Alocución 7 de febrero de 2021

Por: Arzobispo de La Habana, cardenal Juan de la Caridad García

Damos gracias a todos los que hacen posible esta emisión radial, bíblica, catequética y orante. Hoy, domingo 7 de febrero, quinto domingo del Tiempo Litúrgico Ordinario se lee en todas las iglesias católicas del mundo el evangelio según San Marcos, capítulo 1, versículos del 29 al 39.

(EVANGELIO)

Todos los estudiosos de la Biblia dicen que este texto narra lo que Jesús hacía todos los días: rezaba. La oración está presente en todas las grandes decisiones y acontecimientos importantes de la vida de Jesús, quien ha dicho que es necesario orar siempre sin desfallecer. Él ha inaugurado su misión en el bautismo de Juan Bautista y estando en oración recibió el Espíritu Santo. No se lanza enseguida a la predicación, sino que se retira al desierto a orar. Antes de elegir a los doce apóstoles, Jesús pasó la noche en oración.

Lucas nos narra que Jesús tomó consigo a Pedro, Juan y  Santiago y subió al monte a orar. Y mientras oraba, su cara cambió de aspecto y su ropa se volvió de una blancura fulgurante. Estos tres apóstoles están presentes en la oración angustiosa de Jesús, en Getsemaní, cuando se muere de tristeza y miedo ante la proximidad de la muerte. Al día siguiente, Viernes Santo, Jesús muere orando.

La oración no es una ocupación cualquiera en la vida de Jesús, quien se ha dedicado al servicio de sus hermanos. El hombre que ha vivido pendiente de los demás, ha sido alguien que no se ha dejado vencer por el activismo, la agitación, la prisa, la dispersión, sino que ha buscado a lo largo de su vida el silencio y la oración, incluso cuando todos lo andaban buscando.

Nos preguntamos: ¿mi oración es como la de Jesús?

(CANTO)

Jesús predica… Anuncia buenas noticias. Un resumen de la predicación de Jesús lo encontramos en el evangelio de Mateo, capítulo 5, versículos del 1 al 12.

(EVANGELIO)

Buenas noticias para los enfermos de los hospitales, de las casas.

Buenas noticias para los matrimonios que están en el “pico del aura”; para las esposas abandonadas y traicionadas.

Buenas noticias para los niños sin papás y faltos del cariño paternal natural.

Buenas noticias para las embarazadas que llevan dentro de sí un fruto bendito, imagen de Dios.

Buenas noticias para los presos y sus familiares.

Buenas noticias para las madres de los alcohólicos, para los jóvenes y adolescentes dominados por el ídolo del desenfreno sexual.

Buenas noticias para los que lloran desconsoladamente la muerte de sus familiares.

Buenas noticias para quienes tienen un deseo innato de Dios y quieren acercarse a ese Dios que apenas conocen, pero dispuestos a lo que les pidan por disfrutar la vida de ese Dios.

Dios los ama. Dios ha manifestado su misericordia con ellos y les envía misioneros, monjas, pastores, padres… para manifestarles este inmenso amor de Dios, que no los olvida a ellos ni a nadie.

(CANTO)

Jesús sana cuerpos y almas; expulsa demonios de poseídos por el diablo y el mal. Cura a la suegra de Pedro, a muchos enfermos. Sana leprosos, paralíticos, personas con manos paralizadas. Sana a la hija de la sirofenicia despreciada por los israelitas por ser extranjera, acompaña y devuelve la salud a sordomudos, epilépticos, ciegos… Resucita a Lázaro y a la hija de Jairo, expulsa el mal de Zaqueo, Mateo, la adúltera, el buen ladrón. La Biblia en la carta de Santiago nos dice cómo tratar a los enfermos:

(EVANGELIO)

“El Papa, en su mensaje a los enfermos, en la Jornada mundial por el enfermo, nos dice: “La experiencia de la enfermedad hace que sintamos nuestra propia vulnerabilidad y, al mismo tiempo, la necesidad innata del otro: Nuestra condición de criatura se vuelve aún más nítida y experimentamos de modo evidente nuestra dependencia de Dios. Efectivamente, cuando estamos enfermos, la incertidumbre, el temor y a veces la consternación, se apoderan de la mente y del corazón, nos encontramos en una situación de impotencia, porque nuestra salud no depende de nuestras capacidades o de que nos angustiemos

”A este respecto, la figura de bíblica de Job es emblemática. Su mujer y sus amigos no son capaces de acompañarlo en su desventura, es más, lo acusan aumentando en él la soledad y el desconcierto. Job cae en un estado de abandono e incomprensión. Pero precisamente por medio de esta extrema fragilidad, rechazando todo hipocresía y eligiendo el camino de la sinceridad con Dios y los demás, hace llegar su grito insistente a Dios, que al final responde, abriéndole un nuevo horizonte. Le confirma que su sufrimiento no es una condena o un castigo, tampoco es un estado de lejanía de Dios o un signo de su indiferencia. Así, del corazón herido y sanado de Job, brota esa conmovida declaración al Señor, que resuena con energía. ‘Te conocía solo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos’”.

