Lo leve inmenso

Por: Teresa Díaz Canals

“En cualquier punto de la tierra donde nos hallemos

estamos siempre a la misma distancia de las estrellas”.

Séneca

 

Qué pasa, qué está pasando siempre debajo del jardín

que las rosas acuden sin descanso.

Qué está pasando siempre bajo ese oscuro espejo

donde nada se oculta ni disuelve.

Qué pasa, qué está pasando siempre debajo de la sombra

que las rosas perecen y renacen.

Gastón Baquero

Del poema “Qué pasa, qué está pasando”

 

 

Qué pasa, qué está pasando

Conozco a una experta en el arte de los denominados bonsái. Es una muchacha que fue de manera sistemática descubriendo lo grande que existe dentro de lo pequeño, el dinamismo de la miniatura. Hoy pertenece a un grupo que promueve esta interesante especialidad.

Hace días que estoy por escribir en breves páginas este artículo. Me he sentado en varias ocasiones, miraba una hoja en blanco detrás de la pantalla y no podía plasmar un vocablo, sentía una especie de bostezo interminable de la nada. No obstante, los científicos sociales –como los poetas– tenemos como encargo principal convertir el mundo de la mirada en el mundo de la palabra.

Me cuesta trabajo reflejar la angustia provocada en estos meses de pandemia por un incremento, visible debido a la existencia de las redes, de actos de repudio, detenciones, multas descomunales. Comprendí que el miedo no viene del exterior, es el ser mismo. Es difícil expresar determinada sensación de abatimiento ante medidas de choque como la instalación de tiendas en moneda libremente convertible (MLC) –cuando una gran parte de la población cubana recibe salarios en pesos cubanos– y la entrega de remesas enviadas en dólares por los familiares que viven en EE.UU., en una moneda que no te permite adquirir bienes muy necesarios. Además, produce total extrañamiento constatar la reducción de la vida cubana actual a una larga cola vigilada por policías y leer sobre determinados hechos increíbles, como la publicación en un periódico local de un llamado a no exponer en las vidrieras de las tiendas caramelos, para que los niños no sufran, porque sus padres no se los pueden comprar.

El último feminicidio fue el asesinato de dos mujeres en una parada de ómnibus de Santiago de Cuba, perpetrado por la pareja de una de ellas. Hace años se reúnen en un conversatorio interminable, un grupo de especialistas en género para dilucidar el mejor camino de prevención de estos hechos y las casas de refugio, la ley contra la violencia de género, la policía capacitada, no acaban de aparecer. Por otra parte, también hace mucho tiempo se congregan en un ministerio los elegidos para redactar una ley de bienestar animal que no afecte las peleas de gallos, porque en Cuba ese negocio es “beneficioso” para el país, según declaró alguien que trabaja en esos asuntos oficiales de maltrato animal.

¿Qué consecuencias traerá para la salud de generaciones futuras comer muchos alimentos con químicos que aceleran su maduración y distorsionan el sabor exquisito que antes tenían? ¿Se consultó a este pueblo si quería comer comida transgénica? Especialistas en Bioética advirtieron del peligro de la expansión de este tipo de cultivos, incluso el Programa Pasaje a lo Desconocido debatió sobre el tema. Hasta hace poco tiempo el país hacía gala de estimular la agroecología, se difundía, a nivel nacional, la labor de agricultores de este tipo de productos; la finca Marta, por ejemplo, fue visitada por distinguidos extranjeros como una intención inteligente de estímulo a la producción de alimentos sanos. Imponernos una medida a la fuerza, solo porque a un grupo de científicos se les ocurrió como solución a la crisis alimentaria es una irresponsabilidad grande. Visión y no sistema: la vida tiene siempre una figura que se ofrece en una visión, en una intuición, no en un sistema de razones; qué bueno sería recurrir a la transparencia de la forma tradicional de producir, a la sabiduría del Taita, de esos sencillos campesinos que, en definitiva, son los que día a día se desenvuelven en circunstancias verdaderamente hostiles y de difícil desciframiento.

Afuera llueve, llueve en gran parte del país y se salva la vida de miles de familias ante una tormenta tropical. Es un principio justo, pero me pregunto si es justo no tener derecho a una vivienda digna, fuerte, confortable. Aquí no están nunca las condiciones para lograr esa pequeña aspiración, gente expulsada así del reino de las posibilidades, donde el espacio íntimo pierde todas sus claridades. La casa es nuestro rincón del mundo, nuestro primer universo. Mientras, algunos de los servidores públicos que piden a los desfavorecidos esperar eternamente, viven en lujosas mansiones. José Mujica, expresidente de Uruguay, con su modesta vida, destacó en una entrevista para el documental Human, que no se trata de hacer una apología de la pobreza con su ejemplo, sino de hacer una apología de la sobriedad. No es necesario incluso buscar en un extranjero un modelo de vida. Una cubana, Rosario Sigarroa, periodista que participó en la segunda guerra de independencia, cuando se proclamó la República, declaró que no viviría de los méritos que obtuvo en su intervención en la lucha insurreccional, sino de su profesión.

 

La palabra en el aire: sin llaves y sin velos

La grandeza está en la verdad y la verdad en la virtud.1 Solo sobre la base de virtudes se alzan los pueblos respetables y nobles. Con el deterioro físico y moral de la nación, la tarea número uno, más que construir, es edificar. “Edificar, haciendo historia”,2 escribió María Zambrano, es decir, una doble edificación, arquitectónica e histórica. Y en esa reparación de nuestra sociedad que elimine la profunda confrontación entre cubanos “oficialistas” y “mercenarios” tiene que encontrarse la necesidad que va más allá de cualquier edificio como abrigo resistente, de cualquier tipo de protección, se requiere sobre todo y en última instancia, de la riqueza interior. Una pérdida del espacio interior tiene un efecto paralizante de sometimiento a lo inmediato. Es el surrealismo puro.

En ese proceso de edificación se trazan sueños y bajo esos sueños anida siempre la esperanza. ¿Y cómo madurar sin soñar? “En la ensoñación no hay no-yo. En la ensoñación el no carece de función: todo es acogida”.3 Recuperemos ese lenguaje encantador de pueblo llano y sencillo que dice: “Esto está de ampanga, ese es su maletín, hoy tengo deseos de hacer una natilla, ¿quieres un cafecito?”.

Para volver a encontrar el lenguaje de lo fabuloso hay que volverse en cuerpo y alma un ser admirativo, desechar el odio y los actos de cólera que por décadas nos han marcado. Lo que digo es difícil, porque el sentir es complejo, peor es la indiferencia. Todavía creo en el sueño martiano, para que la joven que hace arte con los bonsáis no decida irse lejos y tronche su vocación. Con violencia no podrá renacer de nuevo la conversación callejera, el saber de experiencia, esas pequeñas cosas que constituyen la vida cubana de siempre. El respeto a la ciudadanía será como entreabrir de madrugada una ventana en pleno verano y permitir la entrada de una brizna de la brisa que viene de nuestro mar. Cuba espera. Ω

tdcanals@yahoo.es

 

 

                                                                                                                    Notas

[1] José Martí: La cadena de hierro. Drama de Agustín Cuenca, en Obras completas, Edición Crítica, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2010, t. III, 1875-1876, p. 196.

2 María Zambrano, Una metáfora de la esperanza: las ruinas, en Islas, Madrid, Editorial Verbum, 2017, p. 126.

3 Gaston Bachelard: La poética de la ensoñación, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 253.

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