Memorias de un sacerdote escolapio en Guanabacoa

Texto y fotos por Antonio Miguel Fontela Lamelas

Entrada para los niños externos.
Entrada para los niños externos.

En recordación de mi tío, Jesús Lamelas Román, fallecido en 1946, seminarista escolapio de El Buen Pastor. R. I. P.

Con la llegada al poder de Fidel Castro se produjeron vastas transformaciones sociales, políticas y económicas, las cuales incidieron también sobre las escuelas privadas seglares y religiosas. El 7 de junio del presente año se cumplió el sexagésimo aniversario de la publicación en la Gaceta Oficial de la Ley de Nacionalización de la Enseñanza.1

Por tal motivo, es oportuno analizar los efectos ocasionados por el proceso interventor seis décadas después de su aplicación. Una muestra fehaciente del resultado obtenido lo constituyen las Escuelas Pías y en particular la ubicada en el municipio de Guanabacoa.

La historia asegura que cuando se produjo la invasión por Playa Girón el 16 de abril de 1961, los milicianos ocuparon los Escolapios de Guanabacoa. No obstante, continuaron las clases y se examinaron a los niños como se tenía programado.2

Sin embargo, la última graduación se efectuó el 18 de junio de 1960 porque el 2 de mayo de 1961, aún sin concluir el curso 1960-1961 y encontrándose ocupada la escuela, se presentaron los jefes castrenses al superior de la orden, padre Pedro Carceller, y le notificaron que el centro quedaba oficialmente nacionalizado.3 De este modo, era confiscado el colegio treinta y seis días antes de divulgarse la legislación correspondiente en la Gaceta. El templo y el noviciado no fueron incautados. Los alumnos y los maestros laicos se distribuyeron entre otros centros de enseñanza en los cuales pudieron concluir el año lectivo.4

Actualmente, en la concurrida esquina de las calles Quintín Banderas y Máximo Gómez, el transeúnte se asombra al descubrir a seis metros de altura, la hornacina vacía y con el vidrio roto que albergaba una imagen de San Antonio de Padua, cuyo último “milagro” en la villa de Pepe Antonio fue haber desaparecido, ante la vista pública, sin que nadie se percatara de la hazaña “sobrenatural”.

La deplorable vacancia solo sirve de aviso al caminante interesado en la historia de la educación, para que no lo deprima el estado calamitoso que presentan los predios de la antigua escuela sesenta años después de intervenida.

Si el estudioso peregrino continuara su bojeo a todo el conjunto del colegio –claustro, aulas y campos deportivos–, que comprende unos quince mil metros cuadrados, la estupefacción inicial se transmutaría en tristeza, pese a la advertencia del taumaturgo paduano, al contemplar el estado “destructivo” de lo que fuera hasta 1961 uno de los mejores planteles católicos de América Latina y del Caribe, si no el mejor de todo el continente americano.

Ha avanzado tanto el deterioro, que las paredes y los techos se aprecian claramente a punto de caer sobre los trabajadores del Municipio de Educación de Guanabacoa, quienes laboran en las oficinas instaladas en el inmenso edificio desde hace más de veinte años, a pesar del peligro.

Solo la casa del noviciado se libra de la declinación y fue en ese sitio donde el padre escolapio Ricardo Alberto Sola Ros, rector y superior de la orden en Cuba, tuvo la gentileza de exponerle a Palabra Nueva una historia sucinta de la Orden de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, más conocidos como escolapios.

Rector Alberto Sola Ros (R. A.): Soy oriundo de Abárzuza, una aldea ubicada en Navarra, muy cerca de Pamplona. Llegué a Cuba el 18 de agosto de 2019, cuatro meses antes de que se iniciara la pandemia. Llevo acá un año, diez meses y unas semanas. Debo aclarar que como soy el único sacerdote escolapio residente en el país, los títulos de Rector o Superior pierden sus significados. Digamos mejor que soy el coordinador de la orden escolapia en Cuba con un solo miembro, Iván Guerra, escolapio cubano en etapa de formación filosófica.

