Andar La Habana de Jose Martí

Por: Lázaro Numa

Plano de La Habana de 1853 que muestra los lugares donde vivió José Martí entre 1853 y 1870.
Plano de La Habana de 1853 que muestra los lugares donde vivió José Martí entre 1853 y 1870.

La Habana escuchó el primer llanto de José Martí el 28 de enero de 1853, justo en la calle Paula núm. 41, frente a la cortina de La Tenaza,1 casi un mes antes de la muerte del padre Félix Varela el 25 de febrero en San Agustín de La Florida. Como si el Venerable2 hubiera esperado la llegada del más universal de todos los cubanos para dejarle como legado la patria. Lejos estaba Cuba de saber la talla histórica que alcanzaría el que acababa de abrir los ojos al sol.
Fue en la ciudad de mediados del siglo XIX que transcurrieron los primeros años del niño y en ella se conservan todavía las huellas de sus pasos.3 Es cierto que La Habana no le sirvió de musa inspiradora en el plano literario y poético, pero Cuba lo abarcó todo en él. Intentaremos hacer un recorrido por algunos de esos lugares que tuvieron el privilegio de la presencia del insigne patriota, quien por llevar una estrella en la frente solo pudo andarla durante dieciséis años. Estaremos en sitios que el historiador “no vio”, pero que pueden aportar infinidad de datos epocales para redondear la verdadera historia y el entorno formativo del individuo. Eso es algo que hay que analizar, porque ciudades y hombres se complementan, el hecho jamás estará separado del contexto.
Pretendemos ver al sujeto en la escena, pero en la de su tiempo, lo que nos permitirá tener una idea más real y mejor formada. Algunos de estos sitios ya no existen, por eso los traemos aquí, para observarlos en el presente, y otros han renacido gracias a determinados esfuerzos debido al valor histórico que poseen.
Mucho se habla del viaje de Martí a Caimito de Hanábana, paraje donde tropezó con los horrores de la esclavitud rural; también de la estancia en España y en los Estados Unidos. Se ha escrito bastante de los sufrimientos del presidio, pero poco se dice de su bregar urbano por La Habana. Este tiempo fue vital en la formación patriótica del apóstol. Él era un hombre de pensamiento, de acción, pero también urbano. Llevó siempre a La Habana apretada en el alma, como la plata se encuentra en las entrañas de la tierra.

Casa natal de José Martí en la antigua calle Paula núm. 41
Casa natal de José Martí en la antigua calle Paula núm. 41.

Se identifica la casa de la calle Paula como el lugar donde nació José Martí, algunos hasta suelen pensar que siempre vivió allí, pero no fue así, en ella solo se mantuvo tres años de la infancia más temprana. Dentro del marco de sus años infantiles y de la adolescencia existe un total de ocho direcciones donde residió dentro de la localidad y otra en Guanabacoa. Cuando se observa la cartografía habanera de Martí, se confirma que ese tiempo fue un verdadero viacrucis citadino.
Los diferentes cambios de numeraciones ocurridos en las calles, hacen imposible la identificación de esos inmuebles en nuestros días, pero gracias a un mapa del mismo marco temporal, se han podido ubicar de manera aproximada, pues este posee el entorno numérico de cada cuadra en 1853.
La primera salida del pequeño José Julián Martí y Pérez a la luz capitalina en los brazos de su madre Leonor Pérez, pudo haber sido para ir a la iglesia del Santo Ángel Custodio, el 12 de febrero del propio año de 1853. Fue el día que recibió el sacramento del bautismo católico, administrado por el presbítero Tomás Sala.
La familia asistía a misa en la iglesia de Paula. Así debió haber sido hasta que salieron de la segunda casa donde vivieron, que se encontraba en la calle Merced núm. 40, en el mismo barrio, uno entre los veintisiete que existían en La Habana intramuros y extramuros, repartidos en los cuatro primeros distritos de las Ordenanza Municipales de 1855.4

Plano de La Habana de 1853 que muestra los lugares donde vivió José Martí entre 1853 y 1870.
Plano de La Habana de 1853 que muestra los lugares donde vivió José Martí entre 1853 y 1870.

