Alocución IV Domingo de Cuaresma

Por: Arzobispo de La Habana, cardenal Juan de la Caridad García

Gracias a todos los que hacen posible esta emisión radial hoy domingo 14 de marzo, IV Domingo de Cuaresma, cuando faltan catorce días para el inicio de la Semana Santa, a celebrarse del 28 de marzo al domingo 4 de abril. Hoy, en todas las iglesias católicas del mundo se lee el Evangelio según San Juan capítulo 3, versículos 14 al 21.

(EVANGELIO)

El libro de los Números, que forma parte del Pentateuco, en el capítulo 21 nos narra que el pueblo de Dios protestó contra quien lo sacó de la esclavitud, el mismo Dios Padre. Y ante el ataque de serpientes pidió a Moisés que rogara por ellos y Dios dijo a Moisés: “haz una serpiente y colócala en un poste, el que haya sido mordido, al verla sanará”. Jesucristo refiriéndose a este pasaje bíblico nos dice que él será elevado, levantado, es decir crucificado, clavado en lo alto de la cruz para que todo el que crea en él tenga vida eterna. En la cruz han sido perdonados los horribles pecados de esta humanidad y también los nuestros. Miramos al Cristo crucificado y tomamos una cruz en la mano, delante de él reconocemos nuestros pecados y prometemos arrepentimiento.

Yo confieso ante Dios todopoderoso, ante ti, el único que conoce mi corazón y mi historia; ante ti, el único que puede perdonar los pecados; ante ti, el único que puede cargar con mis faltas y reparar lo que he roto y ante ustedes hermanos, a quienes he ofendido y a los que me han ofendido, que son pecadores como yo y que te suplican conmigo, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. El bien que tú querías concederme y yo he rechazado y el mal al que me he dejado llevar porque me seducía fuertemente. Por mi culpa, y no busco excusas, por mi culpa en la que estoy, por mi gran culpa, que me separa de ti y de mí mismo. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a toda la Iglesia llegada al cielo que ora por nosotros y a ustedes hermanos, a los que ya no quiero engañar más tiempo, que saben ahora todo sobre mí y a quienes pido perdón y con quienes estoy delante de Dios, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor, para que tú Dios mío, me hagas conocer tu mirada sobre mi vida y la de mis hermanos y hermanas, que me heche en tus brazos con todo lo que he hecho y que me perdones todo el mal que te he hecho a ti, a los hombres y a mi alma. Amén.

El profeta Miqueas nos dice en el capítulo 7, versículos 18 al 20:

¿Qué Dios hay como tú, capaz de perdonar el pecado, de pasar por alto la falta del resto de tu heredad? No conserva para siempre su cólera, pues le gusta la misericordia, volverá a compadecerse de nosotros, destrozará nuestras culpas, arrojará nuestros pecados a lo hondo del mar. Concederás a Jacob tu fidelidad y a Abraham tu bondad como antaño prometiste a nuestros padres. Palabra de Dios, te alabamos Señor.

Y nos confesamos cuando podamos, queremos ponernos en la lista de los perdonados: Mateo, Saqueo, Pedro, la adúltera, el paralítico, el publicano, el hijo menor y el mayor, la mujer en casa del fariseo Simón.

(CANTO)

El mal, el pecado, deja daños grandes en la persona ofendida, a veces daños irreparables. Una buena persona oyó hablar mal de un amigo y regó esa noticia por todo el barrio. Tiempo después se dio cuenta de que lo que había dicho era falso y preguntó a un sacerdote cómo reparar el daño. El sacerdote respondió:

-Mata una gallina, recoge todas las plumas, ponlas en un saco y tíralas al aire por las calles del pueblo.

El hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco de plumas y en un día las había soltado todas. Volvió donde el sacerdote:

-Ya he terminado.

-Esa es la parte más fácil. Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste. Sal a la calle y búscalas.

El hombre se sintió muy triste, pues sabía lo que eso significaba y no pudo encontrar casi ninguna. Al volver, el sabio sacerdote le dijo:

-Así como no pudiste juntar de nuevo todas las plumas que volaron al viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho. Lo único que puedes hacer es pedir perdón a Dios y a tu amigo, pues no hay forma de reparar todo lo que hiciste. La próxima vez cuenta todo lo bueno de las personas y cállate lo que dicen los demás de las maldades, porque la mayoría de las veces son totalmente falsas estas noticias.

(CANTO)

El Papa en Erbil, capital del Kurdistán iraquí, el 7 de marzo ha dicho:

“Queridos hermanos y hermanas: Dios no nos deja morir en nuestro pecado. Incluso cuando le damos la espalda, no nos abandona a nuestra propia suerte. Nos busca, nos sigue, para llamarnos al arrepentimiento y para purificarnos. ‘Juro por mi vida, -oráculo de Dios- que no me complazco en la muerte del malvado, sino en que se convierta de su mala conducta y viva’. El señor quiere que nos salvemos y que seamos templos vivos de su amor, en la fraternidad, en el servicio y en la misericordia.

”Jesús no sólo nos purifica de nuestros pecados, sino que nos hace partícipes de su misma fuerza y sabiduría. Nos libera de un modo de entender la fe, la familia, la comunidad que divide, que contrapone, que excluye, para que podamos construir una Iglesia y una sociedad abiertas a todo y solícitas hacia nuestros hermanos y hermanas más necesitados. Y al mismo tiempo nos fortalece, para que sepamos resistir a la tentación de buscar venganza, que nos hunde en una espiral de represalias sin fin.

