Hoy y mañana de una pandemia (10)

Por: José Antonio Michelena y Yarelis Rico Hernández

El 2020, año bisiesto que comenzó un miércoles, estará marcado a fuego en la historia de la humanidad por la transmisión incontenible, hacia los cinco continentes, del virus SARS-CoV-2, causante de la Covid-19, propagación iniciada en China durante 2019.

La Covid-19 ha cobrado muchísimas vidas y puesto a prueba, en el manejo de la crisis, a gobiernos y estados de sociedades muy diversas: desde las más democráticas y abiertas, hasta las más autoritarias y cerradas.

Pero también nos ha puesto a prueba a nosotros, que estamos viviendo una experiencia inédita, inimaginada, y no sabemos con exactitud cuándo y cómo va a terminar esta pesadilla. Tampoco qué vendrá después que concluya.

Mucho se ha especulado al respecto, al punto de llegar a la (casi) saturación del tema, pero no por mirar hacia otro lado la pandemia dejará de estar ahí, como el dinosaurio de Monterroso. Cada día nos levantamos y acostamos junto a su sombra.

Como han hecho otras publicaciones, hemos querido consultar el parecer de un grupo de intelectuales, al que hemos sumado la opinión de algunos católicos, entre ellos sacerdotes, religiosas, religiosos y jóvenes laicos, para inquirir sobre sus experiencias particulares durante todo este tiempo, saber cómo lo han empleado, cómo han transcurrido sus días, qué piensan sobre este presente, y qué esperan del futuro, cómo lo imaginan.

 

DONDE ABUNDÓ EL PECADO, SOBREABUNDÓ LA GRACIA

Neife María Rigau Chiang
Neife María Rigau Chiang

Neife, ¿cómo has vivido estos meses de encierro? ¿Le has sacado provecho?

“Confieso que, de algún modo, me resultó difícil adaptarme a la idea del confinamiento —prefiero no llamarlo encierro—, debido a la actividad que, por lo general, estoy acostumbrada a tener en mi rutina diaria, por el trabajo, el estudio y las demás responsabilidades. Además, lo acelerado del proceso, la incertidumbre, las preocupaciones por decisiones no tomadas a tiempo y con acierto en el ámbito político-económico, fueron en mí motivos para que en ocasiones me sintiera abrumada. Sin embargo, di un giro una vez que puse a un lado mis luchas internas con la realidad y, estando en la nueva posición, me dispuse a recibir las gracias que Dios tenía para mí.

”A partir de ese momento, ‘el encierro’ me supo a retiro. El tiempo que en apariencia pintaba perdido, pude verlo como una oportunidad. Como en todo momento, en este periodo también me ha reconfortado saberme acompañada por Dios; es una de las certezas que debemos guardar siempre en nuestro interior, pues nos concede la fuerza que necesitamos para actuar o la paciencia que precisamos para esperar. Esa certeza es la esperanza cristiana.

”En este tiempo he descubierto nuevas formas de acompañar a otros, aun sin poderlos ver, estar físicamente cerca o ayudarles en gestiones concretas. He podido degustar lo agradable que resulta estar en casa y no solo en cuanto a lo tangible. He disfrutado de los momentos de ocio, trabajo y oración con mis padres; de las sublimes bondades que la naturaleza nos regala desde donde estamos, como ver renacer una planta y reflexionar por medio de ella sobre la esperanza de la resurrección y el valor que tiene cuidar de la vida; deleitarme con los matices del ocaso y meditar acerca de la luz y la oscuridad en analogía con la Verdad y la falsedad. Todo ello a propósito de lo que hemos vivido en estos meses. Menciono lo anterior puesto que no siempre, por las causas que dije al inicio, puedo vivir esos gratos momentos. Además, he podido dedicar mucho tiempo al estudio, lo cual es siempre un verdadero obsequio para quienes gozan de aprender. Por esas razones me siento agradecida con lo que hasta ahora he podido hacer y siento que, desde mi ritmo, o el de Dios, el tiempo empleado ha sido provechoso”.

¿Hay alguna conclusión que hayas hecho, en términos existenciales, que quieras compartir?

