Alocución, 18 de julio, XVI domingo del tiempo ordinario

Por: Arzobispo de La Habana, cardenal Juan de la Caridad García

Gracias a todos los que hacen posible esta emisión radial, hoy, domingo 18 de julio, decimosexto domingo ordinario del tiempo litúrgico. En todas las iglesias se lee el evangelio de Marcos, capítulo 6, versículos 30 al 34.

(EVANGELIO)

Los apóstoles regresan contentos de la misión realizada que Jesús les había encomendado y los invita a ir a un lugar tranquilo para descansar. Un buen lugar tranquilo para descansar del trabajo diario es nuestra casa, el mejor lugar, no solo porque nos pasamos el mayor tiempo de nuestras vidas, de cada día, sino porque allí está la mayor riqueza de nuestra existencia: el amor de nuestros padres, de los esposos, los abuelos, hermanos, nietos y demás familiares.

Después del trabajo, el esposo regresa volando a su casa porque la esposa, la reina, lo espera como la enamorada que desea al amor de su vida; así la casa es un lugar tranquilo, pacífico y pleno de felicidad. Si el esposo no regresa volando porque no lo esperan como el enamorado, nunca encontrará un lugar tranquilo para descansar. Si después de las ocupaciones diarias la esposa sonríe, acaricia, recibe con alegría al rey de su vida, la casa se convierte en un palacio precioso aunque falten muchos bienes materiales. Pero si al esposo lo recibe una araña peluda no hay palacio y sí un infierno.

Si los hijos contemplan cómo se quieren sus padres desearán estar mayor tiempo en la casa y no lejos de ella y aprenderán cómo es el verdadero matrimonio y la felicidad que conlleva, y desearán tener un matrimonio así, y les será más fácil entender y vivir el cariño familiar, la hermandad, que busca la felicidad del hermano o hermana, y les será muy fácil extender esa hermandad a los amigos del barrio, de la escuela, del parque. Qué felicidad para los padres tener hijos así.

Cuando los suegros vean que la hija y el yerno, la nuera y el hijo se quieren, se ayudan, se sienten contentos y felices, se acabarán los conflictos de ellos con los esposos y esposas de los hijos e hijas. Qué paz, que lugar tranquilo donde todos queremos estar.

Cuando los abuelos, que han estado solos durante horas, y llegan los que ellos aman, una gran alegría se hace presente y desaparece la soledad sentida y sufrida; regresó la paz a la casa, se multiplicó la tranquilidad y se puede disfrutar para ellos y para todos. Y cuando los enfermos vean entrar por la puerta de la casa a quienes los aman y cuidan, se olvidaron los dolores porque les llegó la medicina del amor. Y al estar todos juntos en el palacio de la tranquilidad, al cooperar todos en los trabajos domésticos, al comer todos juntos, al ver programas interesantes de la televisión todos juntos y hacer comentarios y al rezar todos juntos, nuestra casa se convertirá en un extraordinario palacio, donde todos desearán regresar temprano y pasarse el mayor tiempo posible. Y a todos nos gusta visitar palacios y vivir en ellos, y a los vecinos también. Y los vecinos al ver que es posible vivir en palacios de amor, construirán el suyo.

Jesús, María y José, quienes vivieron en Nazaret en un palacio de amor, paz y concordia, rueguen por nuestras familias para vivir siempre en lugar tranquilo y lleno de paz.

(CANTO)

Un lugar tranquilo es el sagrario donde se encuentra Jesucristo en el pan consagrado. El camino, la verdad, la vida, el pastor. Ir al sagrario, señalado por una lucecita roja en la iglesia, y conversar con Jesús nos llena de paz. Todos los que pasan un rato de confesión frente al sagrario, se marchan transformados y se sienten guiados en sus vidas por el buen pastor. Si estas agobiado, cuéntale a Cristo tu agobio; si sufres dile tu dolor; si lloras hazlo delante de él; si no puedes perdonar díselo; si tu familia es un desastre, preséntasela; si has hecho el mal pídele perdón; si no tienes esperanza dile por qué; si estas enfermo ruega salud de alma y cuerpo. Háblale de tu vida, de tu familia, de tu iglesia, de tu pueblo.

Un campesino iba todos los días al sagrario y pasaba una hora sentado frente a Cristo eucaristía. El sacerdote admirado le preguntó: “¿Qué le dices al señor Jesús?”. “Yo solo le digo: aquí esta Juan”.

