Del declive a la ascensión

Daniel Céspedes Góngora

Kristen Stewart es Jean Seberg en Seberg (Benedict Andrews, 2019) y Tilda Cobham-Hervey es Helen Reddy en Soy mujer (Unjoo Moon, 2019). La actriz estadounidense y la cantante australiana, respectivamente, fueron importantes referentes para las audiencias y la cultura de masas en diferentes escenarios y épocas de la nación norteña.

A la Seberg algunos la recuerdan tal vez en Juana de Arco (Otto Preminger, 1957), por su participación con Warren Beatty en Lilith (Robert Rossen, 1964) y por el western musical La leyenda de la ciudad sin nombre (Joshua Logan, 1969), en la que trabajó con Clint Eastwood y Lee Marvin. Sin embargo, estas y otras producciones rodadas en Estados Unidos no le aportaron mucho a su carrera, pues la suya se había consagrado ya en Francia. Uno de sus éxitos más sonados fue Sin aliento (1960), de Jean-Luc Godard, en el que compartió escena con Jean-Paul Belmondo. No tardarían en llamarla varios directores europeos para desempeños bastante desiguales. Sin embargo, aún hoy, Jean Seberg es considerada un icono de la nouvelle vague francesa. Ella daría mucho de qué hablar por simpatizar y colaborar con el Partido Pantera Negra o las Panteras Negras. La pérdida de su segundo hijo (en realidad una niña) y la presión de trabajo, propiciaron que se suicidara con una sobredosis de barbitúricos a los cuarenta años de edad. Hoy –hay que decirlo− es una actriz de la que se habla poco.

Seberg (Benedict Andrews, 2019)
Seberg (Benedict Andrews, 2019)

Helen Reddy interpretaría algunos papeles musicales en Hollywood. Acaso el más conocido sea Mi amigo el dragón (Don Chaffey, 1977). Una de las canciones (Faro sobre el agua) que ella interpretó en la película de Disney le confirió ser nominada a un Oscar, en el apartado de mejor canción original. Antes de convertirse en el icono cultural que fue y tener tanto éxito como su coterránea y amiga Olivia Newton-John, más de veinte sellos discográficos la rechazaron. Pero en 1970, su marido y administrador Jeff Wald, logró que firmara contrato con la Capitol Records. A partir de entonces, la vida de ella cambió. Pudo posicionarse en las listas de éxitos musicales con No sé cómo amarlo, de la ópera musical Jesucristo Superstar. Ahora, rebasaría las fronteras norteamericanas con Soy mujer (1972), coescrita con el músico australiano Ray Burton. La canción, que da título a la película biográfica de Unjoo Moon, se convirtió en un himno feminista en los convulsos años políticos de los setenta. Como se aprecia en la biopic, consiguió ganar por ella el premio Grammy a la mejor interpretación vocal femenina. El reconocimiento también sonó porque en su discurso de aceptación, le agradeció a Dios expresando “porque ella hace todo posible”.

Luego de estas referencias biográficas de ambas artistas, tanto Seberg como Soy mujer, intentan y logran quedarse con lo más sobresaliente que aporte a la trama de estas dos mujeres, quienes afrontaron conflictos muy similares, aunque sus consecuencias, como se sabe, fueron bien distintas. Lo mejor de Seberg, además de su puesta en escena, en especial las actuaciones de la Stewart, quien no puede estar mejor, y los actores Yvan Attal, Anthony Mackie, Jack O’Connell, Colm Meany, Vince Vaughn…, quienes, como personajes, la acompañan para apoyarla o combatirla, es adentrar al espectador en las relaciones entre política e industria cinematográfica, si bien no desde esta última, sino a partir del intento y logro de turbar las interioridades de una persona, en este caso la actriz que, por más de una razón decidiera apoyar a las Panteras Negras. La fragilidad física y psicológica de Seberg será removida hasta las últimas consecuencias por el FBI.

Soy mujer (Unjoo Moon, 2019)
Soy mujer (Unjoo Moon, 2019)

El drama de Reddy para iniciarse y mantenerse luego en una carrera de triunfos no fue color de rosa. Tuvo que confiar y la desengañaron. Su lucha en favor de los derechos de la mujer fue más allá de sus canciones. Su propia vida, repleta de exigencias para llegar y dominar, asombra. Entre seguir y contradecir a su esposo y oponerse, hasta donde pudo, a los contratos que le requerían qué interpretar y hasta cómo, ella se encargaría de corroborar lo que es ser un ejemplo de talento y determinación. Tilda Cobham-Hervey interpreta con comodidad a Helen Reddy. Danielle Macdonald está magistral en su Lillian Roxon. Pero aquí hay que inclinarse ante el Jeff Wald del fascinante Evan Peters. El celebrado Tate Langdon/Kit Walker/Kyle Spencer de American Horror Story, ¡qué tamaña actuación ofrece ahora en Soy una mujer!

Amén del propio acto cinematográfico, ¿qué aportan estas películas para el espectador? El reencuentro o el primer contacto con las figuras de que tratan. Luego, lo contextual en que cada una de ellas se desenvolvió. Gracias a bandas sonoras, puestas en pantalla, tramas y argumentos muy bien conectados, asistimos, en tiempos de constantes películas biográficas, a dos obras reveladoras: una del declive previsto y la otra del ascenso estimulante.

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