A punto de despedirnos del 2020

Por: Padre Ariel Suárez Jáuregui

Editorial Nov 2020

EDITORIAL

 

¿Quién hubiera podido imaginar en medio de los festejos mundiales del 31 de diciembre del 2019 que este año 2020 iba a ser uno de los más complejos, difíciles y desafiantes que nos tocaría vivir? Porque si bien es cierto que cada año y cada período de la vida de un ser humano trae sus complejidades, sus dificultades y sus desafíos, este 2020 que está para terminar, nos ha aportado todo esto en una dosis elevada, y lo ha “ofrecido” a todos: ricos y pobres, cultos e ignorantes, hombres y mujeres, niños, jóvenes, adultos, ancianos, gobernantes y gobernados, creyentes o no.

Hemos visto desfilar ante nuestros ojos innumerables consideraciones sobre lo que nos ha tocado vivir a propósito de la pandemia de la covid-19. Pensadores, sociólogos, psicólogos, economistas, políticos, científicos, médicos, responsables del turismo y los viajes, periodistas, líderes religiosos y hombres y mujeres sencillos del pueblo nos hemos cuestionado en mayor o menor medida: ¿Qué significa todo esto? ¿Cuándo se termina? ¿Volverá el mundo a ser el mismo de antes? ¿Seremos nosotros los mismos?

En Cuba hemos vivido durante meses, día tras día, pendientes de la información del doctor Durán. Nuestros rostros y corazones se han encogido o ensanchado en virtud del número de contagios y, sobre todo, de los fallecidos, sus edades, su provincia, sus complicaciones. Sabemos que lo más doloroso no se puede recoger en una estadística, pues no son números los que mueren o enferman, o quedan con secuelas, físicas o psicológicas. Estamos hablando de seres humanos, que son siempre familiares, amigos, conocidos… de mucha gente. Quizá a esta altura del año, nuestra atención y preocupación se detienen más en otras tantas cosas: que nuestros niños y jóvenes no se enfermen en la escuela, que los problemas económicos del país no se sigan agudizando, que podamos tener los alimentos necesarios para llevar a la mesa y la posibilidad de comprarlos con un salario justo, fruto de nuestro trabajo; que mejoren las posibilidades y maneras de comunicación con los familiares y amigos que viven en otros países; que todos los enfermos cuenten con los medicamentos necesarios y quienes necesiten tratamiento o cura, puedan acceder a ellos con profesionalidad y amor; que los cambios monetarios y salariales que se preven y anuncian, no traigan más pesar y angustia sobre la vida de nuestro pueblo; que se avizore un futuro posible de esperanza, sosiego y progreso integral para nuestra nación, principalmente para los jóvenes y los ancianos; que Cuba sea un lugar de entendimiento y diálogo sobre el presente y el futuro de la patria, respetuoso de visiones diferentes, donde el hecho de ser cubanos y amar a Cuba prevalezca sobre las inevitables y hasta deseables aproximaciones distintas, pues siempre es más rico un proyecto que aglutina, entusiasma y compromete a más personas.

El final de un año civil coincide con las celebraciones navideñas para los cristianos. Más allá de la belleza y la nostalgia que nos embarga ante la representación del Nacimiento o el Árbol de Navidad; la melodía y la letra tierna de los villancicos; el deseo de estar en familia, de sentarnos juntos alrededor de la mesa, de augurarnos Paz y Bendiciones… los cristianos celebramos un acontecimiento central de nuestra Fe: Dios, en Jesucristo, se ha hecho hombre. Y esta verdad aporta una hondura única y alarga el horizonte de toda experiencia humana. Porque si Dios se ha hecho hombre, todo lo humano ha sido asumido, amado, ungido por Dios. No hay ninguna realidad humana a la que Dios sea indiferente. Desde esta perspectiva, podíamos entonces intentar barruntar algo de lo que nos cuestionábamos al inicio de estas líneas. Dios ha acompañado al mundo, a los hombres, también en este año 2020. Si todo lo vivido nos ha ayudado a ser más conscientes de nuestra radical fragilidad, de nuestra interconexión, de nuestra necesidad de comunión, de compasión y de fraternidad. Si por primera vez en mucho tiempo, tuvimos un año donde la principal preocupación del mundo fue la vida humana, concreta, de seres humanos que enfermaban… y morían… y no preocuparnos solamente de lo nuestro o de lo mío. Si tuvimos tiempo para valorar el silencio, la oración, la lectura sosegada de la Biblia, los abrazos, los besos, los encuentros con familiares y amigos. Si logramos captar que en esta tierra estaremos solo un breve período y no nos es lícito perder el tiempo ni dedicarlo a enemistarnos o hacer daño al prójimo. Si pudimos conectar con nuestra soledad, nuestro tedio, nuestro aburrimiento, y descubrimos que esos “síntomas” nos revelaban que hay algo más grande y pleno para lo que estamos hechos… en una palabra, si somos más humanos, entonces estamos en grado de ser más divinos, al modo más extraordinario que tuvo Dios de manifestarlo: haciéndose plenamente humano.

Yo no sé cómo será el 2021. No tengo una bola mágica ni se me dan las fáciles predicciones y no creo en los horóscopos ni en los que tiran las cartas. Como el Papa Francisco, apuesto por encontrar la felicidad de una vida llena en la experiencia de la fraternidad y la amistad social, como puerta hacia la alegría de vivir, amar, crecer y transformar nuestro mundo. Creo en Jesucristo, Dios hecho hombre, que ama profundamente al hombre, que en la cruz murió por ti y por mí, que resucitó glorioso del sepulcro y vive para siempre, vencedor de la muerte y del mal. Sé igualmente que el mundo no se le ha ido de las manos y que Él lo conduce, también con mi colaboración y con la tuya, en el respeto absoluto de nuestra libertad. Cuando tengo que hacer consideraciones sobre el tiempo, no me viene a la mente otra cosa mejor que aquello que, parafraseando, dijera el gran san Agustín de Hipona: “No nos quejemos del tiempo. El tiempo somos nosotros. Seamos mejores nosotros y el tiempo será mejor”.

Te deseo un feliz 2021, el mejor año de tu vida, aquel en que serás mejor persona, mejor cristiano, mejor cubano. El encuentro con Cristo lo hace posible. Viene a ti en la pequeñez y la ternura de un Niño, en los brazos de una Virgen Madre. ¿Estaremos dispuestos a abrirle el corazón y vivir con Él y como Él? Ω

(ariels@arqhabana.org)

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