Joaquina y la condición de servir hasta el extremo

Por: Rachel Susana Diez Hechavarría

Joaquina y la condición de servir hasta el extremo
Joaquina y la condición de servir hasta el extremo

Cáritas arribó a su XXXI aniversario al término de febrero, casi la mitad de estos años cuenta Joaquina Suárez González como parte de su obra caritativa y asistencial en la capital cubana. Una mujer que madruga cada día movida por el propósito de sostener a quienes han sido relegados por la desidia de sus familiares, el sufrimiento de alguna enfermedad o las difíciles condiciones de vida que se vuelven más punzantes con el paso de los años. Joaquina se ha dedicado a servicios sorprendentemente sencillos, vividos con suma naturalidad, y en ello está su ciencia (a la manera de la Loynaz): en preparar el corazón de quienes la rodean para las vivencias concretas del amor desprendido y en constante donación.

Ella vela por la administración, mantiene la limpieza, cuida de la alimentación de los más adultos y es la guardiana del buen funcionamiento de los proyectos existentes en la Casa Cáritas del municipio de Guanabacoa. Aún más, desde el anonimato, encuentra tiempo para combinar sus múltiples funciones con gestos hacia la comunidad; desde bañar cada domingo antes de misa a una señora postrada, hasta escuchar las aflicciones de los abuelos abandonados.

Su madre, Paula, depositó en ella la afinidad por los vulnerables y en medio de la comunidad franciscana, se consolidó su vocación servidora. Actualmente, guía el centro multifuncional y multigeneracional Casa Cáritas Guanabacoa, donde se acompaña cada semana a treinta personas mayores, veinte de las cuales pueden asistir por sus propios pies, los restantes diez son atendidos en su casa.

Al momento de la entrevista, un señor con evidente necesidad de ayuda la interceptó. Ella le habló con ternura y respondió que tenían capacidad. “Imagínate —nos dice—, ¿cómo no lo vamos a ayudar?”. Aunque los recursos escasean, y no cuenta con el cupo, lo asumirá. Trabajará incesantemente hasta que aparezca la ayuda. La esposa del señor tiene Parkinson y Alzheimer, por lo que se hace más urgente que, aún en medio de las carencias, puedan sentir en la Iglesia un abrazo de acogida. Eso ha sido Cáritas para ella los últimos dieciséis años, el lugar donde el amor de Dios puede irradiarse a otros y tocar con suficiente bondad y misericordia sus realidades.

R: ¿Dónde se encuentran los orígenes de esta vocación por la caridad?

J: “Comencé en la Cáritas parroquial de mi comunidad: Nuestra Señora de la Asunción de Guanabacoa. Aunque creo que nació antes, a la sombra de mi madre, quien se formó como terciaria de la Orden Franciscana. Yo era muy joven cuando ambas empezamos a dar de comer a personas muy desamparadas. Lo hacíamos en nuestra propia casa. Por nuestra cuenta.
”Un buen día pasó un franciscano —tristemente fallecido— el padre Samuel, y vio personas sentadas en nuestra sala, entre ellas una señora que los frailes atendían. En total teníamos siete, así que él se sorprendió mucho con lo que vio. Al punto que comenzó a preguntar cómo lo hacíamos, y quién financiaba todo aquello. Se admiró cuando le respondí que lo tomábamos de nuestros recursos personales. Por entonces, la Cáritas parroquial la llevaba el sacristán, y los franciscanos tenían una casa vacía frente al Convento de Santo Domingo. Ahí comenzaron nuestras conversaciones acerca de darle un uso a aquella casa, haciéndola comedor para los necesitados, para alimentarles y dignificar sus realidades. Luego, otro religioso, el fraile Ricardo, hizo un proyecto que resultó aprobado; e iniciamos el trabajo en conjunto la Cáritas parroquial y el proyecto franciscano”.

Joaquina en su servicio de ayuda
Joaquina en su servicio de ayuda

¿Cómo llegas a la familia de Cáritas Habana?

