Alocución, 11 de julio de 2021, XV domingo del tiempo ordinario

Por: Arzobispo de La Habana, cardenal Juan de la Caridad García

Gracias a todos los que hacen posible esta emisión radial hoy, domingo 11 de julio, décimo quinto domingo del tiempo ordinario litúrgico. Hoy escuchamos en todas las iglesias católicas del mundo el evangelio según San Marcos, capítulo 6, versículos 7 al 13.

 

(EVANGELIO)

 

Dios Padre nos llamó a la vida mediante el amor de nuestros padres, y al crearnos a imagen y semejanza suya nos llenó de dones particulares, para que en la medida en que fuéramos creciendo y  los desarrolláramos y los hiciéramos crecer, los compartiéramos con quienes nos rodean.

Dios regala los dones como tarea. Jesucristo, quien nos invita a establecer su Reino de amor en medio de nuestras familias, iglesias y pueblos, nos envía a proclamar su evangelio de amor, paz, concordia.

Quiere que arranquemos el mal que nos impide ser amigos y el odio que no nos deja ser felices.

Quiere que recemos por los enfermos y por quienes los cuidan, les hagamos llegar la buena noticia de que Él mismo los ama.

El Señor Jesús nos envía sólo con la Fe, la Esperanza y la Caridad y desea que les dejemos el consuelo, la paz, la fortaleza de la Palabra de Dios, y cuando se pueda, las bendiciones de los enfermos, las bendiciones de los sacramentos y la bendición de la penitencia y la eucaristía.

Es cierto que ante la petición de ir al anuncio del evangelio, dudamos como Moisés: “¿quién soy yo para sacar a mi pueblo de la esclavitud de los egipcios?” (Génesis 2, 12); “como Jeremías, soy un muchacho y no sé expresarme” (Jeremías 1, 6); “como Jonás, quien se fue en dirección contraria adonde Dios le enviaba; algunos apóstoles que, también  antes del envío a todos los pueblos, dudaron” (Mateo 28, 16).

Los hombres de Dios, a pesar de las dudas y vacilaciones, siguieron el mandato de Jesús y vencieron los miedos y las dificultades.

En ocasiones también nosotros tenemos dudas y demoramos el anuncio de Cristo a quienes amamos porque pensamos que no nos harán caso.

Anunciemos el evangelio a los que amamos. Es nuestro mejor regalo. Es la mayor herencia que podemos dejar.

Los bienes materiales que compartimos, aunque alegran, se acaban rápido. La Palabra de Dios permanece hasta el último día. Leamos la Biblia, con los que viven en nuestra casa, recemos con ellos. Nunca demos un no por respuesta de nuestra parte. Si alguien dice que no, no seamos nosotros. Un amor multiplicado surgirá si esposo y esposa leen juntos el evangelio y lo comentan.

Un gran entendimiento se hará presente si padres e hijos leen y comentan juntos la Palabra de Dios; una gran concordia se paseará por la casa si todos leen y comentan juntos lo que Dios dice en la Sagrada Escritura. Y recemos todos juntos para que se haga realidad lo que Dios nos dice y pide. ¡Qué felicidad!

 

(CANCIÓN)

 

Damos gracias a Dios por tantos misioneros y misioneras, de los cuales algunos han venido de lejos, quienes nos han hablado de Dios, de su Iglesia, de la caridad con el prójimo, muy especialmente hoy damos gracias a Dios por la Hermana Toñi, quien después de llenarnos de Dios, regresa a su casa paterna y a su pueblo natal.

 

Estimados todos:

“Ante la necesidad de estar cerca de mis padres y atenderlos en las enfermedades, que están padeciendo, quiero comunicarles con dolor, que he sido destinada a la comunidad de Hermanas del Amor de Dios de mi pueblo: Bullas, de Murcia, en España.

Aquí se queda mi corazón, pues me he sentido acogida, integrada, y he podido desplegar en comunión con la Iglesia, la acción misionera, educativa, vocacional y de caridad.

