Hoy y mañana de una pandemia (11)

Por: José Antonio Michelena

El 2020, año bisiesto que comenzó un miércoles, estará marcado a fuego en la historia de la humanidad por la transmisión incontenible, hacia los cinco continentes, del virus SARS-CoV-2, causante de la Covid-19, propagación iniciada en China durante 2019.

La Covid-19 ha cobrado muchísimas vidas y puesto a prueba, en el manejo de la crisis, a gobiernos y estados de sociedades muy diversas: desde las más democráticas y abiertas, hasta las más autoritarias y cerradas.

Pero también nos ha puesto a prueba a nosotros, que estamos viviendo una experiencia inédita, inimaginada, y no sabemos con exactitud cuándo y cómo va a terminar esta pesadilla. Tampoco qué vendrá después que concluya.

Mucho se ha especulado al respecto, al punto de llegar a la (casi) saturación del tema, pero no por mirar hacia otro lado la pandemia dejará de estar ahí, como el dinosaurio de Monterroso. Cada día nos levantamos y acostamos junto a su sombra.

Como han hecho otras publicaciones, hemos querido consultar el parecer de un grupo de intelectuales para inquirir sobre sus experiencias particulares durante todo este tiempo, saber cómo lo han empleado, cómo han transcurrido sus días, qué piensan sobre este presente, y qué esperan del futuro, cómo lo imaginan.

 

ME RESULTA MUY DESAGRADABLE LA IDEA DE REGRESAR A LO QUE YA SE DENOMINA LA NUEVA NORMALIDAD

Margarita Mateo Palmer

Foto: Marco Giugliarelli

Maggie, ¿cómo has vivido estos meses de encierro? ¿Le has sacado provecho?

“Han sido días más bien confusos, difuminados y aun disparateros, en los que las noches se han confundido con los días, los domingos con los jueves, la hora del almuerzo con la de la comida. En plena clausura ha surgido la libertad de un tiempo que responde a una dinámica más afín a los ritmos corporales, a las necesidades de expansión del espíritu, al placer del ocio: no del banalmente industrializado en hoteles y aeropuertos, sino de aquel mencionado por Montaigne, que le permitió escribir sus ensayos: el de un pensamiento libre y girovagante, que puede detenerse en cualquier reflexión, ‘abandonado a sus propias fuerzas’. El espacio interior puede ampliarse en la misma medida en que el de afuera permanece vedado. Pasados los primeros días de alarma, tensión, incorporación de nuevos hábitos y exceso de noticias se va imponiendo la tranquilidad del recogimiento. Concluidas algunas obligaciones que implicaban un reto, como las clases por medios digitales y una tutoría a distancia, fui más dueña aún de mi propio tiempo.

”Sí, creo que he aprovechado estos meses en una dimensión alejada de lo utilitario inmediato: tiempo recuperado para dialogar conmigo misma, para hacer recuentos difíciles tantas veces postergados, realizar lecturas aplazadas por otras exigencias, escribir por la pura necesidad de hacerlo, sin saber a dónde irán a parar esas palabras. En un contexto tan incierto, donde ya las posibilidades de publicación de libros estaban clausuradas desde antes de la pandemia por la falta de papel, queda solo la necesidad de expresión en su sentido más primigenio. En ese quehacer disperso y sin objetivos futuros está también un proyecto aún difuso de novela que continúa avanzando”.

¿Hay alguna conclusión que hayas hecho en términos existenciales que quieras compartir?

“No son exactamente conclusiones, pero sí he meditado bastante en estos días sobre temas tan universales como la vida y la muerte, los diferentes modos de asumirlas y las muy diversas reacciones del ser humano frente a una amenaza de este tipo. Una de mis lecturas ha sido Diario del año de la peste de Daniel Defoe, y me ha sobrecogido constatar cómo, a pesar de los siglos transcurridos, hay respuestas similares del hombre ante un peligro que, por momentos, rebasa su capacidad de comprensión. Un evento así pone al descubierto lo mejor y lo peor del ser humano, potencia defectos y virtudes no solo del individuo sino de su sociedad. A la vez, muestra cuán fácilmente pueden extraviarse el sentido común, la cordura, la racionalidad. No eran muy diferentes las respuestas de los habitantes del Londres en 1665 de algunas que se han visto en pleno siglo xxi, y eso me lleva a percatarme de cómo a pesar de todo el desarrollo del mundo actual, incluido el avance de las ciencias, siguen presentes el egoísmo, la vanidad, la avaricia, la prepotencia, el desmesurado apego a los bienes materiales, tan visibles en el mundo de hoy”.

