Un émulo de sagitario

Por: Daniel Céspedes Góngora

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En Cuba se conoce mucho de Frank Padrón (Pinar del Río, 1958): ensayista, crítico de arte y promotor cultural. Desde hace veinte años Frank es el presentador y comentarista crítico del espacio televisivo Cine de Nuestra América. Esta plataforma mediática lo exhibe con justicia como una figura influyente de lo que se ve y cómo se ve en materia de audiovisual. Algunos ignoran cuánto tuvo que pasar el autor, entre otros, de Más allá de la linterna y El cineasta que llevo dentro. Más de treinta años en la revista Cine Cubano (1984-2015), para mantenerse en la preferencia de muchos televidentes. Otros no imaginan que él ha venido entrenándose en el ejercicio del criterio desde muy joven. No solo la televisión, sino la radio, los periódicos y el mundo revistero han registrado y registran su presencia. Si hoy su nombre provoca respeto y polémica, se debe al compromiso intelectual de Frank para con sus lectores, pues su escritura crítica sobre cine, por ejemplo, es coloquial y seria, entretenida y fraterna. Legitimarse cual escritor en un arte tan legitimado por sus propios códigos e historia como el cine pareciera tarea fácil, pero es todo lo contrario. ¿Qué decir de una trama sin contarla o cómo abordar un tema que, apreciado o no por otros espectadores, repercute tanto en la promoción como en la recepción de la obra cinematográfica? Con Frank no hay medias tintas: cuando entiende que debe opinar sobre una película, a uno no le queda otro remedio que atenderlo. Acaso, en el campo de la crítica, no sea el favorito de todos, pero ha sido más que un ganador muy reconocido de audiencias. Ahí están los libros que habilitan a este popular insider de la crítica cubana de cine. Entre preguntas familiares y otras acaso inusuales, Frank Padrón se atreve a responderlas todas.

¿Qué es un crítico de cine para ti?
“Un émulo de Sagitario (que a propósito, para quienes siguen esos temas, es mi signo); ese hombre o mujer que desentraña, que analiza, que despieza –y a veces despedaza, aunque esa sea parte de la ‘mala fama’–; que ayuda en la comprensión no solo de obras puntuales sino de fenómenos cinematográficos; que sitúa en contexto(s) los filmes; los revisa, repasa y vira como un guante para aproximar conclusiones y juicios, los cuales comparte con sus potenciales receptores, compañeros en esa travesía maravillosa que va de la pantalla al cerebro, al corazón y a cada célula y neurona en el caso de los que hemos hecho de esas visitas al cine, no solo una profesión sino todo un sacerdocio”.

¿Para qué sirve la crítica de cine?
“Creo que en parte te respondo con mis palabras anteriores, pero, a más de para buscarse unos cuantos líos con directores, actores y espectadores demasiado apasionados (que no admiten disenso y son los responsables de esa leyenda negra: ‘lo que el crítico dice…’) pienso que sirve –o al menos debe servir– para ayudar a entender mejor ese complejo mundo que es el cine o, como ya sabes, el audiovisual, empleando un término más amplio y contemporáneo. No me parece, como afirman los enemigos de esta praxis, que se trate de imponer criterios personales, apenas abrir alguna puerta, entornar ciertas ventanas al entendimiento y la comprensión.
”Hay muchos prejuicios. Cuando empecé escuchaba a veces a gente que decía de mí, hablando en tercera persona: ‘Él es de esos que le cogen los defectos a las películas’; yo pienso que se trata sobre todo de hacer análisis integrales, profundos, sistémicos, donde esa obra de arte aparezca de modo más claro y visible, y en cualquier caso, de compartir una experiencia, de dialogar con el otro que ante una página digital o impresa, ante la TV o la radio, permite que entremos en su peculiar cosmovisión y le dejemos algunas ideas, criterios y conceptos antes o después de la experiencia que implica ver un filme”.