Han sido 15 años en Cuba, 9 en Ranchuelo, y 6 en La Habana, pero pareciera que hubiera nacido aquí. Me siento cubana. Comparto sus alegrías y sus penas, y lucho con ustedes por vivir la fe, la esperanza y la caridad, pisando ‘tierra’ y mirando al ‘cielo’.

Quiero agradecer a todos los que me han enseñado a ser mejor persona y religiosa, no puedo dejar de mencionar aquí, la bondad y positividad y el ejemplo de vida  de Monseñor Juan de la Caridad, la cercanía de Monseñor Arturo, la apertura a la divina providencia de mi Hna. Teresa, la Confianza de mis Hermanas jóvenes: Marta y Odita, y el ejemplo de entrega de las Hermanas Inmaculada y Victoria.

A los niños de la Guardería, quiero decirles, que me han sacado la mejor música y que me han robado el corazón.

A las maestras y demás personal de la Guardería Padre Usera, que ha sido maravilloso estar cimentados sobre la fe, la esperanza y la caridad, y que así el Amor de Dios llega con transparencia a los niños y sus familias, como quería el Padre Usera.

A los asesores de la Infancia y Adolescencia Misionera, que ha sido hermosísimo el apoyo que unos a otros nos hemos dado para impulsar juntos la misión de los niños y evangelizar a otros niños de la catequesis, e incluso de fuera de la Iglesia.

A los misioneros, que siento no poder acompañarlos en esta tarea perseverante, de ser Iglesia en salida, quiero agradecerles su perseverancia y entrega sacrificada a la Comunidad a la que son enviados.

A la gente sencilla de los campos, que son grandes sabios, que en las dificultades del diario vivir, me han salvado, pues hemos compartido mutuamente, además de la fe, los consejos prácticos y los bienes materiales.

A los adolescentes y jóvenes, de los grupos de Orientación de Vida. Que sigan adelante, pues Cristo los ama, espera mucho de ellos.

A los sacerdotes y seminaristas que han pasado por los grupos de orientación de vida, que estoy orgullosa de haber formado parte de su vida, y que los siento mis hijos.

También quiero pedir perdón por los males ocasionados por mi fragilidad humana, espontaneidad, y por abarcar más de lo que puedo.

Gracias a todos de corazón, seguimos orando unos por otros, y si el  Señor lo permite, cuando pase el motivo de mi ida, quiero regresar a Cuba y seguir compartiendo la vida y la fe con ustedes, mi pueblo cubano. Les abrazo y les quiere: Yo, Toñi”.

 

(CANCIÓN)

 

El próximo viernes 16 de julio celebramos la fiesta de la Virgen del Carmen:

 

Santa María del Carmen, que llevaste en tu seno a Jesucristo,

lo cargaste, le enseñaste la Palabra de Dios, y de tu mismo Hijo

aprendiste a vivir plenamente esta Palabra,

enséñanos  a conservar y meditar el Evangelio de tu Hijo.

Santa María del Carmen, que te hiciste presente en el Monte Carmelo,

donde vivió el profeta Elías, y fuiste amparo y fortaleza

para quienes en Comunidad quisieron seguir a tu Hijo,

ayúdanos hoy a vivir en familia como Tú, José y Jesús

y a quienes nos llamamos cristianos, acompáñanos

para tener un solo corazón y una sola alma.

Santa María del Carmen que desde lo alto de tu Iglesia

proteges y rezas por La Habana,

ruega por nosotros para que alabemos a Dios en tus templos,

sirvamos a los enfermos y más necesitados,

y eduquemos en la fe, la esperanza y la caridad,

a los más pequeños de la familia.

Santa María del Carmen, queremos revestirnos de tu escapulario y de tu amor,

para, al final de nuestras vidas, escuchar de los labios de Cristo:

“Ven, bendito (a) de mi Padre y toma posesión del Reino preparado para ti,

porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber;

fui forastero y me hospedaste; anduve sin ropa y me vestiste;

enfermo y en la cárcel y me visitaste”.