¿Qué enseñanzas pudiera dejarnos, como seres sociales, este tiempo enclaustrados?

“Más que el encierro —que en mi caso no ha sido para nada claustrofóbico— creo que la enorme cobertura mediática relacionada con la pandemia y el colapso de los sistemas de salud y funerarios de varias naciones han hecho más evidente aún que el mundo anda patas arriba desde hace tiempo. Me preocupa que muchos de los esfuerzos realizados para controlar el virus estén encaminados a un regreso a esa ‘normalidad’ anormal, injusta y enajenante del mundo pre-pandemia. Ojalá la pausa obligada en esa carrera vertiginosa y desbocada, que no respeta ningún tipo de fronteras, pueda contribuir a revertir las feroces políticas de saqueo y extorsión, el enriquecimiento de algunos a costa de los demás que son parte de esa ‘normalidad’ en la que hemos vivido hasta hace unos meses. Sería sumamente frustrante ver retornar los mismos esquemas obsoletos, crueles e inamovibles que impiden el desarrollo más pleno y justo del ser humano, a la vez que van conduciendo a una pérdida de valores cada vez más notable. Es como si la mentira, la manipulación y la desvergüenza se hubieran entronizado de tal modo en el mundo de hoy en una dinámica imparable que por momentos parece irreversible. Me resulta muy desagradable la idea de regresar a lo que ya se denomina la nueva normalidad. Y no precisamente por el hecho de que haya que tomar determinadas medidas epidemiológicas, depender más de los medios digitales, o usar el nasobuco en determinados contextos, sino porque temo que esa nueva normalidad sea muy semejante a la anterior, reproduzca los mismos patrones y tengamos que seguir viviendo en un mundo donde continúen predominando valores que lejos de contribuir al mejoramiento de la especie humana tienden a fomentar lo peor de esta, incluida la epidémica idiotización y el apego a lo banal”.

¿Cómo avizoras el futuro pospandemia?

“Soy un poco pesimista cuando miro hacia adelante e intento dar alguna respuesta a ese gran signo de interrogación, amenazante y abierto, con que se dibuja el futuro. El desastre de la pandemia —o más bien puesto en evidencia por la misma— es una nueva muestra del camino suicida seguido por la humanidad: destrucción del planeta, agotamiento de sus reservas, extinción de especies, comunidades y lenguas, ausencia de inversiones en salud pública y educación, en fin, lo ya sabido: el desprecio por la vida y la naturaleza en aras del enriquecimiento desenfrenado e insaciable de una minoría. La puesta en escena de la pandemia a través de los medios de comunicación, aparte de la intensa carga trágica y estremecedora de algunas de las situaciones mostradas, ha llegado a adquirir tonos burlescos, de un nivel de mentiras y desvergüenza que provoca confusión y espanto. Siento que la crisis de valores éticos se ha extendido como un cáncer y ha llegado a un punto en el que va a ser muy difícil recuperar la credibilidad en las instituciones.

”No entendía mucho el concepto de post-verdad, y aún ahora no sé si lo comprendo en su real acepción, pero siento que este caos de mentiras, fraudes, distorsiones, eufemismos y ocultamientos con fines políticos para mantener el poder de algunos ha llegado a extremos tales que la verdad parece convertirse en una ficha más que ha sido prostituida. Quedan, desde luego, los principios y la escala de valores que uno mantiene en lo individual, pero parecen servir de poco, máxime cuando proclamarlas puede parecer anacrónico y desencadenar una avalancha de ataques, censuras y represalias que tienden a descalificarlas. A las incertidumbres que impiden configurar una imagen del futuro, se suma este desconcierto ante el propio presente que también resulta bastante desalentador”.

MARGARITA MATEO PALMER

Narradora, ensayista, crítica, profesora universitaria. Doctora en Ciencias Filológicas. Premio Nacional de Literatura 2016. Miembro de la Academia Cubana de la Lengua.

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