“En este tiempo he podido hacer algunos viajes… Se preguntarán cómo ha sido posible si han estado cerradas las fronteras, las carreteras… Pero sí, he viajado hacia dentro, hacia lo profundo, lo cual me ha permitido reflexionar y cultivar un poco más el espacio interior que ocupa la espiritualidad. Una de las reflexiones fue respecto al origen de esta lamentable situación y la presencia de Dios en medio de ella. Definitivamente, lo afirmo con una férrea certeza, esta enfermedad no ha sido obra de Dios, puesto que Él es infinitamente bondad, infinitamente misericordia e infinitamente amor. Jamás haría nada que hiciera sufrir a sus hijos, por muy lejos que se encuentren de su camino, por muy dañada que esté la relación a causa de malas decisiones. Siempre existirá de su parte la intención de recibirnos con los brazos abiertos. Por ello pienso que el génesis de lo que ha ocurrido en los últimos meses, reside en los actos humanos, sí, en aquellos que carecen de amor, de responsabilidad. Cuando los seres humanos actuamos de esa manera, siempre da lugar a escenarios de dolor, a nivel micro, heridas, rivalidades, rupturas; a nivel macro, guerras, regímenes totalitarios y pandemias que paralizan al mundo.

”Pero vuelvo a lo que ya expresé, e insisto en ello, debido a que, a pesar de dichos actos, ¿cómo creen que haya respondido y responde Dios? ¿Con ira? ¿Dándonos la espalda? No, de ninguna manera, pues como bien dijo el apóstol san Pablo en su carta a los Romanos: ‘donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia’ (cf. Rm. 5, 20b). Aunque no podamos tener datos sensibles de su presencia, podemos regocijarnos en la idea de que ha ido laborando y labora, discretamente, en nuestra vida, en nuestra realidad, haciendo que sobreabunde la bondad.

”Hemos visto a través de las noticias lindos gestos solidarios en otros lugares del mundo, pero sería bueno detenernos y buscar con agudeza su presencia en el lugar en donde estemos, a pesar de todo lo negativo que podamos encontrar. Para mí ha estado presente en la señora que compartió sus alimentos con otros, en quien, arriesgándose, realiza la mensajería de sus vecinos, en aquellos que han estado cosechando o elaborando los alimentos que hemos podido tener en nuestra mesa; en los familiares, amigos o conocidos que en innumerables ocasiones han llamado o escrito para preocuparse, en los que han realizado donaciones en favor de los que se encuentran en situaciones desfavorables, y, claro está, en tantos que se han mantenido confortando y acompañando a los más vulnerables: los enfermos, los presos, los perseguidos, los que no tienen hogar, los ancianos solos”.

¿Qué enseñanzas pudiera dejarnos, como seres sociales, este tiempo de aislamiento?

“Como no estamos solos, como hemos sido creados para vivir en comunidad y nuestro ser en todo momento tiende hacia el otro, y ese otro, a la vez, nos hace  ser, tenemos un deber respecto a su persona. En momentos en los que cualquier descuido puede ocasionar daños a la vida ajena o la propia, se percibe con más claridad el valor que posee ser responsables. No solo en el sentido etimológico de la palabra, que indica la capacidad de responder a nuestros actos u omisiones, sino también nos urge estar atentos en todo tiempo y lugar, permanecer despiertos para hacer un ejercicio de conciencia plena en lo que decido y en la acción que ejecuto. Considero que es una de las enseñanzas que nos ha regalado este tiempo”.

¿Cómo avizoras el futuro pospandemia?

“Me resulta muy difícil esta pregunta. Hay tantas hipótesis inconclusas y tantas preguntas sin respuestas, que prefiero no hacer juicios que parezcan determinantes o redundar en lo que otros ya han expresado. Eso sí, soy consciente de que sucederán muchos más cambios de los que han ocurrido hasta ahora, en todos los niveles. Algunos podrán ser beneficiosos para la humanidad, pero otros también pudieran resultar perjudiciales. Expreso lo anterior porque en nombre del ‘bien’, muchos pueden abusar del poder y los medios de comunicación que les han sido otorgados, para obtener los beneficios que deseen del ámbito social. Entre los que sobresalen para mí, está el control sobre las ciertas libertades ciudadanas.

”Veo el futuro enmarcado en la relación desafío-oportunidad. Desafío por los retos que traerán consigo los cambios. Oportunidad, porque el ser humano es capaz de adaptarse a nuevas situaciones y sacar provecho de ellas para su crecimiento y el de los que le rodean”.

 

Neife María Rigau Chiang, 21 años.

Estudiante de Humanidades en el Instituto de Estudios Eclesiásticos Padre Félix Varela. Secretaria del servicio que desarrolla la Compañía de Jesús en Cuba para los jóvenes.

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