Sin mí te faltaría un pedazo. Notas sobre el exilio cubano

Por: Teresa Díaz Canals

Notas sobre el exilio cubano
Notas sobre el exilio cubano

tdcanals@yahoo.es

Poned atención,
un corazón solo
no es un corazón
Antonio Machado

Salir sin ser notada

“…formo parte de este país, aunque no les guste tengo derecho a hacer cosas por él, de aquí no me voy a ir ni aunque me den candela… Sin mí te faltaría un pedazo, para que te enteres…”. Estas palabras las expresó el personaje Diego, interpretado por el conocido actor de teatro y cine Jorge Perugorría, en ese clásico del cine cubano que es Fresa y chocolate. Como se puede constatar, en esa idea se formula la determinación de mucha gente de no marcharse de la Isla. Sin embargo, al final de la famosa película, Diego se ve obligado, debido a las circunstancias en que vive, a retirarse definitivamente de su tierra.

El éxodo de cubanos en la actualidad marca una pauta impresionante en la historia del exilio. Hoy no se trata de la represión a la homosexualidad y a los disidentes solamente, sino de la no-vida que atraviesa un pueblo, de las condiciones inimaginables en que nos encontramos. Un poema atribuido a Zenaida Rodríguez Trujillo, natural de Cárdenas, Matanzas, que apareció y se divulgó en las redes, resume en pocas palabras y con mucho dolor la venta de las casas y otras propiedades para emprender un camino inseguro, con el riesgo incluso de perder la vida.

Se vende esta casa
Y con todo adentro
Se venden sus muebles
Y electrodomésticos
Sus fuertes paredes
De bloque y cemento
Puertas y ventanas
Resisten al viento
De placa fundida
Es su fuerte techo
Es cómoda amplia
Todo está bien hecho

Se vende esta casa
Llena de recuerdos
De infancia añorada
De primos corriendo
Por ese pasillo
Ahora en silencio
De olor a comida
Que viene saliendo
De aquella cocina
Lejana en el tiempo
La voz de la abuela
Con tantos consejos
La voz del abuelo
Sus chistes y cuentos
Y todos sentados
Sus historias oyendo
[…]
Se vende esta casa
Lo anuncian sus dueños
Porque ellos se marchan
A un futuro incierto
Como lo hacen tantos
Persiguiendo un sueño
Aunque muchos quedan
En un vano intento
Se vende mi casa
Y con todo dentro
Se vende mi barrio
Se vende mi pueblo
Se vende también
Mi país entero.

Se apela muchas veces al análisis del tema migratorio como un fenómeno mundial, lo que es muy cierto: Yo vengo de todas partes/ y hacia todas partes voy. Una de las peculiaridades de nuestra identidad, es la lejanía. Somos Isla y el tema del viaje para una persona que nace con esta condición significa, entre otras cosas, descubrir qué existe más allá del horizonte. Pero ese no es el afán de desplazamiento que hoy empuja a nuestra gente, sino esta crisis que se ha mantenido en el tiempo por décadas, agravada hoy por la inmensa ineptitud, donde perdemos entidad y nos desrealizamos por falta de claridad acerca de nuestras propias vidas.

El período “revolucionario” se traduce como una etapa de crisis incesantes que ha tenido que sufrir el pueblo. La clave para entender ese soportar tal vez se encuentre en la idea de Séneca: “hay que buscar que lo que soporta sea más fuerte que lo soportado” porque ese supuesto proceso de construcción socialista constituyó una especie de reino de justicia, de afán de compartir el pan de manera igualitaria. Era la ilusión de cultivar la raíz de los imposibles anhelos.

¿Qué le queda a la gente en medio de las graves dificultades? Por una parte, un discurso agotado, arcaico, la fatiga de vivir en tensión. Una parte de la población vive en el fracaso irremediable porque no tiene más opciones; por otra, la necesidad de éxito inmediato, de transitar a otra órbita de mejoramiento, lejos del desgaste, la decepción… Para ello hay que buscar otro derrotero, el camino de la emigración, de lo distante a pesar de la renuncia, la incertidumbre de la deportación y la boca de los tiburones. La Isla no da más, sus habitantes lo único que desean encontrar al marcharse es un mundo más habitable.

La salida a cualquier lugar, la apertura de secretas puertas, la entrada en un espacio abierto, vital, es el anhelo de una masa significativa de cubanos. Vivir bien no es solo una cuestión moral, es al mismo tiempo estética. El conocimiento es posible también a través de la poesía. A veces esta última es mejor que un tratado filosófico o sociológico, porque enseña esencias de la ética. Cuba atraviesa, como en los versos de san Juan de la Cruz “la noche oscura”.

Para mucha gente nuestra, llegar a otro destino sería el comienzo del amanecer, aunque la esperanza de alcanzar la alborada, el elegir partir, implique riesgos. A menudo se repite una especie de “descubrimiento” de que es importante aplicar la ciencia para encontrar las maneras de resolver todo lo que nos afecta. Reuniones diarias, en muchas ocasiones las intervenciones “descubren el agua caliente”, es lo que se constata en las pantallas de los televisores. La ciencia no tiene nada que ver con el sentido de la vida. El austriaco Ludwig Wittgenstein escribió en su Diario filosófico el 11 de junio de 1916: “Pensar en el sentido de la vida es orar”.

Estimo que les falta a todos los burócratas un “saber de experiencia”,1 estar al tanto de la conversación callejera, de la vida vulgar y sin zapato. Sócrates fue el filósofo que, en su andar, estuvo más apegado a ese tipo de conocimiento por su interés en encontrar lo diario y lo cotidiano. Acercándose un tanto a las situaciones del pueblo podrán encontrar las verdaderas soluciones que necesita.
La cara es diferente al rostro. La primera se ve y punto, el segundo es voz, palabra, grito, llanto, ruego. El acceso al rostro es ético, un acceso de no indiferencia. Es lamentable que de los que emigran el poder solo se fija, si acaso, en sus caras, no en sus rostros.

Nota
1 Véase María Zambrano: Hacia un saber sobre el alma, Alianza Editorial, S.A., Madrid, 2012, pp. 71-90.

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