“Herencia” para abrazar al mundo

Por: Miguel Terry Valdespino

“La Virgen de papá y mi sueño con El Cobre”
“La Virgen de papá y mi sueño con El Cobre”

Con ese humor exquisito que lo caracterizó siempre, recordaba el trovador argentino Facundo Cabral que su tío Pedro nunca trabajó. Odiaba el trabajo y por eso desconfiaba del comunismo ruso. “Cómo se puede confiar en un país que tiene la bandera llena de herramientas”, decía medio asustado el tío de Facundo.

Pero lo cierto es que, más allá del chiste del trovador argentino, trabajo y herramientas ayudaron sobremanera en la construcción y desarrollo de la civilización humana. Las herramientas sirvieron para que el hombre, aunque fuere mínimamente pagado, llevara el pan de cada día a los suyos, tal como lo hizo durante años Jesús San Jorge, un humilde reparador de lavadoras que, con su inesperado fallecimiento, dejó en “herencia” a su hijo, el pintor Denys San Jorge, una sustanciosa lista de herramientas de todo tipo: llaves inglesas, llaves españolas, destornilladores, picoloros, pinzas, alicates, tuercas, arandelas…

Diversas ciudades del mundo, abatidas por la Covid, tomaron cuerpo en las herramientas de Denys San Jorge

Con todo ese arsenal a mano y sin las habilidades de su padre para ejercer el oficio de reparador de lavadoras, San Jorge entendió que las herramientas bien podían tener  un uso muy diferente  en el ámbito de las artes visuales. Y a ello se encomendó.

Sorpresa  causaría cuando la “herencia” irrumpiera, formando paisaje en un par de obras suyas, en un evento de Ars Latina celebrado en Baja California, México, y sorpresa contundente causaría más tarde, en la expo Del símbolo a la metáfora, inaugurada en 2010 en el Centro Cultural Félix Varela, donde por primera vez el público tendría conocimiento de una verdadera obra maestra realizada a base de estas herramientas: la Virgen de la Caridad del Cobre.

La pieza, titulada en realidad “La Virgen de papá y mi sueño con El Cobre”,  ha sido promovida persistentemente en Cuba, reconocida por la conmovedora imaginación del artista, y antologada en diversas publicaciones internacionales, especialmente en el enjundioso libro La Virgen de la Caridad del Cobre en el alma del pueblo cubano, del doctor Emilio Cueto.

Junto al investigador y coleccionista doctor Emilio Cueto
Junto al investigador y coleccionista doctor Emilio Cueto

Desde entonces hasta hoy, mucha agua ha corrido bajo el puente, en proyectos completamente distintos se ha enfrascado Denys San Jorge; pero la pandemia que irrumpiera duramente en casi todas las naciones del planeta lo llevó a replantearse, como muchos artistas, no solo el modo de llegar al público, sino también el modo de no pasar por alto  los estragos de una enfermedad arrasadora y preocupante que ha venido a enlutar a miles de familias en el mundo y parece no detenerse con nada ni ante nada.

Cuando los sentimientos son fuertes y la vocación genuina, no pueden apresarse entre cuatro paredes. No se pueden limitar a una institución cultural. Por eso la orden de cerrar la galería de arte Angerona en Artemisa, por la contingencia sanitaria, no impidió que su director, Denys San Jorge, continuara creando intensamente desde casa.

Entonces ciudades como Wuhan, Roma, Venecia, Lombardía, Quito, Guayaquil, Nueva York, Miami…, donde la muerte se asomaba a cada espacio,  donde, como en el Infierno de Dante, parecía advertir: “mortales, dejad aquí toda esperanza”, donde el personal sanitario parecía enloquecer o moría, encontró en este hombre un modo humilde de expresarse otra vez desde la flexibilidad de sus herramientas, para regar  a través de  las redes sociales un mensaje de amor a la especie humana, siempre en peligro, un mensaje para hombres y mujeres de todas las razas, credos, tendencias políticas…

Pero la historia de Denys San Jorge se complicó un día al despertar  con la noticia de que su pueblo, donde residen más de cuarenta mil habitantes, acababa de aportar una nota negra a una situación de por sí ya oscura, cuando un brote masivo de covid, consecuencia de una imprudente actitud social,  comenzó  a poner  en jaque y cuarentena no solo al casco urbano de Bauta, sino al municipio entero.

Si antes San Jorge estaba conmovido, al punto de dedicar su homenaje a ciudades de medio mundo, ahora se conmovía doblemente, pues  la enfermedad se había plantado a las claras entre la gente que, a lo largo de toda una vida, compartieron con él  un espacio común de carencias y esperanzas. Calles desiertas, puertas cerradas herméticamente, mercados vacíos, miedo silencioso, desconfianza, incertidumbre… El peligro estaba en todos lados. Igualmente la infinita poesía del arte.

No esperó demasiado San Jorge. Bauta también tendría su nombre “escrito” con arandelas, pinzas, llaves… Si con la sencillez de sus piezas intentaba  abrazar a distancia a chinos, italianos, norteamericanos…, si de alguna manera quería compartir con ellos “el tamaño de su esperanza”, como decía  Borges, también la vida y el arte lo invitaban  a voltear los ojos  sin demora hacia la suerte de su terruño. Menos no podía esperarse de quien un día recibió, de manera inesperada y dolorosa, las herramientas que abrían de servirle para “escribir”  un infinito mensaje de humanismo.

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