“Cuando los franciscanos se fueron del país, el comedor quedó paralizado durante un año. Pensé que era el fin de ese sueño. Hasta que aparecieron las sanchinas (Hermanas de la Caridad del Cardenal Sancha). Ellas hablaron con los padres, que ya se encontraban fuera de Cuba, para que les cedieran la obra. Al comienzo hubo que generar alianzas, pues ellas no trabajaban con Cáritas, sino que asumían sus proyectos de forma independiente. No tenían experiencia con los comedores, pero sí mucha disposición de aprender, así que me quedé ayudándolas durante once meses. Después, Migdalia Dopico, la actual directora de Cáritas Habana, me propuso venir para la Casa Cáritas de Guanabacoa. Y aquí estoy. Este mes serán dieciséis años”.

¿Por qué escoges el Centro multifuncional y multigeneracional Casa Cáritas Guanabacoa para servir? ¿Te sientes comprometida con las personas mayores?

“Siempre me gustó el trabajo con los adultos mayores. Sostenerlos cuando toman cierta edad y pierden la motivación de seguir mirando adelante. También porque las familias a veces los discriminan o los ponen a un lado. Disfruto arreglarles las uñas, cortarles el pelo. En Casa Cáritas he tenido la oportunidad de ayudar a señoras con muy malas condiciones de vida, que se ensucian encima o llegan enfermas (aun teniendo familias); o a un señor como Nemesio, que vive en Bacuranao y viene hasta Guanabacoa a desayunar. Además adoro cocinar. Y he podido observar que, aunque en estos tiempos de COVID optamos por prepararles jabas con alimentos a nuestros beneficiarios, ellos seguían prefiriendo los alimentos cocinados. Cocinarles es una forma de quererlos.
”Desde niña aprendí a apreciar a los abuelos. Crecí en Santiago de Cuba, viendo a dos tías de mi papá que se criaron en colegios de monjas. Ellas me enseñaron a coser y a cocinar.

”Luego, cuando me casé, cuidé de los abuelos de mi esposo. De modo que he sido bendecida con la presencia de personas mayores a lo largo de mi vida. Incluso puedo decir que siempre me he sentido más cómoda con ellos”.

Alguna historia que te haya marcado de forma especial, y que te animó a continuar colaborando…

“Recuerdo una señora que se llamaba Norma y a su esposo, que estaba postrado. Vivían con la hija del esposo, que los maltrataba; así que les dábamos de comer a ambos la semana entera. Su situación me conmovió mucho. Eran dos personas muy mayores, en circunstancias sumamente precarias.

”Cáritas ha movido en mí ese deseo de salir al encuentro de los demás. Porque estas personas son vulnerables y en ocasiones rechazadas en la sociedad por sus condiciones. Estar con ellas me hace sentir a Dios en plenitud, aunque sea durante un pequeño momento del día”.

¿Cómo transcurren las semanas en Casa Cáritas?

“Abrimos de lunes a viernes, con desayuno todos los días y almuerzo dos veces a la semana. Esto último se estructura teniendo en cuenta los días de trabajo de las restantes iniciativas que aquí radican (Aprendiendo a crecer y programa Grupo de Desarrollo Humano). Colaboro con las muchachas encargadas de estos proyectos dejándoles la casa limpia para que la usen, preparándoles café, merienda o en la recreación y educación de los niños. Me siento en el deber de asistirlas, de hacerles sentir bien, porque veo el enorme valor del servicio que brindan a esos pequeños.
”Siempre le pongo más esfuerzo a la cocina, para que todo quede bueno. Aquí debo cocinarles a los abuelos, pero además se trata de atenderlos, de escucharlos en sus problemas”.

Joaquina en su labor
Joaquina en su labor

El tornado de 2019 en La Habana fue una experiencia inolvidable para la diócesis, ¿recuerdos?

