hoy, cinco años después, hallo difícil concretizarlo con quienes no están dispuestos a un diálogo, sino (y cuando mucho), a soportar que yo piense distinto mientras no exceda ciertos límites. No obstante, leo con frecuencia aquellas palabras: “¿Por qué siempre nos tiramos la piedra sobre aquello que nos separa, sobre aquello en lo que somos distintos? ¿Por qué no nos damos la mano en aquello que tenemos en común?”. Aunque me cueste, esto es parte del construir Cuba: lograr proyectos en donde quepan también los que ahora nos excluyen. La capacidad de esa amistad nos hará coherentes en el deseo de una Cuba que no descarte a nadie. Y esto me lleva a la esperanza, que según el Papa es “sufrida”. “La esperanza sabe sufrir para llevar adelante un proyecto, sabe sacrificarse”. La esperanza que propone Francisco no se trata de esperar, sino de hacer: lanzarse a sembrar la Cuba mejor que estamos seguros existe. Esta esperanza que es fecunda y da vida, es sufrida. Hay que saber que vamos a padecer incomprensiones y frustraciones. No nos edulcora el mensaje el Papa.

 

Súplica

Cinco años después de su visita, releo al Papa: Jesús, que no es ajeno a lo que sufrimos, nos invita a servir, amar la pobreza, y soñar; con la herramienta de una amistad social que busque construir de a poco, y sostenidos por la esperanza, la virtud de quien construye el mundo mejor que espera, sufriendo y dando vida. Francisco comenzó la homilía de aquel domingo en La Habana preguntando: “¿Cuáles son sus aspiraciones?”. Que nuestra aspiración común sea la de entregarnos en el servicio al hermano y en la construcción, de a poco, de la Cuba mejor. Mientras podamos y cada cual sienta que el Señor así lo pide de sí. Nada más; el futuro solamente es Suyo.

Mi súplica, la misma que en aquella eucaristía recé durante las preces, y que he hecho mía para siempre es esta: “Te presentamos, buen Jesús, a todas nuestras familias, a los pobres, enfermos, cautivos, ancianos, a los jóvenes, que cada uno de ellos encuentre en su camino personas que, animadas por el amor a Dios, con misericordia y entrega, los conforten”. Ω

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