Transporte urbano y otras telas

Transporte

Mientras se redactan estas líneas está casi de estreno el 2019 y emergen a la vista nuevas, y hasta algunas viejas, telas por donde cortar madejas periodísticas. Por eso, más a modo de horizonte por llegar que de resumen hecho, dedicaremos esta sección a recorrer algunas de las situaciones que nos rondan.
El transporte en la capital vuelve a estar envuelto en un torbellino de planes, tanteos, mejoras y fallas. Desde el 8 de octubre del ya ido 2018 se inició un proceso gradual de reordenamiento y experimentación de nuevas formas de funcionamiento en este rubro, cuya primera etapa debe concluir el 15 de enero del 2019. El fin de este trabajo, según afirmaron los más altos funcionarios del ramo en comparecencia televisiva, es ofrecer un mejor servicio al pueblo, con más calidad y seguridad. Por cierto, hagamos un breve paréntesis sobre la Mesa Redonda, el espacio donde aparecieron estos directivos. En los días finales del año pudimos ver que varios ministros fueron entrevistados y brindaron diversas informaciones sobre las gestiones, perspectivas y resultados de sus instituciones. Más adelante en estas líneas volveremos sobre este tópico.
A dicho programa, en su emisión del día 6 de diciembre, comparecieron Adel Yzquierdo Rodríguez, ministro de Transporte, así como la viceministra Marta Oramas Rivero y José Conesa González, director general de la Dirección de Transporte en la capital. De las diversas explicaciones que ofrecieron, tocaremos algunos datos en apretado resumen y haremos un par de comentarios. El principal sostén y prestación de servicios de transporte sigue estando a cargo del Estado y todas las modalidades asociadas de cuentapropismo se consideran complementos a este eje principal, según expresaron los directivos. De lo anterior se deriva que es obligación estatal encargarse del eficiente funcionamiento, mantenimiento, seguridad, suministro de neumáticos, piezas y combustibles de la mayoría de los ómnibus, sean urbanos, rurales o de rutas interprovinciales. También es responsabilidad gubernamental todo lo concerniente a los renglones de la transportación ferroviaria, área y marítima, tanto de carga como de pasajeros.
De la larga lista de nuevas regulaciones y disposiciones solo queremos resaltar algunas consecuencias ya visibles. Según expresó Oramas Rivero, en la fecha del espacio televisivo emitido a inicios de diciembre, funcionaban en la capital 2 167 vehículos de alquiler menos, por licencias canceladas al no tener condiciones técnicas adecuadas y no aprobar la revisión, el llevado y traído “somatón”. Esa cifra, si promediamos cinco plazas y al menos diez viajes diarios de cada uno de esos autos, resulta en 108 350 personas dejadas de transportar cada día.
El ministro Yzquierdo señaló que se trabaja por lograr que rueden a diario en la capital unos 700 ómnibus, entre rígidos y articulados, así como unos 200 microbuses y 600 autos de diverso tipo y citó distintas inversiones al efecto en cuanto a piezas y neumáticos. Pero, también señaló el funcionario, son medios con hasta diez o más años de explotación y no siempre se logra rebasar el 60 % o 70 % diario de salida a la calle de estos. Por otro lado, entre finales de diciembre y enero deben llegar a La Habana 400 microbuses, de doce plazas, además de 90 ómnibus nuevos, repartidos en 50 articulados y 40 rígidos.
Si bien es cierto que tales medios ayudarían a mejorar ostensiblemente el transporte, hay algunas reflexiones a propósito. Por una parte, incluso en el supuesto caso de que los ómnibus y todos sus complementos estatales (ruteros, transmetros y otros) dieran abasto, que ahora no lo dan, hay que pensar también en las condiciones en que suceden esos viajes. Pongamos solo un ejemplo. Vivimos en un país que envejece por día. ¿Cuántas personas de la tercera edad, y hasta de la segunda, no pueden lanzarse a la batalla campal que significa abordar un ómnibus en hora pico y entre multitudes? Las cifras que se proponen cumplir en cuanto al personal que debe mover y a la recaudación en la ciudad son importantes, es cierto, pero como mismo las autoridades del ramo se preocupan por dar a sus trabajadores un salario digno, entre dos mil y cinco mil pesos, según afirmó el ministro, acorde con el trabajo que hacen, también hay que preocuparse por la dignidad y confort del transportado.