Santa María del Carmen, mira con amor a los sacerdotes, monjas y religiosos

que profesan la espiritualidad carmelitana

y ruega al Espíritu Santo suscite en Cuba muchos obreros del Evangelio

al estilo de los santos y santas carmelitas.

Santa María del Carmen, acuérdate de que eres Madre de los navegantes,

de las que se llaman Carmen, acuérdate de cuántos te veneran en los templos

dedicados a ti y acuérdate también de nuestros difuntos;

Ponte al lado de estos hijos tuyos, como estuviste al pie de la Cruz de tu Hijo,

y presenta a Dios Padre todas nuestras súplicas,

ahora que estás en la gloria del cielo

con tu Hijo Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

 

Felicitamos a todos los pueblos que tienen por patrona a la Virgen del Carmen y a todas las personas que llevan el nombre de Carmen, como primer nombre o segundo.

Llevas el nombre de Carmen, este nombre en el lenguaje de Jesucristo significa “jardín”. La Virgen, cuyo nombre llevas, ha sido un jardín de fe, esperanza y caridad.

Sé tú un jardín de fe, y confía plenamente en tu papito Dios que nunca nos abandona.

Se tú un jardín de esperanza, y ponlo todo en las manos de tu Creador, Salvador y Santificador.

Sé tú un jardín de caridad, y vive cada día más lo que te dice la Palabra de Dios en la Primera Carta a los Corintios, capítulo 3.

Si eres un jardín, tu familia, tu Iglesia y tu pueblo lo serán. Recuerda que la Virgen del Carmen es tu mamá del cielo y está siempre a tu lado. Felicitaciones.

 

(CANCIÓN)

 

Rezamos por el Papa Francisco que está operado y se recupera satisfactoriamente.

 

Señor Jesucristo, acompaña al Papa Francisco en su cama de operado, y tu Espíritu Santo lo fortalezca para que viva hoy su fe, proclamada en esta expresión de fe, que escribió antes de ser ordenado sacerdote:

“Quiero creer en Dios Padre, que me ama como un hijo, y en Jesús, el Señor, que me infundió su Espíritu en mi vida para hacerme sonreír y llevarme así al Reino eterno de vida.
Creo en la Iglesia.

Creo en la historia, que fue traspasada por la mirada de amor de Dios y en el día de la primavera, 21 de septiembre, que me salió al encuentro para invitarme a seguirle.

Creo en mi dolor, infecundo por el egoísmo, en el que me refugio.

Creo en la mezquindad de mi alma que busca tragar sin dar…, sin dar.

Creo que los demás son buenos y que debo amarlos sin temor y sin traicionarlos nunca buscando una seguridad para mí.

Creo en la vida religiosa.

Creo que quiero amar mucho.

Creo en la muerte cotidiana, quemante, a la que huyo, pero que me sonríe invitándome a aceptarla.

Creo en la paciencia de Dios, acogedora, buena, como una noche de verano.

Creo que papá está en el cielo, junto al Señor.

Creo que el padre Duarte está también allí, intercediendo por mi sacerdocio.

Creo en María, mi Madre, que ama y nunca me dejará solo.

Y espero en la sorpresa de cada día en que se manifestará el amor, la fuerza, que me acompañarán siempre hasta ese encuentro definitivo con ese rostro maravilloso que no sé cómo es, pero quiero conocer y amar. Amén”.

 

(CANCIÓN)

 

Con humildad y confianza invoquemos al Señor en favor de los hermanos enfermos por la covid. Al final de cada invocación rezamos “Señor, escucha y ten piedad”.

Visítalos con tu misericordia y confórtalos con tu bendición…

“Señor escucha y ten piedad”.

Líbralos de todo mal…

“Señor escucha y ten piedad”.

Alivia el dolor de su enfermedad…

“Señor escucha y ten piedad”.

Asiste a los que se dedican al cuidado de todos estos enfermos…

“Señor escucha y ten piedad”.

Da vida y salud por quienes estamos rezando en estos momentos…

“Señor escucha y ten piedad”.

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase su voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.

 

(CANCIÓN)

 

Nos unimos a Cristo espiritualmente donde quiera que estemos.

 

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