La orden fue fundada el 25 de marzo de 1617 y este colegio de Guanabacoa se creó en 1857. Primero fue Escuela Normal y once años más tarde se convirtió en una academia de enseñanza general.5 Nuestro carisma es “Evangelizar educando”; el lema, “Piedad y Letras”. Las Escuelas Pías están presentes en cuarenta y cinco países.

Actualmente, se están instituyendo muchas en África, Asia y América Latina (Perú y Guatemala). Nos organizamos por provincias. Cuba pertenece a la provincia escolapia de Centroamérica y el Caribe desde el 1ero. de enero de 2013, junto con Nicaragua, Venezuela, República Dominicana y Costa Rica.

Teníamos escuelas en Pinar del Río y Camagüey. Aquí en La Habana, además de este centro que era colegio y noviciado, se encontraban el colegio San Rafael de Centro Habana, los Escolapios de la Víbora y la casa de convivencias de Cojímar, próxima a la Poceta de los Curas, la cual tenía un campo de fútbol y varios campos de béisbol.

Cuando las Escuelas Pías se intervinieron, había treinta y nueve sacerdotes y dos hermanos escolapios. Muchos fueron expulsados del país, a ellos se sumaron otros a quienes el gobierno no expulsó pero desearon marcharse; ellos constituyeron, en su mayoría, la base de las Escuelas Pías de México y California.

Algunos optaron por permanecer en la isla para apoyar el trabajo pastoral. Inicialmente fueron los españoles Ramón Clapers Fargas, Francisco Botey Vallés, Joaquín Hereu Peret, Jaime Manich Franch, Ángel Casas Bayer, Juan Cunillera Solanes, Antonio M. Entralgo de la Vallina y los cubanos Pastor González García, Julio González Tolosa, Haroldo Guerra Molerio. También se encontraban el hondureño Raúl Palma Gómez y el hermano Vicente, oriundo de República Dominicana.6

En La Habana quedaron los padres Pastor y Hereu, mientras que Clapers se radicó en el Convento de la Merced en Camagüey y Manich en Pinar del Río. El resto de los mencionados emigró al poco tiempo. Años más tarde se incorporó como sacerdote y escolapio el cubano José Coviella, quien había sido maestro laico de este centro.

Hicieron una labor muy bonita, porque se dedicaron a servir a la feligresía de manera individual, distribuidos por toda la República, a pesar de que eran sacerdotes de vida comunitaria. Renunciaron a vivir en comunidad en tiempos muy difíciles para consagrados y creyentes. Algún día, la Orden deberá darles a estos presbíteros, especialmente a Manich y a Clapers, el reconocimiento que se merecen.

Solo conocí al padre Joaquín Hereu, coincidimos allá en España, en los años 1970 o 1980, cuando llegó un poco enfermo y fue destinado a California donde falleció.

Con el paso de los años, nuestra Orden se redujo por motivos de enfermedad y de vejez, lo cual provocó que en dos ocasiones el Capítulo Provincial haya resuelto cerrar nuestra representación en Cuba, pero por diversos motivos no se materializó semejante decisión. Dios no lo ha querido.

¿Tristezas, dices? ¡Ninguna! Tengo mucho trabajo por delante. Estoy convencido de que nuestra historia en Cuba aún está por hacerse. Me enorgullece saber que muchas celebridades de la isla han sido nuestros alumnos. Numerosos médicos, científicos, artistas, hombres de bien han pasado por nuestras aulas cubanas. Sus nombres aparecen en diversas publicaciones que abordan nuestra historia.

Solo me duele constatar que se hayan arruinado cuantiosos recursos educativos, que posteriormente no fueron utilizados por los interventores como debían haberlo hecho, los cuales serán muy difíciles de recuperar si las Escuelas Pías volvieran a impartir clases. Un ejemplo es la casa de Cojímar, de la que actualmente solo quedan sus cimientos. Si dijéramos, el gobierno nos la quitó para después usarla en algo provechoso a la nación… pero nada de eso ocurrió. Ni qué decir de este colegio de Guanabacoa, compruébalo tú mismo. Observa cómo está.