De los comentarios más precisos y preciosos encontrados por este lector en La profesión maldita hay uno que deseo citar: “Abordar el asunto de la crítica es algo que demanda no ya ensayos aislados, sino libros, tomos continuados; como todo lo complejo, no se agota, no admite consenso, y en definitiva, qué bien que así sea, pues mantiene la vitalidad y la viveza, el fuego y el flujo, y con ello, la renovación, los constantes aportes, el cruce de armas (y almas) que, entre otras, demuestran no ya la legitimidad de la crítica, sino su eterna necesidad, su indispensable función en los procesos culturales, los cuales, no hay tampoco que subrayarlo, integra por derecho propio”. Catorce años después, ¿confirmas estos planteamientos? ¿Y no te parece que esos “tomos continuados” –todavía no escritos o al menos reunidos– pudieran devenir, además, una suerte de repasar el pensamiento sobre el cine cubano e internacional y a la vez constituirían un testimonio de intereses y (dis)gustos culturales?
“Pues gracias por el elogio y sí que suscribo esos planteamientos; La profesión maldita es uno de mis libros de cine más queridos, pues además de otros tantos temas que abordo, ahí me propuse reflexionar en torno a la propia crítica, como anuncia el título con cierta ironía porque como sabes, por mucho que la amemos y consideremos bendita, se trata de una profesión nada grata y bastante incomprendida, por ello anatemizada y muchas veces repudiada, proscrita, aun cuando no se exprese así o se disimule por sus detractores.
”Sobre la segunda parte de tu pregunta también te respondo afirmativamente, solo que después de salir el libro ese año 2005 por la Editorial Oriente, ha llovido bastante respecto a la literatura cinematográfica; por ejemplo, se ha consolidado mucho más la editora del ICAIC con no pocos y diversos títulos que tratan de abarcar el cine desde múltiples ángulos, y otras, además de la santiaguera (que a la verdad, fue pionera y vanguardia a este respecto), que también se ocupan aunque en menor medida del cine. Claro que nunca es suficiente, por tanto, no hay que detenerse en la medida en que los recursos siempre limitados lo permitan, de modo que sigamos como dices, ‘repasando el pensamiento sobre cine…’ de todas partes”.

Si bien existen recepciones especializadas en diferentes esferas artísticas, hay críticos con conocimientos que escriben muy bien y lo hacen sobre más de una manifestación cultural. A propósito, ¿qué piensas acerca de que alguien firme como crítico cultural?
“Bueno, mira a quién le preguntas eso. Yo me mosqueo un poco cuando me ubican solo en el cine, aunque lo entiendo porque un programa de TV es una punta muy visible de un iceberg, pero, como sabes bien, desde hace muchos años escribo y en muchos medios sobre otras tantas manifestaciones: teatro, música, literatura (que fue en definitiva de lo que me licencié en la Universidad). Pero ese lexema tendría que verse un tanto diferenciado y con mayor perspectiva que el de prensa cultural, con todo el respeto. Un crítico cultural debe ir más allá del ‘inventario’ puntual de una obra y adentrarse en análisis que tienen que ver también con los alcances estético, axiológico, sociológico, cultural en definitiva; para eso, claro, además de no poca cultura y poder de análisis, hace falta más que una mera reseña, o tendría que ser una más ambiciosa, de corte ensayístico, que permita a su autor sumergirse a fondo en todas esas coordenadas, tan imbricadas y complejas”.

¿Quiénes, en el campo de la crítica de cine, fueron tus mayores influencias, tanto cubanas como extranjeras?
“Siempre menciono en primer lugar a mi maestro, por cierto, alguien también muy cerca de ti geográfica e intelectualmente, aunque eres de una generación posterior: el pinareño José Alberto Lezcano. Aunque ya desde niño leía a críticos ‘nacionales’ (Nicolás Cossío, Mario Rodríguez Alemán…), las crónicas de nuestro coterráneo en el periódico local me inspiraron por su gracia, estilo metafórico y referencias multiculturales. Al principio, como siempre pasa, lo imitaba, después creo que fui logrando poco a poco eso que llaman ‘estilo propio’. Luego otras lecturas y estudios fueron moldeando mi quehacer no solo crítico sino ensayístico: desde José Martí –que es mi ‘dios tutelar’ en tantos campos no solo escriturales–, Mirta Aguirre, Portuondo, Marinello… hasta un colega más joven pero que nos ha influido de un modo u otro, a todos: Rufo Caballero. Fue un gran amigo que, aunque más joven, me superó en varios campos de estudio, y a pesar de que a veces, en nuestras frecuentes charlas telefónicas, me consultaba o comentaba algún aspecto teórico, sé que ‘me pasó’ en ciertas zonas que fue rastreando e incorporando como nadie para conformar esa voz tan original que significa.
”Sin embargo, no son precisamente los analistas cinematográficos, aunque los he leído y consulto, quienes más me han marcado, sino teóricos y estudiosos de las más diversas ramas del arte; el imprescindible Desiderio Navarro decía siempre que yo era de los alumnos más aplicados de Criterios, esa revista, centro, ¡escuela! que él lideró con celo y pasión hasta su muerte, al punto de que fui de los pocos que comentó los libros que salieron de ese monumental empeño de nutrir a nuestros críticos y ensayistas de la vanguardia internacional en tales terrenos.
”Yo comencé mi labor ensayística, tanto en materia de cine como en otros campos, muy influenciado por el español Carlos Bousoño, por la Escuela de Filología alemana, muchas de cuyas herramientas adquirí en la nuestra, donde me gradué. Luego vendrían los formalistas rusos, los estructuralistas franceses, los semióticos… nombres como Lotman, Mukarovsky, Bajtin, Paul de Man, Eco y por supuesto Barthes y Foucault han sido autores de cabecera, junto con todo lo que ha seguido y continúa motivándonos, aun cuando sea para polemizar o disentir, pero que siempre enriquece: la narratología, los estudios feministas y queer, los ‘poscoloniales’… sí, soy una esponja, pero delimito, me alimento y preparo mis propios platos”.