Un joven todos los días hacia una visita al santísimo y pasaba un pequeño rato y le decía al señor: “Aquí está Yin, reportándose”.

El niño Pepito estaba convirtiendo a María, su joven profesora, en un atajo de nervios. Una mañana, antes de que empezara las clases, la profesora María estaba escribiendo algo en taquigrafía. El niño apareció por allí y le preguntó: “¿Qué escribes?”. María le dijo: “Es una oración a Dios”. Pepito riéndose le preguntó: “¿Dios puede leer taquigrafía?”. Ella le respondió: “Dios puede hacer todo, hasta leer esta oración”. Diciendo esto, la profesora se levantó, puso la nota en su Biblia y se volteó para escribir en la pizarra. Al voltearse María, Pepito le robó la nota y la puso en su cuaderno. Años más tarde, al estar mirando en una caja de libros viejos, Pepito encontró la nota aquella. La llevó a la oficina para que su secretaria se la transcribiera. La nota decía: “Querido Dios, ya no puedo estar tranquila y hacer que Pepito se porte bien, porque siempre está molestando y no atendiendo a las clases, toca su corazón. Él es una persona que puede convertirse en alguien muy bueno”. Pepito, al escuchar la traducción de la taquigrafía se quedó atónito, pues solo él sabía cuán acertada había sido esa oración y cuán bien había sido para él, puesto que se convirtió en un gran alumno, en un gran trabajador.

Si en tu familia, si en tu casa, hay una persona conflictiva, escríbele una carta a Dios  y ponla debajo del sagrario pidiéndole que todo se mejore y que todo se arregle. Como los discípulos en la tarde del domingo de Pascua te decimos también:

“Quédate con nosotros Señor, porque va llegando la noche y está declinando el día. Quédate con nosotros para disipar nuestras dudas, para calmar nuestros temores, para mostrarnos el camino. Quédate con nosotros para consolarnos en nuestras tristezas, para apoyarnos en nuestras debilidades, para santificarnos por tu Espíritu. Quédate con nosotros según tu promesa, todos los días y hasta el fin del mundo. Amén.

(CANTO)

Recemos a la Virgen:

Por los médicos que atienden a los contagiados y sospechosos de coronavirus… Santa María de la Caridad ruega por nosotros.

Por todos los enfermeros y enfermeras que están cuidando a los enfermos… Santa María de la Caridad ruega por nosotros.

Por el personal de los centros de higiene y epidemiología, técnicos de la salud y empleados de servicio de los centros de aislamiento… Santa María de la Caridad ruega por nosotros.

Por los científicos que preparan vacunas… Santa María de la Caridad ruega por nosotros.

Por los investigadores de las diferentes ciencias que se unan en pos de lograr erradicar esta pandemia… Santa María de la Caridad ruega por nosotros.

Para que cada discípulo misionero sepa comunicar al viento consuelo y esperanza a los enfermos… Santa María de la Caridad ruega por nosotros.

Por las familias de los contagiados… Santa María de la Caridad ruega por nosotros.

Por los fallecidos a causa de la pandemia y por sus seres queridos que sufren su ausencia y el dolor humano de no haberlos acompañado en el dolor… Santa María de la Caridad ruega por nosotros.

Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

(CANTO)

Recemos por la paz personal, familiar, eclesial, nacional y mundial:

Señor haz de mí un instrumento de tu paz. Donde haya odio ponga yo amor; donde haya ofensa ponga yo perdón; donde haya discordia ponga yo armonía; donde haya error ponga yo verdad; donde haya duda ponga yo la fe; donde haya desesperación ponga yo esperanza; donde haya tinieblas ponga yo la luz; donde haya tristeza ponga yo alegría. Que no me empeñe tanto en ser consolado como en consolar, en ser comprendido como en comprender, en ser amado como en amar. Porque dando se recibe, olvidándose de sí se encuentra, perdonando se es perdonado, muriendo se resucita a la vida.

(CANTO)

Como los israelitas, como innumerable cristianos, manifestamos nuestra confianza en el señor que va delante de nuestras vidas y le prometemos que lo seguiremos, y esto lo manifestamos cantando el salmo 23 “El Señor es mi pastor”.

(CANTO)

Esta noche, todos juntos en la casa, leemos este salmo, salmo 23 y lo comentamos entre todos. Una gran tranquilidad y una gran paz avistarán en nuestros corazones y en nuestro hogar. La bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes, sobre sus familias y permanezca para siempre. Amén.

 

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