Contiguo a la iglesia y hospital de Paula se ha extendido la Alameda del mismo nombre, primer paseo marítimo de la villa, fundado en 1777. En él dio los primeros pasos y corrió el pequeño Pepe, como cariñosamente le llamaban los allegados. Tuvo una temprana formación católica familiar, además de posteriores estudios.5
Luego de una estancia en España entre 1857 y 1859, la familia regresó a La Habana. Comenzó aquí un constante movimiento debido a las carencias económicas. De este modo, se instalaron en la calle Industria núm. 32, en el barrio de La Punta, el núm. 3 del Tercer Distrito habanero. Allí el niño entró en contacto con las primeras letras en una escuelita de barrio. El tiempo en este sitio fue breve, el padre se vio obligado a mudarse a una pequeña casa en la calle Jesús Peregrino, en la periferia y en el extremo contrario. Este era un barrio en formación, reconocido en las Ordenanzas Municipales con el nombre de Pueblo Nuevo. Si se observa el mapa, se comprobará que para la fecha contaba de pocas manzanas. La Habana en ese instante llegaba básicamente hasta la calle Belascoaín, por tanto, la familia Martí-Pérez se encontraba en el margen de la ciudad de esta época, lugar predestinado a las clases más pobres. El pequeño comenzó a estudiar en el colegio San Anacleto, en la calle de la Reina núm. 113, según el mapa numerado debió estar entre las calles de Las Ánimas de Gervasio –en ese entonces, hoy solo Gervasio–. Es ahí donde conoció al entrañable amigo Fermín Valdés Domínguez.
La familia retornó al barrio de La Punta tiempo después, y fue para la calle Refugio núm. 11. El ambiente de ese entorno debió haber influido notoriamente en él, ya tenía trece años. Próximo al lugar se encontraba el Paseo de Isabel II y la Cárcel de La Habana. Aquí, contradictoriamente, se entrecruzaban el esparcimiento, el esplendor asociacionista, pero también los fusilamientos y el garrote vil, muchas veces de manera pública. Martí pudo haber presenciado o tenido noticias de alguna ejecución, pues su casa casi colindaba con la cárcel.

El propio Martí expresó: “¿Qué vi yo en los albores de mi vida? Aún recuerdo aquellas primerísimas impresiones: mi padre en la calle del Refugio”.6 La Habana fue importante para él en la forja del sentimiento patriótico. No tenía que salir de ella para vivir las carencias generadas por la pobreza. En la capital el número de esclavos domésticos y de labor era elevado, por lo que podía corroborar aquí, con facilidad y como en ningún otro lugar los horrores de la esclavitud. Conoció de primera mano los desmanes del brutal despotismo colonial. Vivió en la urbe la efervescencia conspirativa y patriótica de sus coterráneos, muy marcada en la zona donde más se movía. La ciudad era su mejor escuela sociopolítica.

El teatro Tacón y el café El Louvre que conoció Martí.
El teatro Tacón y el café El Louvre que conoció Martí.

Luego de un viaje con el padre a Honduras Británicas –Belice–, terminó exitosamente la enseñanza primaria e ingresó en la Escuela de Instrucción Primaria Superior Municipal de Varones, que se encontraba en el Paseo del Prado núm. 88, en el antiguo colegio San Pablo, bajo la dirección del patriota Rafael María de Mendive, hombre clave en la vida de Martí, amigo y mecenas, que lo llevó de la mano hasta los estudios de bachillerato.
El Prado y el café El Louvre eran sitios donde la juventud criolla polemizaba “discretamente” sobre Cuba. La presencia del niño junto a su amigo Fermín en el área era frecuente. En esta etapa adquiere notables conocimientos, vence un grupo de asignaturas y se interesa por las artes. Asiste periódicamente al teatro Tacón, porque ayudaba a un peluquero que trabajaba para el lugar. Esto le permitía disfrutar tras bambalinas las puestas en escena.
Matriculó dibujo en la Academia San Alejandro, que en el año 1867 radicaba en la calle Dragones núm. 62. Para la fecha vivía en la calle Peñalver, en el barrio del mismo nombre, relativamente próximo al lugar. Al parecer pudo asistir muy poco tiempo o no lo hizo nunca, pues fue dado de baja al mes. Ya cursaba el bachillerato en el colegio anexado al San Pablo, que estaba incorporado al Instituto de Segunda Enseñanza, pero en el mismo local del Prado donde vivía Mendive. Asistir a San Alejandro le podía resultar complicado. En ese período publicó su primer artículo político en el periódico El Diablo Cojuelo.7
Un hecho convulsionó a La Habana en enero de 1869. Los voluntarios atacaron el teatro Villanueva e hicieron correr la sangre cubana. Durante una representación se dijo: “viva el país que produce la caña de azúcar”.8 El público exaltado también gritó vivas a la independencia. Según Emilio Roig: “en los momentos en que resuena la primera descarga de fusilería, Mendive abandona su grillé, utilizando la puerta de comunicación con la casa colindante, residencia de su suegra, condueña del teatro […] Martí, a su lado”. Sigue diciendo el historiador: “doña Leonor, la madre de Martí, que sabe que su hijo frecuenta las funciones de Villanueva con Mendive y su familia, piensa con razón que algo malo ha podido ocurrirle”.9 Años después el hijo dio a conocer el hecho e hizo alusión a la actitud de la madre ese día. Aquí se tiene una clara evidencia del ambiente formativo habanero en el que el apóstol fraguó su sentimiento independentista.
Posteriormente ocurrieron los sucesos de la residencia de Miguel Aldama, otra acción perpetrada por los voluntarios. La capital de la Isla era un verdadero espacio de enfrentamientos entre los partidarios de la independencia y los del colonialismo español. Según palabras del propio Martí: “En 1868, la patria ardía en estos y aquellos elementos. Aldama, Oriente, Universidad, esclavos”.10 Él estaba imbuido, a pesar de la corta edad, de estos y muchos otros acontecimientos. En ese momento histórico cualquiera, por el motivo más insignificante, podía ser acusado de traidor, lo que le costaría la vida.