¿Cuáles pudieran ser las herramientas que la escritura para la radio puede concederle a la crítica o ensayística de una publicación más especializada?
“Escribo para la radio desde mis inicios. Primero literalmente, o sea, un texto para que fuera dicho por locutores y conductores; después comencé a hacerlo en mi propia voz… hasta hoy. En realidad, esa práctica, o la que se realiza para otro medio semejante (la TV) puede aportar un poco de frescura y dinamismo a la escritura más compleja que implican la crítica y mayor aún, la ensayística, comoquiera que en estas hay que desarrollar ideas en espacios mayúsculos y harto complejos, lo cual implica una indudable densidad conceptual que con frecuencia conlleva redacciones enrevesadas y poco asequibles, en pocas palabras, la famosa ‘metatranca’. No sé si lo he logrado, pero mucha gente que me lee dice, ‘me parece que te escucho hablando’, lo cual, a ciencia cierta, no sé si es un elogio. Para algunos el coloquialismo y la diafanidad son un pecado indigno de grandes ensayistas, pero nunca me he aburrido leyendo a Martí, a Octavio Paz, a Vargas Llosa, ni he dejado de aprender lo mucho que tienen que enseñarme porque sean claros y sencillos, por más que sea muy profundo y difícil lo que ‘ensayan’”.

¿Disentir o apoyar ideas de otros para estructurar un comentario propio no te parece que ayuda a una producción más rápida y cómoda? ¿Qué crees de la crítica dependiente de textos ajenos?
“A veces se hacen críticas-respuestas, (in)directamente o no, o críticas metatextuales, que refrendan criterios ajenos, y como dices, se erigen sobre tantas citas que uno ignora a derechas dónde está lo que dice el autor. Mirta Aguirre las llamaba con su humor característico ‘posadas’ (casas de citas). Nunca me ha gustado ese procedimiento; cuando viene a cuento porque es imprescindible, y sobre todo para que no se crea que uno pretende estar descubriendo el Mediterráneo cuando ya alguien discursó al respecto, resulta oportuno, pero la verdad es que no me cuadra el ‘citerío’. Pierdes espacio, originalidad, oportunidad de desarrollar tus propias ideas…”.

¿Cuál es el libro sobre cine de otro autor que te hubiera gustado escribir?
“Cualquier ensayo de Pauline Kael, por ejemplo, o de Susan Sontag. Pero no, de veras que me conformo con los míos: buenos, regulares o malos, pero esencial, profunda, tremendamente míos”.

¿Aun cuando te puedes percatar pronto de las deficiencias de un audiovisual, eres de los que se queda hasta el último minuto de lo que ves o consideras no perder tu tiempo?
“Ese pecado lo cometemos todos cuando integramos el jurado en algún evento. Ante el maratón se impone parar y no seguir cuando te percatas de que no da más la cosa… aunque consensuadamente; si algún otro miembro quiere ver hasta el final hay que seguir, pero habitualmente no lo hago cuando estoy solo frente a ese texto –que es lo más común–, por respeto a la obra, al realizador, a uno mismo”.

¿Cuántas veces hay que ver una película para opinar sobre ella?
“Depende, algunas, varias veces; otras, con una basta… y hasta con media”.

¿Solo clásicos o toda suerte de películas, incluyendo las regulares y las malas, para la formación del crítico?
“Hay una primera etapa donde viendo mal cine también se aprende (¿o quizá ocurre siempre?); digamos, lo que no debe ser un filme, cómo no hacerlo, pese a toda la subjetividad que ello entraña. Después, a ciertas alturas del campeonato, como en las que estoy yo ahora… vamos, que no hay que exagerar”.

Tu película favorita.
“Tengo miles”.

Un director de cine preferido.
“Andrzej Wajda”.

Un actor y una actriz del pasado.
“Orson Welles, Liv Ullman”.

Una película actual sobrevalorada.
“Crash (la que tumbó a Brokeback Mountain del Oscar)”.

Una película que, a pesar de un criterio muy generalizado en su contra, tú defiendes a toda costa.
“Sería mejor hablar de lo contrario. No me gustan Casablanca o Hair, tenidos por clásicos intocables, y no he escrito bien sobre ellas”.

Frank Padrón

¿Cuál es tu género cinematográfico preferido y el que más detestas?
“En realidad, cualquiera que me ‘diga’ algo, que me provoque o que simplemente me entretenga, que no vamos a minimizar esa función elemental, primaria, del séptimo arte. No me siento cómodo con el cine bélico, a pesar de que reconozco sus grandes momentos que incluso siguen produciéndose hoy”.