Se perdieron una biblioteca magnífica, un museo dotado con piezas únicas y un jardín botánico excelente. Fue desmantelado el laboratorio de Ciencias Naturales que permitía realizar experimentos demostrativos de Física, Química y Biología. Solo basta mirar antiguas fotos de esta escuela, de su claustro y del jardín para comprobar el estado lamentable que presenta ahora lo intervenido.

  1. N.: ¿Los escolapios han solicitado permiso al gobierno para reiniciar las clases?
  2. A.: Por desgracia no hay diálogo posible, al menos como yo lo veo en estos momentos. Ten en cuenta que si las reiteradas solicitudes cursadas a los gobiernos municipales para que retiren la basura vecinal acumulada en los escolapios y en San Judas Tadeo no han progresado, ¿crees que la que tú planteas progresará?

  1. N.: De cualquier modo, padre, suponiendo que el gobierno deseara un acercamiento, presionado como está por la falta de maestros, y quisiera que ustedes volvieran a impartir docencia, ¿los escolapios estarían dispuestos a comenzar?
  2. A.: Comenzaríamos, por supuesto, pero no de un modo inmediato. La recuperación de los edificios requiere de un período de varios años. Atendiendo solo al pésimo estado que presenta este de Guanabacoa, por ponerte un ejemplo, sería imposible hacerlo en menos tiempo. Además, tal empeño exige un desembolso considerable que debe amortizarse en determinado plazo, y para lograrlo sería ineludible cobrar el servicio educativo a todos sin excepción, cosa que no acostumbramos, al menos durante el período necesario para sufragar la inversión.

Hago un paréntesis para destacar un rasgo importante: teníamos alumnos que pagaban la matrícula y otros, sin recursos, que no podían hacerlo, pero se guardaba en el más absoluto secreto los nombres de quienes costeaban sus estudios y de quienes no. Ni los profesores lo sabían. No había distinciones entre unos y otros. Todos eran absolutamente iguales. ¿Qué te parece? Los escolapios no eran solo para gente adinerada, eran para todos. Te digo más: somos para todos.

No obstante, a pesar de las grandes dificultades que pudieran presentarse para recomenzar nuestro trabajo formativo, lo haríamos, puedes estar seguro. No sería la primera vez que los escolapios partimos de la nada. De este modo empezó en Roma el fundador de la Orden, San José de Calazán. Si revisas nuestra historia, verás que ha estado llena de conflictos, de peligros. Por citar un ejemplo, durante la Guerra Civil Española, bajo la República, fueron fusilados, solo en Cataluña, 277 sacerdotes escolapios sin juicio.

  1. N.: ¿Algo muy personal que desee compartir con los lectores?
  2. A.: Sí. Te confieso que cuando medito acerca del estado actual de lo que fueron ayer las Escuelas Pías, siempre me pregunto: ¿quiénes perdieron más con la intervención, los escolapios o los cubanos?

  1. N.: Muchas gracias, padre Alberto, por compartir sus memorias.
  2. A.: Gracias a Palabra Nueva por brindarme esta oportunidad. Ω

Notas

[1] Gaceta Oficial de la República de Cuba, Primera Sección, Año LIX, La Habana, miércoles, 7 de junio de 1961, tomo quincenal, número XI, número anual 109, 4 secciones, pp. 10657-10658.

2 Pedro Carceller: “Guanabacoa (CU) Colegio, santuario y casa de formación”, 1990, artículo original del DENES (Diccionario Enciclopédico Escolapio). Consúltese Enciclopedia-WikiPia (http://wiki.scolopi.net).

3 Ibídem.

4 Ibídem.

5 Tuvo varias etapas en Cuba: 1857 (Escuela Normal), 1868 (Escuela Pía). Véase Antonio Lezáun: Historia de la orden de las escuelas pías (Manual de 192 pp.), Madrid, 2010, p. 157.

6 Solicitud dirigida al Señor interventor de las “Escuelas Pías” de San Rafael, para la permanencia en el país de los mencionados en el párrafo. Mensaje fechado el 17 de mayo de 1961 y firmado por Ramón Clapers, S. P. Vicario Provincial.

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