La cercanía, de hecho, es un bálsamo muy valioso, que brinda apoyo y consuelo a quien sufre en la enfermedad. Como cristianos vivimos la projimidad como expresión del amor de Jesucristo, el buen samaritano, que con compasión se ha hecho cercano a todo ser humano herido por el pecado. Unidos a Él por la acción del Espíritu Santo, estamos llamados a ser misericordiosos con los enfermos, débiles y con los que sufren. Y vivimos esta cercanía no solo de manera personal, sino también de forma comunitaria. En efecto, el amor fraterno en Cristo genera una comunidad capaz de sanar que no abandona a nadie, que incluye y acoge sobre todo, a los más frágiles.

Rezamos por los enfermos de la comunidad de la Catedral: Dolores, Bertha, Alejandrina, Petra Rosa, Marta, Yolanda, Juan, Verónica, Sara, Ana, Josefina, Nadina, Gloria, Marina, Ricardo, Caridad, Amelia, Katiuska, Lourdes, Mirtha Catalina, Barbarita, Caridad, Beatriz, Francisco, Lucía, Lázara, Ondina, Pedro, Sigfredo. Ruega por ellos, Santa María de la Caridad. Amén.

Rezamos por los enfermos de la capilla Santa Catalina Labouré: María Caridad, Mercedes, Margarita, Mayra. En tus manos, Señor, los colocamos.

Rezamos por los enfermos de la parroquia de la Santa Cruz de Jerusalén: Juan, Silvia, Virtudes, Caridad, Carlos Manuel, Natalia, Rebeca, Amalia, Georgina, Hilda, Zayda, Cira, Haydee, Amelia, Sonia, María Caridad, Virginia, Elba Luisa, Mercedes, Teresita de Jesús, Josefina, Mirtha, Clarita, Margarita, Bernardo, Rosa, Adis. San José, que fuiste cuidado por la Virgen y Jesús, cuida a estos enfermos.

Llame al teléfono 78624000 los nombres de sus enfermos y los colocaremos al lado del Sagrario donde está Jesús sacramentado.

(CANTO)

El próximo 12 de febrero celebramos la memoria del Beato José Olallo Valdés. Hace 201 años, el sábado 12 de febrero de 1820, nació un niño creado a imagen y semejanza de Dios, entregado el miércoles 15 de marzo de 1820 en la Real Casa Cuna de San José en La Habana, perdiendo así sus padres que lo concibieron lo mejor de sus vidas sin saber lo que hacían. No reconocido dicho niño por sus familiares, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo lo reconocieron como hijo, regalándole la vida divina mediante el bautismo el mismo 15 de marzo. Sintió Olallo Valdés tal amor de las personas que lo trataron en la Casa Cuna como en la Casa de Beneficencia, que no encontró otro camino que multiplicar el amor recibido. A los 15 años se entregó a Dios como hermano hospitalario de San Juan de Dios para servir a niños sin padres como él, a enfermos, pobres, moribundos, matrimonios en conflicto, perseguidos… En abril de 1835 se encontraba en Santa María del Puerto del Príncipe, durante 54 años al servicio de sus hermanos predilectos: los ingresados en el hospital de San Juan de Dios. Cirujano, enfermero, lavandero, panadero, catequista, orante, epidemiólogo, repostero, vinatero, patriota al lado del cadáver del general Ignacio Agramonte, hospitalario, acompañando a su hermano leproso, defensor de oprimidos, instrumento de paz en medio de conflictos. Dinos, Beato Olallo Valdés, ¿cómo pudiste? Enséñanos.

Beato padre Olallo, que enfrentaste tantas enfermedades y epidemias, ruega por nosotros ahora, para que sanos y enfermos, seamos un solo corazón y una sola alma. Amén.

Nos unimos espiritualmente a Cristo cantando, que es rezar dos veces la comunión espiritual.

(CANTO)

La bendición de Dios Padre Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos ustedes, sobre sus familiares y amigos, sobre sus enfermos y permanezca para siempre. Amén.

A continuación ofrecemos íntegramente la alocución del cardenal y arzobispo de La Habana, Juan de la Caridad García.

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