Más allá de los premios y los elogios de amigos y conocedores de tus libros, ¿cuál es el más logrado para ti?
“Le estás pidiendo a un padre que escoja entre sus hijos… y yo tengo una prole. Mira, aunque me pidas obviar a los lectores, siempre hay que contar con ellos porque uno, por muy objetivo que trate de ser, nunca tiene la suficiente distancia. La crítica, gracias a Dios, me ha tratado bien, en cualquier género y en términos generales. Algunos dentro de esa gente que me sigue (tengo mi pequeño público, sí) me han dicho que El cocinero… es mi mejor libro; como sabes, aun parafraseando un título fílmico, no es exactamente un texto sobre cine, sino más sobre el resto de las artes, pues ya había pulsado el tema gastronómico en Co-cine. Me gustan ambos volúmenes, puesto a escoger yo privilegio aquellos libros donde he desarrollado, o intentado al menos, una tesis que abarca el texto completo, pues también he hecho varios compilatorios, que siempre son útiles como panorámicas, mas no tan motivadores como cuando se ‘ensaya’ sobre asuntos concretos con sus variaciones y matices.
”Entre estos últimos no vacilaría en decidirme por El cóndor pasa. Hacia una teoría del cine ‘nuestramericano’ (2011, Ediciones Unión), un libro que comenzó a recibir premios (Razón de Ser, Beca Bolívar-Martí del ALBA Cultural…) aun antes de ser, en su condición de proyecto y con solo algunos capítulos terminados, mas claro que la preferencia no va por eso, aunque siempre ayuda, sino por la originalidad del pensamiento ahí volcado; como reza el subtítulo, un intento de analizar filmes, autores, actores, períodos, movimientos dentro del cine en Latinoamérica que han consolidado la idea de la ‘Patria grande’ que soñaron nuestros patriarcas; en tal sentido, aunque siempre regido por parámetros estéticos, es un libro sobre todo político aunque ese carácter esté latente, un tanto soterrado, pero creo que ha tenido cierta utilidad cuando veo que un buen número de estudiantes y estudiosos lo consultan y citan”.

¿En qué proyecto escritural sobre cine te encuentras por estos días?
“El cine me ocupa casi el diario con los compromisos mediáticos, pero ahora mismo no estoy ocupado con el tema a nivel macro, como ensayos o libros; sigo escribiendo, como siempre (el día que deje de hacerlo será el fin), pero no precisamente sobre cine”.

¿Qué te sucede cuando, ya publicado un texto tuyo o libro, sientes que no has acertado en una valoración?
“Me duele; me arrepiento de haberme apresurado o de no haber valorado más y mejor; nos pasa sobre todo a quienes padecemos (y disfrutamos) el diarismo; rara vez cuando el soporte es más reposado, ya sabes, textos más extensos, donde puede uno volver y… revolver, pero sí que ha ocurrido. Por suerte en esto, como en todo, hay siempre segundas oportunidades”.

¿Crees que hubiera más críticos y criterios de cine si existiera más de una revista sobre el séptimo arte en Cuba?
“Por supuesto, pero nos limitan recursos materiales; tener una al menos y presencia visible en otras revistas más generales de por sí cuesta trabajo. Bienvenidos, sin embargo, todos los diarios, seminarios, mensuarios y soportes (por suerte, de estos en lo digital sí hay varios) donde el pensamiento se diversifique, se multiplique y llegue, por tanto, más”.

¿Qué ha significado el cine para Frank Padrón?
“Muchas noches y tardes y mañanas deglutiendo, nutriéndome, disfrutando…; infinidad de minutos, horas, días, años, décadas de visión, reflexión, estudio y ulterior plasmación en humildes cuartillas; toda una vida soñando, analizando, reflexionando; en resumen: placer, deber, profesión y todo junto, a la vez, como una de esas superproducciones que cuestan mucho pero recompensan al menos visualmente, y aunque te dije que no amaba mucho las citas, evoco ahora mismo la contundente definición de uno de los grandes, a la vez que otro de mis directores favoritos, el sueco Ingmar Bergman cuando dijo que el cine era ‘la búsqueda de la felicidad’; bueno, al menos puedo decirte que la he encontrado con bastante frecuencia en las salas de cine durante toda mi vida”.

¿Ha valido la pena ser crítico de cine en un país donde muchos creen hablar con propiedad acerca de todo, mientras otros menosprecian aún esta “labor bastante peligrosa e ingrata”, según tus propias palabras?
“Definitivamente y sin un mínimo de dudas. Al punto de que cierro con un lugar común, pero de veras sincero: ‘Si volviera a nacer…’”. Ω

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