Comprometida por su obra con la comunidad afroamericana de su país, la directora Gina Prince-Bythewood (Amor y basquetbol, La vida secreta de las abejas, Detrás de las luces…) parece estar fuera de su territorio y, de hecho lo está, pues ha dirigido recientemente La vieja guardia (2020).
Distribuida por Netflix, la película, en sus inicios, parece un policíaco y, de pronto, se nos revela como lo que en realidad es: una aventura de superhéroes. Con el guion de Greg Rucka se basa en el cómic del mismo nombre (La vieja guardia), cuyos autores son Rucka y el ilustrador Leandro Fernández. Entre otros, está protagonizada por Charlize Theron, Kiki Layne, Matthias Schoenaerts, Luca Marinelli, Chiwetel Ejiofor y Marwan Kenzari.
Desde el comienzo de la trama, se nos van dejando pistas para que, en efecto, el espectador sepa que no se trata de meros mercenarios, sino de partidarios de buenas causas, realizadas en cualquier país. De ahí que al principio del largometraje Andy (Charlize Theron), la líder del grupo, observe fragmentos de la situación mundial a través de una pantalla instalada en una de las calles de Marruecos. Ahora, más allá de ser contratada, ¿qué hace una banda trasnacional como esta, cuando nos enteramos que vienen cargando sobre sus almas el peso de tantos siglos? “El mundo no está mejorando, cada vez está peor”, dice Andy tras un suceso imprevisto.
La narración de La vieja guardia se anima cuando, además de revelarnos de otros integrantes que han quedado en el camino, aparece una chica afronorteamericana que, siendo del ejército estadounidense, resurge con las mismas características de la progenie añeja pero efectiva. Aquí ser “viejo” es arrastrar una belleza sobria, no radiante como Dorian Gray, pero belleza sobria del guerrero, al fin y al cabo, amén de ser la garantía de acumular distintas maneras de pelear que son el plato fuerte de esta historia. En este sentido, no se espere una estetización de la violencia a lo Matriz (Hermanos Wachowski, 1999) y sus secuelas de 2003, si bien asistiremos a escenas coreografiadas mejor logradas que las de la muy fallida La Liga Extraordinaria (Stephen Norrington, 2003).
A la chica nueva, Nile Freeman (Kiki Layne), hay que reclutarla y tratar de enseñarle que “vivir por vivir” no es para personas de su condición. Pero, ¿quién les dio la misión de hacer cuanto hacen? Eso lo aprendieron desde bien atrás. Les ha tocado decidir quién vive y quién muere en un mundo de privilegiados y miserables. Cuando le toque hablar al presentador de cierto programa, vinculará –como siempre lo hace− a estos “salvadores” con la malicia e hipocresía que nos vende Hollywood y la política dominante. Ello es una realidad, pero hay mucho más desde el punto de vista cinematográfico, aunque en los planteamientos tal vez haya menos de lo que esperamos. No obstante, son reveladoras las situaciones de los miembros de este equipo especial: Andy ha perdido a alguien durante su largo trayecto vital, Nicky (Luca Marinelli) y Joe (Marwan Kenzari) representan culturas contrincantes que se han entendido mejor de cuanto el espectador cree, Booker (Matthias Schoenaerts) es un solitario tratando aún de ¿corresponder a Andy? Esto no queda claro, pero tampoco es significativo. Gracias a sus contrastes, es un grupo de armas tomar.
Cuestiones sobre la inmortalidad o la trascendencia, el par vida/muerte, la disposición de la ética profesional ante la diferencia del otro se cruzan en un destino desmedido pero con fecha de caducidad. No revelaré por qué lo digo. Son solo señales, intermitencias, pequeñeces… porque, como película de superhéroes, es reposada. Para ser la primera incursión de Prince-Bythewood en el género es interesante, con momentos intensos –su banda sonora es atractiva– centrados, sobre todo, en el arte marcial de Charlize Theron, así como en la mirada apasionada y tierna de su personaje para con la humanidad.
En los minutos finales, aparece alguien que no esperábamos. Ese ser y la escena lo anuncian: habrá una continuación de La vieja guardia. Esperemos sea mejor que este arranque. Ω
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