”Con la fuerza del Espíritu Santo nos envía, no hacer proselitismo, sino como sus discípulos misioneros hombres y mujeres y amados a testimoniar que el Evangelio tiene el poder de cambiar la vida. El Resucitado nos hace instrumentos de la paz de Dios y de su misericordia, nos hace artesanos pacientes y valientes de un nuevo orden social. Así, por la potencia de Cristo y de su Espíritu, sucede lo que profetizó el apóstol Pablo a los Corintios: ‘Lo que parece locura en Dios es más sabio que todo lo humano, y lo que parece debilidad en Dios es más fuerte que todo lo humano’. Comunidades cristianas formadas por gente humilde y sencilla se convierten en signo del Reino que llega, Reino de amor, de justicia y de paz’”.

Después que recibimos la misericordia de Dios, que siempre perdona, viene la paz, la tranquilidad, la luz. La Biblia nos habla de esta luz: “Porque en otro tiempo eran tinieblas, mas ahora son luz en el Señor, anden como hijos de luz”. (Efesios 5, 8).

“Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte, no se puede esconder”. (Mateo 5, 14).

“Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino”. (Salmo 119)

“Este es el mensaje que hemos oído de él y les anunciamos: ‘Dios es luz y no hay ninguna tiniebla en Él”. (1 Juan 1, 5).

“Dios es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? Dios es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme?”. (Salmo 27).

“La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no pudieron contra ella”. (Juan 1, 5).

“Pero si andamos en la luz, como Cristo está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Cristo, su hijo, nos limpia de todo pecado”. (1 Juan 1, 7).

(CANTO)

El libro de los Números en su capítulo 21, versículo 8, nos hace recordar el emblema de la medicina, la serpiente en un poste. Este recuerdo nos lleva a rezar por los que trabajan en favor de nuestra salud.

Voz: Dios padre te doy gracias por los doctores que has puesto en el camino de mi vida, acuérdate de lo que han hecho por mí y mi familia. Gracias a ti y a ellos.

Señor Jesucristo, ellos han sido para mí y los míos buenos samaritanos, no te olvides de premiarnos en esta vida y en la eterna. Espíritu Santo sigue otorgando tu don de ciencia a los médicos, estomatólogos y enfermeros para que sirvan con corazón a sus prójimos y encuentren modos éticos de sanación y venzan las enfermedades con tu gracia creativa. Santa María de la Caridad ruega salud, paz, armonía familiar y alegría a quienes atienden mis dolencias y hazlos felices en su servicio. Beato José Olallo Valdés presenta a Dios Padre mis súplicas para que quienes velan por mi salud constituyan una bella familia en su hogar, Iglesia y centro de trabajo. Amén.

(CANTO)

El próximo viernes celebramos la solemnidad de San José. Felicitamos a todas las comunidades que tienen por patrono a San José y a quienes llevan el nombre de José. Los santos nos hablan de San José:

“San José tomó las manos pequeñas de Jesús y alzándolas al cielo dijo: ‘Estrellas del cielo, he aquí las manos que te crearon. Oh Sol, he aquí el brazo que te sacó de la nada’”. (Beato Guillermo José Chaminade).

“Lo que muchos reyes y profetas desearon ver y no vieron, desearon oír y no oyeron, a San José le fue permitido. No solo ver y oír sino cargar, guiar, abrazar, besar, alimentar y proteger al Mesías hecho niño”. (San Bernardo de Claraval).

“Noble San José, me regocijo porque Dios te encontró digno de tener esta posición eminente, por medio de la cual, establecido como padre de Jesús, vio a aquel cuyas órdenes el cielo y la tierra obedecen, sometiéndose a tu autoridad”. (San Alfonso María Ligorio).

“José fue el primer adorador, el primer religioso”. (San Pedro Emiart).

“No sabes que el hijo de Dios prefirió la pureza de la carne a tal grado que se hizo hombre en el vientre sellado de una virgen en vez de la dignidad del matrimonio. Y si eso no le bastara, que no solo sea la madre una virgen, permanece la creencia de la Iglesia que San José, quien hizo la función  de padre, es también virgen”. (San Pedro Damián).

“San José, reza para que mi amor por el niño Jesús crezca, se un padre para mí”. (San Juan Neumann).

“Los Evangelios no citan ni una sola palabra de San José, su lenguaje es el silencio”. (San Pablo VI).

“Tenemos que estar convencidos que en consideración de sus grandes méritos, Dios no reusará a San José ninguna gracia que él le pide para aquellos que lo veneran”. (San Alfonso María Ligorio).

“Si San José no nos concede favores dejaría de ser San José”. (San Pablo II).

“Que aquel que no se encuentre a quien le enseñe a rezar que elija al glorioso San José por su maestro y no se desviará del camino recto”. (Santa Teresa de Ávila).

“¿Quién puede concebir los sentimientos de San José al oír al niño Jesús llamarle papá?”. (San Bernardino de Siena).

(CANTO)

Voz: En este momento nos preparamos para recibir la comunión espiritual.

(CANTO)

San José ruega por nosotros. Y la bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros, sobre nuestras familias, sobre nuestros enfermos, sobre todas las personas que llevan el nombre de José, y permanezca para siempre. Amén.

(CANTO)

A continuación ofrecemos íntegramente la alocución de Mons. Ramón Suárez Polcari, canciller de la Arquidiócesis de La Habana.

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