Alocución 8 de agosto, XIX domingo del tiempo ordinario

Por: Arzobispo de La Habana, cardenal Juan de la Caridad García

Gracias a todos los que hacen posible esta emisión radial, hoy 8 de agosto, décimo noveno domingo del tiempo litúrgico ordinario. Escuchamos en todas las iglesias católicas del mundo el evangelio según San Juan, capítulo 6, versículos 41 al 51.

(EVANGELIO)

Jesucristo nos ha dicho: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Yo soy el pan de la vida”. Él es alimento espiritual tanto en su Palabra como en su Cuerpo y Sangre, realmente presente en el pan y el vino consagrados por las mismas palabras de Jesús, que repite el sacerdote por mandato de Él.

Con este alimento espiritual tenemos vida. La vida es el amor. Nuestra vida empieza mediante el amor de nuestros padres y ha de crecer con ese amor paternal y maternal que se prolonga en cada momento de nuestra existencia.

Como somos imagen y semejanza de Dios, que es amor, nosotros somos amor, y ese amor creciente hace muy feliz la vida que cada día es más plena.

Hay vida plena en un hogar si hay amor.

Hay vida plena en un matrimonio si hay amor fiel, y de allí surgirá más vida en los frutos benditos.

Hay vida plena en los ancianos que se sienten queridos, amados, atendidos, tratados con cariño. Ancianos así, rodeados de cariño, no quieren morirse.

Hay vida plena en los hijos que hacen felices a sus padres.

Hay vida plena en los novios que se preparan para constituir juntos, para siempre, la bella familia soñada, conversada.

Hay vida plena en los vecinos que se auxilian mutuamente.

Hay vida plena en quienes arreglan sus diferencias y conflictos como hermanos.

Hay vida plena en quienes, habiendo caído en violencia, alcohol, droga y otros vicios, se levantan, abandonan el feo pasado y recomienzan el bien enseñado por la familia.

Jesucristo es la vida. Nos muestra esa vida en la Palabra de Dios escrita en la Biblia, y con su pan espiritual de la Comunión hace que nuestra vida sea como la de Él: todo amor, todo paz, todo perdón, toda misericordia.

Y al ser uno con Cristo, viviremos con Él, serviremos con Él, lucharemos con Él, sufriremos con Él, moriremos con Él, resucitaremos con Él, y después la felicidad sentida y vivida en esta vida se multiplicará infinitamente al llegar a la casa del cielo, donde Él nos espera para siempre.

(CANTO)

El Papa Francisco, quien ya ha reiniciado su catequesis de los miércoles, el pasado 4 de agosto, continúa hablando de la Carta de San Pablo a los cristianos de Galacia, región que abarca más o menos la actual Turquía.

Escuchamos un fragmento de dicha catequesis, que es pan de vida y alimento espiritual de nuestras vidas plenas.

“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

”Cuando se trata del Evangelio y de la misión de evangelizar, Pablo se entusiasma, sale fuera de sí. Parece que no ve otra cosa que esta misión que el Señor le ha encomendado. Todo en él está dedicado a este anuncio, y no posee otro interés que no sea el Evangelio. Es el amor de Pablo, el interés de Pablo, el trabajo de Pablo: anunciar. Llega incluso a decir: ‘Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio’ (1 Cor 1, 17). Pablo interpreta toda su existencia como una llamada a evangelizar, a dar a conocer el mensaje de Cristo, a dar a conocer el Evangelio: ‘¡Ay de mí –dice- si no predicara el Evangelio’ (1Cor 9, 16). Y escribiendo a los cristianos de Roma, se presenta sencillamente así: ‘Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de Dios’ (Rm 1, 1). Esta es su vocación. En resumen, es consciente de haber sido ‘apartado’ para llevar el Evangelio a todos, y no puede hacer otra cosa que dedicarse con todas sus fuerzas a esta misión.

”Se comprende por tanto la tristeza, la desilusión e incluso la amarga ironía del apóstol con los Gálatas, que a sus ojos están tomando un camino equivocado, que los llevará a un punto sin retorno: se han equivocado de camino. El eje en torno al cual todo gira es el Evangelio. Pablo no piensa en los ‘cuatro evangelios’, como es espontáneo para nosotros. De hecho, mientras está enviando esta Carta, ninguno de los cuatro evangelios ha sido escrito todavía. Para él, el Evangelio es lo que él predica, esto que se llama el kerygma, es decir el anuncio. Y ¿qué anuncio? De la muerte y resurrección de Jesús como fuente de salvación. Un Evangelio que se expresa con cuatro verbos: ‘que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas’ (1Cor 15, 3-5). Este es el anuncio de Pablo, el anuncio que nos da vida a todos. Este Evangelio es el cumplimiento de las promesas y es la salvación ofrecida a todos los hombres. Quien lo acoge es reconciliado con Dios, es acogido como un verdadero hijo y obtiene en herencia vida eterna”.