No se trata solamente de lograr mover la cantidad de 1 300 000 habaneros (entre ellos algunos pocos orientales) que según los funcionarios hay que transportar a diario en la capital. Hay que analizar también la forma en que se transportan esos pasajeros, porque no hablamos aquí de cabezas de ganado. Detrás de esos números hay personas. Viajar como sardinas en lata, apretados y sudorosos, rodeados de suciedad y de los asientos partidos, escuchando los tormentosos decibeles de la música que humaniza el trabajo del chofer y ambienta la guagua y bajo los animosos reclamos de algún copiloto cobrador (uniformado o no), al parecer no lleva muy altas dosis de dignidad. En ese logro hay que pensar también.
Por otro lado, y a partir de que ciertamente hay mucho que reordenar en el transporte (y en todo lo demás), la pertinencia de esta labor está fuera de discusión. ¿Pero, no era mejor esperar a que los citados refuerzos llegaran antes de comenzar la drástica reducción de tantos autos de alquiler por su discapacidad técnica? Estos meses desde mediados de octubre y hasta inicios de enero (cuando redactamos este trabajo) han sido agónicos para transportarse en horario pico. Además, lejos de ayudar a la población, las primeras consecuencias del experimento fueron, además de la escasez de autos, un notable aumento de los precios en varias rutas de la capital por parte de los que quedaron indemnes.
En Guanabo, desde y hasta La Habana, subió el precio hasta tres CUC por cada pasajero. Hacia Alamar, de veinte pesos, subió a un CUC por persona. En Diez de Octubre, de La Palma al Vedado y viceversa, uno de esos recorridos largos cuyo precio se había mantenido mayormente en diez pesos, subió entre quince y veinte pesos el viaje, según las plazas del auto y la anuencia del chofer. Además, en esta misma vía, se hizo evidente la casi total desaparición de los nuevos ruteros amarillos de cinco plazas rumbo al Vedado, cuyo inicio fue, en verdad, un gran alivio en un camino que atraviesa tres municipios muy poblados. También hubo mucho menos microbuses con destino en la Habana Vieja. Los taxis privados, en especial los ahora agrupados en la nueva categoría de libre, donde el chofer escoge a voluntad ruta y precio, manejan cifras exorbitantes como cobro de sus viajes. Un amigo asistente a la Feria de Artesanía en la fortaleza de La Cabaña pagó diez CUC por regresar a su familia hasta la zona de Micro X, en las lindes finales de Alamar. Sin comentarios.
Los viejos taxis estatales amarillos, soviéticos casi todos, siguen prestando servicio a pacientes de diálisis y en hospitales y funerarias. Cuando finalizan tales deberes se incorporan al transporte de pasajeros. Según recalcó hace mucho un olvidado noticiero televisivo, estos autos debían cobrar unas tarifas más o menos asequibles a partir de un cuentamillas, pero, si es que lo tiene, ni siquiera importa si tal adminículo funciona. Estas carreras, por tácita convención, se cobraban a diez pesos en cualquier ruta. Ahora, sin convención ni noticiero alguno, subieron sus viajes a veinte pesos y usted lo toma, casi siempre con el bolsillo apretado de angustia, o lo deja ir y sigue esperando; sin mencionar que, en muchos casos, las condiciones, en especial sus interiores con asientos rotos y sucios y el permanente olor a gasolina que se filtra desde el motor, son deplorables. Algo inconcebible si se tiene en cuenta que son estos los autos destinados en buena medida a transportar enfermos a hospitales y dolientes a entierros.
Otras consecuencias afectan también al eslabón último de todo este entramado. Estamos de acuerdo en que este reordenamiento es un proceso complejo. Sin embargo, la viceministra Oramas explicó que un trabajador por cuenta propia, inmerso en cumplir las nuevas disposiciones del experimento, y ya después de haber aprobado su revisión técnica, tiene entonces que ir a cinco instancias diferentes, para concluir toda su actualización y legalizar su estatus. Léase que eso equivale a hacer cinco trámites distintos, en cinco lugares diferentes. Todo el mundo sabe que, en Cuba, un solo trámite hace parecer nimiedades los doce trabajos de Hércules, así que imaginemos hacer cinco y, como mínimo, multiplique por dos las veces que habrá que ir a cada uno o por dos las horas de espera.
