XV Domingo del Tiempo Ordinario

Por: padre José Miguel González Martín

Palabra de Hoy
Palabra de Hoy

11 de julio de 2021

El Señor me arrancó de mi rebaño y me dijo: “Ve y profetiza a mi pueblo Israel”.

 Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo.

Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos.

 

Lecturas

 

Primera Lectura

Lectura del Profeta Amós 7, 12-15

En aquellos días, Amasías, sacerdote de Betel, dijo a Amós:
“Vidente, vete, huye al territorio de Judá. Allí podrás ganarte el pan y allí profetizar. Pero en Betel no vuelvas a profetizar, porque es el santuario del rey y la casa del reino”.
Pero Amós respondió a Amasías:
“Yo no soy profeta ni hijo de profeta. Yo era un pastor y cultivador de sicomoros.
Pero el Señor me arrancó de mi rebaño y me dijo: ‘Ve y profetiza a mi pueblo Israel’”.

 

Salmo

Sal. 84, 9ab-10. 11-12. 13-14

R/ Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor: “Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos”.
La salvación está cerca de los que lo temen, y la gloria habitará en nuestra tierra. R.

La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo. R.

El Señor nos dará lluvia, y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él, y sus pasos señalarán el camino. R.

 

Segunda Lectura

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 1, 3-14

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos.
Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor.
Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado.
En él, por su sangre, tenemos la redención, el perdón de los pecados, conforme a la riqueza de la gracia que en su sabiduría y prudencia ha derrochado para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad: el plan que había proyectado realizar por Cristo, en la plenitud de los tiempos: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.
En él hemos heredado también los que estábamos destinados por decisión del que lo hace todo según su voluntad, para que seamos alabanza de su gloria quienes antes esperábamos en el Mesías.
En él también nosotros, después de haber escuchado la palabra de verdad -el evangelio de nuestra salvación-, creyendo en él hemos sido marcados con el sello del Espíritu Santo prometido.
Él es la prenda de nuestra herencia, mientras llega la redención del pueblo de su propiedad, para alabanza de su gloria.

 

Evangelio

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 6, 7-13

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió:
“Quédense en la casa donde entren, hasta que se vayan de aquel sitio. Y si un lugar no les recibe ni los escucha, al marchar sacúdanse el polvo de los pies, en testimonio contra ellos”.
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

 

Comentario

 

La Palabra de Dios de hoy de nuevo nos habla de la figura del profeta y el significado de la profecía. Ya recordábamos el domingo pasado que profeta es la persona elegida por Dios, segregada de su pueblo, para hablar en su nombre, para comunicarles a los suyos el mensaje de Dios.

En la primera lectura observamos de nuevo que Dios es quien elige y también quien envía. Elige a quien quiere. En el caso de Amós lo elige, sacándolo de sus tareas cotidianas, pues dice que era pastor y agricultor, cuidaba ovejas y cultivaba higos. Lo elige incluso con cierta oposición interior y lo capacita. Alguien decía que Dios no elige para su Iglesia a los probablemente mejores, sino que Dios elige a personas al servicio del Reino y los prepara para desarrollar su misión. Es decir, que no elige a los más capaces, sino que capacita a los que elige.

Este texto de Amós nos invita a la reflexión personal, a caer en la cuenta de que Dios a mí también me llama y me envía a profetizar a mi pueblo, me arranca de mis rutinas y comodidades para que sea su testigo, a sabiendas de que nadie es profeta en su tierra y, quizás, en el empeño me vaya la vida. El “ve y profetiza a mi pueblo Israel” es un paradigma de la acción misionera de la Iglesia, en la cual estamos integrados por el bautismo. Como bautizados hemos de sentirnos también enviados por el Señor, discípulos misioneros de Jesús.

En el Evangelio de hoy hemos constatado cómo Jesús llama y elige a los que quiere, a los Doce, para constituir el nuevo Pueblo de Dios, que ya no quedará reducido al pueblo de Israel, sino que se extenderá a toda la humanidad. El Maestro preparó a sus discípulos para que también ellos fueran maestros, para que le hicieran presente. Les hizo participantes de su misión. Les dio el mismo poder y autoridad que Él tenía para curar enfermos y expulsar demonios. Y les envió de dos en dos, en equipo, en comunidad, sin apoyos materiales salvo lo estrictamente necesario, para que así se manifestase mejor que el poder con el que actuaban no era personal y propio sino de Dios, para que no se gloriaran de algo que solo puede venir de Dios. Fue el primer ensayo de lo que después ha sido y seguirá siendo la misión de la Iglesia en el mundo entero: predicar la conversión y la misericordia de Dios, liberar de la miseria y del mal a toda la humanidad.

Gracias a la misión de la Iglesia el Evangelio de Cristo llegó a nosotros, transformó nuestras vidas y nos forjó como nuevos testigos y misioneros, enviados por Jesús mismo a continuar la tarea que inició con los Doce. El centro de la misión sigue siendo la persona de Jesús, que nos envía, que nos concede su poder, que es a quien hemos de anunciar. Dice el Papa Francisco: “Ningún cristiano anuncia el Evangelio por sí, sino solo enviado por la Iglesia que ha recibido el mandato de Cristo mismo. Es precisamente el bautismo lo que nos hace misioneros. Un bautizado que no siente la necesidad de anunciar el Evangelio, de anunciar a Jesús, no es buen cristiano”.

El estilo de la misión ha de ser el estilo de Jesús, que siendo rico se hizo pobre por nosotros. Por eso no hemos de apoyar la misión de la Iglesia en poderes mundanos, en estrategias de marketing, en favoritismos o reciprocidades malsanas y encadenantes, en el dinero, en las influencias, en opacidades o silencios cómplices. Solo confiados y apoyados en el poder de Dios, solo desde la verdad del Evangelio, solo desde la humildad y la paciencia, solo desde la pobreza y la escasez de medios y recursos, quedará patente y manifiesto que es Jesús quien nos envía y actúa a través de nosotros, que es Él quien libera y da su gracia a quienes desde toda la eternidad mira con amor.

Qué preciosa descripción de lo que somos y estamos llamados a ser nos encontramos hoy en la segunda lectura. Cada frase, cada afirmación merece una reflexión y un comentario. Vale la pena que lo leamos y meditemos detenidamente, en primera persona, sintiendo que cada una de las afirmaciones está dicha para mí. Yo he sido creado por y para el Señor, redimido por su sangre, marcado por su Espíritu, llamado a la vida eterna.

 

Oración

 

Señor Jesucristo, que tu presencia inunde por completo todo mi ser,

y tu imagen se marque a fuego en mis entrañas,

para que pueda yo caminar a la luz de tu figura,

y pensar como Tú pensabas, sentir como Tú sentías,

actuar como Tú actuabas, hablar como Tú hablabas,

soñar como Tú soñabas, y amar como Tú amabas.

 

Pueda yo, como Tú, despreocuparme de mí mismo para preocuparme de los demás;

ser insensible para mí y sensible para los demás;

sacrificarme a mí mismo, y ser al mismo tiempo aliento y esperanza para los demás.

 

Pueda yo ser, como Tú, sensible y misericordioso;

paciente, manso y humilde; sincero y veraz.

Tus predilectos, los pobres, sean mis predilectos; tus objetivos, mis objetivos.

Los que me ven, te vean. Y llegue yo a ser una transparencia de tu Ser y tu Amor. Amén

 

(P. Ignacio Larrañaga, Encuentro 48)

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