“Cáritas trabajó intensamente luego del paso del tornado. Muchos no imaginan cuánto. Yo presté ayuda en los municipios más afectados: Diez de Octubre, Regla y Guanabacoa. Fue triste observar personas que perdieron familiares, sus pocas posesiones o sus casas. En ese momento hice de todo, como una hormiguita: visitar viviendas; cocinar para el comedor de abuelos y para los damnificados; en la repartición de ayuda humanitaria, ropas, alimentos, aseo, colchones; la coordinación de los servicios; las visitas en tres momentos, para conocer la situación real de los damnificados, para avisar cuándo podían recoger los donativos o para las entregas en sus casas. Recuerdo el fallecimiento de un señor, debido a la caída de la placa de su casa, y cómo los miembros de Cáritas fuimos a acompañar a su familia”.

¿Qué opinas de la labor de Cáritas dentro de la Iglesia y de la sociedad cubana?

“Cáritas para mí es muy necesario en Cuba. Necesario tanto como útil. Es como una gran madre. La Iglesia es el centro de nosotros, pero Cáritas lleva una parte fundamental. Hay ocasiones en que las religiosas o los sacerdotes no pueden llegar a todos los sitios, porque tienen mucho trabajo, y Cáritas llega a esos lugares, a la profundidad de los seres humanos, al “cómo viven”. Tiene esa facilidad de tocar, ayudar, servir”.

¿Se parece la labor de Cáritas Habana a la que realizabas hace más de una década atrás, cuando comenzaste?

“El trabajo ha evolucionado, el servicio ha sido muy grande y la responsabilidad también. Veo que existe mucho compromiso, tanto humano como espiritual. Ha sido valiosa la entrada de muchas personas, como Ariosa (administrador), Migdalia (directora) o Ángel (coordinador del Programa de Personas Mayores). Ellos me han hecho sentir en confianza, pero también más comprometida. Una se siente motivada al servicio, porque notas el respaldo. Sientes que cualquier problema puede ser escuchado, acompañado y socorrido de algún modo por tus compañeros. Llamo a la institución, cuando me aparecen nuevos casos y siempre buscamos modos de socorrer a la gente. Te das cuenta que tienes al lado tuyo personas que gustan de trabajar y se esfuerzan mucho. Además de ser entregados”.

En breve Cáritas tendrá treinta y un años de creada, ¿qué importancia le concedes en tu vida?

“Tiene muchísima importancia. Es mi día a día. La mayor parte de mi tiempo suelo emplearlo en este servicio que me ha proporcionado no solo el acto de brindar ayuda material, sino acompañamiento. Ha fomentado mi escucha al prójimo. Además, he recibido una formación que, de disímiles maneras, ha incidido en mi madurez espiritual.

”Cáritas ha sido una historia muy buena en mi vida. Me ha ayudado a crecer en humanidad, a conservar ese diálogo amoroso y misericordioso con las personas que llegan a mí. En ello también han influido las experiencias, los conocimientos, los modos en que nos enseñan a gestionar la caridad.

”Cuando pienso en Cáritas pienso en amor, paciencia y honestidad. Amor, porque lo veo en los ojos de los niños y los ancianos, en los caminos que recorren cuando inician los proyectos y en cómo se van de ellos. Aprendiendo a crecer, por ejemplo, es algo tan hermoso… da esperanza. Y a la luz de esa caridad ves a los más pequeños florecer. La paciencia, porque es indispensable para ver germinar los frutos, y finalmente, la honestidad del que se brinda para esta obra de Dios”.

¿Qué deseas para Cáritas?

“Desearía que pudiera tener más puertas abiertas, lo mismo hacia la colaboración de otros países como dentro del nuestro, que más personas pudieran ayudarnos, que tuviera más respaldo. Creo que Cáritas Habana —en nuestro caso particular— ha ganado espacio en la sociedad, y lo vivimos en el tornado; las personas nos daban las gracias y algunos hasta escribieron cartas de gratitud hablando del modo tan humano y cristiano en que ayudamos.

”Me gustaría que cada municipio, cada parroquia, tuviera Cáritas, que se conozca este peculiar servicio que nos caracteriza, que podamos donarnos más, que hubiera mayor apertura, para que las personas vean más allá de lo que hacemos, para que crezcan junto a nosotros, y se sientan acompañados por Dios y por la caridad de su Iglesia”.

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