El teatro Villanueva, lugar de los hechos narrados por José Martí.
El teatro Villanueva, lugar de los hechos narrados por José Martí.

El 28 de enero de 1869, Mendive fue detenido y encarcelado como consecuencia de las manifestaciones revolucionarias ocurridas en el teatro y por ser su casa –lugar donde Martí pasaba mucho tiempo– centro de reuniones conspirativas. La familia del muchacho se ve obligada a cambiar de residencia. Ya el padre observaba la inclinación patriótica del hijo y sabía lo peligroso que esto podía resultar. El rebelde hijo se refirió a las preocupaciones de su rudo progenitor cuando le decía: “Porque a mí no me extrañaría verte defendiendo mañana las libertades de tu tierra”.11 Esta vez se trasladan a Guanabacoa, pero solo por espacio de un mes. Cabe pensar que fue para alejar al adolescente de la compleja situación política que reinaba en la capital, sobre todo teniendo en cuenta las ideas del muchacho y lo allegado que era a Mendive. Regresaron a la ciudad para residir en la calle San Rafael núm. 55, en el mismo límite del barrio de Colón, donde se mantuvo hasta el 21 de octubre de 1869. Estando allí, Martí es acusado por el delito de infidencia, había escrito la famosa carta donde llamó apóstata a un condiscípulo. Fue detenido y conducido a la cárcel. Cuatro meses después lo condenaron a la pena de seis años en presidio, en la sección conocida como La Criolla, destinada al trabajo forzado.
El barrio de San Lázaro vio pasar cada mañana la fila de condenados en la que iba, maltrecho y con grilletes –“de los que jamás pudo quitarse las ulceraciones”– José Martí a trabajar a las canteras: “Yo también he abierto piedras, y he saltado minas, y he cargado por las calles sus pedazos”, dijo años después el insigne cubano y continuó expresando sobre el presidio: “yo he comido en cuclillas,–¡no!–he visto comer!–una bazofia inmunda que nos daban de alimento en una tina de madera;–arroz roído, patatas fétidas, huesos raspados:–yo me he visto las manos y los pies tan rotos como si me los hubieran clavado en la cruz”.12 Este fue quizás el hecho que más lo marcó durante toda la vida y el que definitivamente le hizo sufrir en carne propia la crueldad del colonialismo español.
El 5 de septiembre de 1870 le cambiaron la condena y fue enviado a la Isla de Pinos. En el mes de diciembre se le permitió regresar a la capital, pero debía abandonar el país y pagarse los gastos. El 15 de enero de 1871 salió rumbo a España. No regresó hasta el mes de enero de 1877, el viaje tenía el propósito de preparar el regreso de sus familiares a Cuba. En una carta previa a su amigo Manuel Mercado le anticipó desde Veracruz: “Está la suerte desafiada, y pronto estará probablemente vencida: voy al fin a La Habana, con documentos correctamente legales, y nombre de Julián Pérez, segundos nombres míos, con lo cual me parece que me hago a mí mismo una menor traición”.13 Solo se mantuvo aquí por espacio de un mes.
Regresó a Cuba otra vez el 31 de agosto de 1878 y se radicó en La Habana, en la calle Industria. Posteriormente se mudó al barrio del Cerro, a la calle Tulipán núm. 32, donde nació José Francisco Martí Zayas-Bazán, el hijo querido.
Rápido comenzaron sus movimientos conspirativos. Formó parte del Club Central Revolucionario Cubano y después llegó a ser subdelegado del Comité Revolucionario Cubano. Debido a las actividades revolucionarias que mantenía se veía obligado a moverse constantemente de direcciones, de la calle Industria al Cerro y de aquí a Guanabacoa. Fue detenido el 17 de septiembre y deportado a la península el 25 de septiembre de 1879, nunca más volvió a su ciudad natal.
He insistido en los barrios donde vivió el apóstol porque ellos constituyen siempre una célula básica en la forja de sentidos de pertenencia en los habitantes de cualquier ciudad. Son “agentes” activos en la formación de personalidades. Martí transitó por un número significativo de los que existían en su época, donde la pobreza y la marginación se enseñoreaban. Vivió en el barrio de Paula, San Nicolás, La Punta, Pueblo Nuevo, Peñalver y Colón. Muchas veces la grandeza de la figura hace que se pase por alto el detalle, pero sin lugar a duda esto fue vital en su vida posterior y en su inclaudicable postura revolucionaria. Tan importante como la obra patriótica o intelectual martiana, es entender y conocer al hombre, al ser humano dentro de las realidades que le tocaron vivir. La Habana, los barrios y su maestro Mendive, contribuyeron a su cubanidad.
Con la muerte de José Martí en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895, luego de un arduo trabajar en el exilio por la causa cubana y su regreso a la patria junto a Máximo Gómez y a Antonio Maceo, La Habana no borró la imagen del héroe. En fecha tan temprana como el 28 de enero de 1899, los cubanos emigrados en Cayo Hueso colocaron una tarja en la fachada de su casa natal. Este fue el primer tributo público a la figura. En el año 1900, la Asociación de Señoras y Caballeros por Martí logró adquirir la casa para entregársela a Leonor Pérez, gracias al gesto hoy se conserva el inmueble.
El 24 de febrero de 1905, luego de un largo proceso de encuesta popular, quedaba develado el primer monumento escultórico a su memoria. En el lugar que un día ocupó la Reina de España en el Parque Central de La Habana, se colocó la obra realizada por el escultor José Villalta. Por derecho propio le correspondía el sitial al apóstol, como símbolo de largos años de lucha contra el coloniaje español. En 1958 se terminó de construir la estatua más grande de Martí que existe en Cuba, la del monumento de la Plaza Cívica, actual Plaza de la Revolución. Transcurridos ciento sesenta y cinco años del nacimiento del insigne cubano y gracias a las gestiones del Historiador de la Ciudad Eusebio Leal Spengler, se cumplió un viejo anhelo, tener en Cuba una réplica de la estatua ecuestre de José Martí, esculpida en bronce por Anna Hyatt Huntington, cuyo original está emplazado en el Parque Central de Nueva York; esta se ubicó en el Parque 13 de marzo.
Si la ciudad que vio nacer al más universal de los cubanos no tuvo el privilegio de conservar sus restos mortales, por elemental sentido de respeto y gratitud, ha asumido la responsabilidad de mantener viva su imagen y presencia como legado perpetuo, porque una Habana sin Martí, sería como una ciudad sin luz. Ω