¿No ha pedido reiteradamente la dirección del país reducir los trámites? ¿Cuánta burocracia, cuánta ineficiencia, cuanta corrupción incluso, se oculta detrás de cinco trámites en cinco instituciones? ¿Cuánto dinero se dejó de producir en ese tiempo? ¿Cuánta gente se dejó de transportar y no produjo nada en esos lapsos? Dígase también que, a pesar de los controles que destacó la dirigencia del ramo, se realizan en el llamado “somatón”, donde además el ministro reconoció la ocurrencia de asuntos indignos y la correspondiente toma de medidas, ya un par de choferes, arrendatarios de taxis modernos, nos confirmaron la subida de los precios en negro de esta gestión hasta 200 CUC. “Y eso, con el carro bueno”, afirmaron.
Así pues, a pesar de los reordenamientos, sigue el transporte capitalino en estado grave. Si, como expresaron los más altos niveles del ramo, la finalidad de este experimento es mejorar la calidad del servicio al pueblo, hay muchísimo que repensar, cambiar y mejorar.
En pocas palabras y sobre otros temas, antes de finalizar estas líneas, también queremos hacer algunos destaques y apuntes positivos. Ya mencionamos que los ministros y otros altos directivos comparecen a la Mesa Redonda, en la televisión cubana. Eso está muy bien, ojalá se haga un hábito. Faltaría ahora que sus criterios se parezcan más a la realidad de los de a pie y hubiera más respuestas, más soluciones y menos consignas y autobombos a los logros y perspectivas. En algunos espacios televisivos, radiales y de prensa, como Libre Acceso o como las secciones de cartas de la población (con perenne subrayado al incombustible colega Pepe Alejandro Rodríguez), es notable que se escucha más la voz real de las personas. La televisión en sus espacios informativos, sobre todo, pero también la prensa en general, tienen todavía que desembarazarse de formoles y empaques y aterrizar hacia la gente. Debe parecerse más al país que somos a diario y no tanto al que desearíamos ser.
Ya el propio presidente Miguel Díaz-Canel reconoció en las pantallas televisivas, mientras hablaba de los problemas de la vivienda en una sesión del parlamento, la existencia de corrupción en diferentes niveles y funcionarios, y la necesidad de terminarla. También llamó a que las instituciones, aunque a través del por ahora limitado canal de las páginas informáticas (al que no todo el pueblo accede todavía), tengan más contacto con la realidad de las personas y las escuchen y atiendan más. De cualquier modo, el ciberespacio, que debería aparecer más en las pantallas y en los periódicos para que alcance a todos, empieza a tener mayor relevancia a la hora de mostrar problemas y manquedades sociales. La filmación hecha desde un simple móvil, con las opiniones de un dirigente emplazado en la calle por el pueblo, puede estar en minutos en el ámbito público y generar estados de opinión y participación de diversos criterios. Ese proceso es cada vez más necesario, ese diálogo se hace imprescindible, para cambiar de verdad lo mucho que debe ser cambiado.
La prensa debe ser parte de ese reclamo que pide la más alta dirección del país y que tanto necesita la población. La primera fase indispensable para resolver un conflicto es mencionarlo, no callarlo ni enmascararlo. Hay que llevar esos problemas, por duros que sean, a la picota pública para apedrearlos con el criterio popular y curarlos por quienes tengan la responsabilidad de hacerlo. La voz del pueblo debe oírse más en todas partes, pues ninguna voz como esa sabe los males que le aquejan. Vox populi, vox Dei, reza el viejo adagio latino. La voz del pueblo es la voz de Dios. Así de divina, sabia y poderosa es la voluntad del criterio popular. En todas partes debe dejarse escuchar. Luego, quienes tienen que oír, después que oigan, que busquen las respuestas y las soluciones necesarias. Ω

10 Comments

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