Lea la carta a los Gálatas, diga en qué capítulo y versículos se encuentra la palabra Abba y qué significa. Llame al Arzobispado de La Habana, teléfono 78624000.

(CANTO)

El Catecismo de la Iglesia católica nos explica quién es el Pan de vida y cómo nos alimentamos de él.

¿Qué es la Eucaristía?

La Eucaristía es el sacrificio mismo del Cuerpo y de la Sangre del Señor Jesús, que Él instituyó para perpetuar en los siglos, hasta su segunda venida, el sacrificio de la cruz, confiando así a la Iglesia el memorial de su Muerte y Resurrección. Es signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual, en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda para la vida eterna.

¿Cuándo instituyó Jesucristo la Eucaristía?

Jesucristo instituyó la Eucaristía el Jueves Santo, “la noche en que fue entregado” (1Cor 11, 23), mientras celebraba con sus Apóstoles la Última Cena.

¿Cómo instituyó la Eucaristía?

Después de reunirse con los Apóstoles en el Cenáculo, Jesús tomó en sus manos el pan, lo partió y se lo dio, diciendo: “Tomen y coman todos de él, porque esto es mi cuerpo que será entregado por ustedes”. Después tomó en sus manos el cáliz con el vino y les dijo: “Tomen y beban todos de él, porque este es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía”.

¿Qué representa la Eucaristía en la vida de la Iglesia?

La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana. En ella alcanzan su cumbre la acción santificante de Dios sobre nosotros y nuestro culto a Él. La Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia: el mismo Cristo, nuestra Pascua. Expresa y produce la comunión en la vida divina y la unidad del Pueblo de Dios. Mediante la celebración eucarística nos unimos a la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna.

¿Qué nombres recibe este sacramento?

La inagotable riqueza de este sacramento se expresa con diversos nombres que evocan sus aspectos particulares. Los más comunes son: Eucaristía, Santa Misa, Cena del Señor, Fracción del Pan, Celebración Eucarística, Memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, Santo Sacrificio, Santa y Divina Liturgia, Santos Misterios, Santísimo Sacramento del Altar, Sagrada Comunión.

Si a usted le interesa un Catecismo de la Iglesia católica, pídalo al teléfono del Arzobispado de La Habana, 78624000.

(CANTO)

Señor que estás presente en el sacramento del Amor…

Señor que en la Eucaristía nos entregaste todo tu Amor…

Señor que buscas una unión estrechísima con nosotros…

Señor que aquí nos das el abrazo supremo de tu Amor…

Señor que por Amor te entregaste a la pasión y a la Cruz…

Señor que nos has dejado aquí el memorial y el recuerdo vivo de tu Amor…

Señor que nos pides amarte con todo el corazón…

Señor que permaneces en nosotros cuando te recibimos…

(CANTO)

Señor que tienes tus delicias en estar con nosotros…

Señor que nos unes contigo a todos los hermanos…

Señor que nos haces amarnos a todos con un solo corazón…

Señor que llevarás a plenitud nuestro amor en la gloria del Cielo…

(CANTO)

Señor Jesús, nuestro médico divino, te pedimos que nos guardes del coronavirus y de todas las enfermedades letales. Ten misericordia de todos los que han muerto; sana a todos los que están enfermos.

Virgen de la Caridad, ruega por nosotros…

Ilumina a todos los científicos que están buscando un remedio… Fortalece y protege a todos los asistentes sanitarios que están ayudando en estos momentos a los enfermos. Concédeles sabiduría a todos los responsables civiles que están intentando limitar el contagio.

Virgen de la Caridad, ruega por nosotros…

Dales la paz a todos los que tienen miedo y están preocupados, especialmente a los ancianos y a las personas en situación de riesgo. Que tu preciosa sangre sea nuestra defensa y salvación. Y por tu gracia transforma el mal de la enfermedad en momentos de consolación y crecimiento en la fe, la esperanza, y una mayor vivencia del amor. Que temamos al contagio del pecado más que cualquier otra enfermedad. Nos abandonamos con toda confianza en tu amor maternal lleno de misericordia.

Virgen de la Caridad, ruega por nosotros…

La bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y nos acompaña para siempre… Amén.

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