Notas
1 Cortina de La Tenaza: Paño de la Muralla de La Habana comprendido entre el medio baluarte y la puerta de La Tenaza, aún se conservan en la zona fragmentos de estos elementos constructivos militares.
2 El Papa Benedicto XVI declaró venerable al padre Félix Varela y Morales, sacerdote y filósofo cubano, se trata de un paso importante en el proceso de beatificación del religioso.
3 Guillermo de Zéndegui: Ámbito de Martí, La Habana, P. Fernández y Cía, 1954, 1era. edición.
4 Ordenanzas Municipales de la Ciudad de La Habana, La Habana, Imprenta del Gobierno y Capitanía General, 1855, pp. 12-16.
5 Para la fecha, en la segunda enseñanza eran obligatorias las asignaturas de Doctrina Cristiana e Historia Sagrada.
6 Ibrahim Hidalgo de Paz: “José Martí, 1853-1895: cronología”, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2011, en José Martí: Obras completas, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1975, 2da. edición, t. 22, p. 367. Puede consultarse en http://www.biblioteca.clacso.edu.ar/Cuba/cem-cu/20150115031746/Vol22.pdf.
7 El Diablo Cojuelo: publicación en forma de volante, realizada por José Martí y Fermín Valdés Domínguez. En Cuba fue decretada la libertad de imprenta el 9 de enero de 1869. Gracias a ella fue editado el primero y único número del periódico en La Habana, el 19 de enero de 1869.
8 Emilio Roig de Leuchsenring: “Martí en los trágicos sucesos ocurridos en La Habana el mes de enero de 1869”, Carteles, La Habana, 3 de mayo de 1953. Consúltese en http://www.cubarte.cult.cu/blog-cubarte/el-joven-marti-y-los-sucesos-del-teatro-villanueva/. El autor señala que lo que decía el texto de la obra era: “¡que vivan los ruiseñores –que se alimentan con caña!”.
9 Ibídem.
10 Ibrahim Hidalgo de Paz: “José Martí, 1853-1895: cronología”, ed. cit., p. 370.
11 Ídem.
12 Ibídem, p. 371.
13 José Julián Martí Pérez: “Carta a Manuel A. Mercado, Veracruz, 1ro. de enero de 1877”, en Obras completas, La Habana, Centro de Estudios Martianos, edición crítica, 2009, t. 5 (1877-1878 México, Cuba y Guatemala), p. 13.

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