El testimonio de Lucía do Santos

Por: Daniel Céspedes Góngora

En un momento de avanzado el largometraje Fátima (Marco Pontecorvo, 2019), el profesor Nichols (Harvey Keitel), en proceso de pesquisa para su libro sobre los misterios de Fátima, tiene una conversación con la hermana Lucía (Sónia Braga), a quien ha ido a visitar en su retiro conventual. Lucía fue uno de los niños pastores que, junto a sus primos Jacinta y Francisco Marto, testificaron la aparición de la Virgen entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917. Nichols  expresa opiniones/cuestionamientos relacionados con lo que elegidas personas ven. Algo así de por qué las apariciones exponen mucha semejanza con los iconos populares, ya presentes en las iglesias. Ella le recuerda que Dios tiene que manifestarse en una forma que la mayoría espera. De este modo se hace más comunicable en términos de imágenes.

En cuestiones de anunciación, asunción y presentación…; en cuestiones de apariciones terrenales testimoniadas por personas privilegiadas; en cuestiones incluso de edificaciones de santuarios…, no se cumple al pie de la letra lo que dijera Alfonso Reyes de acuerdo a la posibilidad que tenemos a la hora de referirnos a algo o a alguien: “Muy fácil juzgar de las cosas a posteriori”. Pues, si bien se advierten hoy algunos incrédulos en relación con el “secreto de Fátima”, los creyentes de esta advocación de la Virgen María predominan por doquier. De hecho, la película no sólo se encarga de mostrar los inicios de la veneración a Fátima, sino lo trasnacional de sus acontecimientos y mensajes en favor de Portugal y el mundo. No se olvide que la contemporaneidad del culto se debió a mediaciones, a propósito de “recados” con alarmantes componentes proféticos y escatológicos: una guerra mundial, la conversión al catolicismo de la Rusia soviética después de su desintegración en 1990 y el intento de asesinato de Juan Pablo II.

Fátima (Marco Pontecorvo, 2019)
Fátima (Marco Pontecorvo, 2019)

Ensoñaciones, teorías divagantes, juego de chicos, imaginaciones, mentira, irrespeto, apariencias, cuento, supersticiones estúpidas…  fueron algunas de las calificaciones empleadas desde la madre de Lucía dos Santos hasta el alcalde del pueblo. “¿Qué daño pueden hacer tres niños pequeños?”, le pregunta al responsable de la autoridad su esposa. Él le responde: “Más de lo que piensas (…): lo peligroso es lo que ellos representan. Más peligroso que las armas”. Ella vuelve a cuestionarle: “¿Qué podría ser peligroso acerca de conocer a la Santísima Virgen? Es algo maravilloso. Y es maravilloso que haya sucedido aquí”.

Como se sabe, los primos de Lucía murieron pronto. La Virgen se los anticipó. La misión más duradera (“un mensaje de sufrimiento y expiación” tan precoz) recaería en Dos Santos. El 28 de abril de 1919 es iniciada la construcción de la Capilla de las apariciones. Pero hubo que esperar más de diez años para que el obispo de Leiria declarara dignas de fe tanto las apariciones como la libertad o autorización del culto de Nuestra Señora de Fátima. Este acontecimiento ocurrió el 13 de octubre de 1930. Así como la fundación verdadera de las ciudades principia en los campos, de tal destino es la junta de fes que rebasan lo rural hasta expandirse hacia las pequeñas y grandes urbes. En la actualidad, el santuario de Fátima es uno de los espacios más acogedores de peregrinos de todas las regiones del mundo.

En la película se alterna entre el presente de Lucía y el investigador y los orígenes del culto en la segunda década del siglo XX. Como es de esperar, la curiosidad ante el hecho mayúsculo y la fuerza dramática del relato recaen en ese pasado, donde yace el conflicto entre el escepticismo y demás prejuicios y la creencia y la posterior aprobación. No obstante, según acontecieron los hechos, la Lucía añosa puede confesarle ya a Nichols: “La fe comienza en los límites del entendimiento”.

Valga resaltarle además a Fátima su puesta en escena sencilla y de una excelencia atendibles. En particular, hay que resaltar el empleo de la tonalidad ocre de interiores y exteriores de los días y las noches, integrada a esos verdes y amarillos lívidos, a veces sombríos, otras de una luminosidad natural bien resuelta, siempre hermosa, presentes en la campiña lusitana. La fotografía, en principio, privilegia el fuerte lazo del ser humano con el paisaje rural. En cuanto al trabajo con los actores, reconozcamos a los mencionados Keitel y Braga, pero también a Joaquim de Almeida, Goran Višnjić, Simão Cayatte, Lúcia Moniz (encantadora y descollante como la madre de la niña principal), Joana Ribeiro entre otros, sin dejar de mencionar a los niños Alejandra Howard como Jacinta, Jorge Lamelas como Francisco y en especial la Lucía de Stephanie Gil.

Las mal llamadas películas religiosas parecen concernir sólo a un público católico, como si las demás teologías desecharan de inmediato lo relativo al conocimiento del culto a figuras y desconociera al mismo tiempo los hechos asociados a Dios y a lo divino en general. El amante del cine tiene sus preferencias en cuanto a géneros, temáticas y asuntos, como los tiene cualquiera, pertenezca o no a una religión. Pero menospreciar un documental o una ficción porque pretenda alguien “fortalecer” una ética laica radical, priva su intelecto de corporeizar una imagen más abarcadora de la historia de la Humanidad.

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