El cine y las narrativas del dolor

Por: José Antonio Michelena

A propósito de las nominaciones a los Oscar de 2021

 

Está claro: 2020 fue un año terrible, en el que estuvimos asolados por una pandemia. Sufrimos pérdidas. Experimentamos dolor. Ese dolor está en el aire. Se respira. Y el arte cinematográfico lo expresa, aunque se refiera a otras realidades pasadas y presentes, otros dolores, ocasionados por injusticias, discriminación, opresión, exclusión, guerras: por la etnia, el color de la piel, el género, el grupo social, la religión, la ideología…

Las películas nominadas en las diferentes categorías de los premios Oscar de 2021 se hacen eco de ese dolor desde una diversidad de representaciones que aluden a temas incómodos, a heridas abiertas, sangrantes, de las sociedades en que vivimos. Por duras que sean esas películas (y lo son) deben ser vistas. Para recordar, o para aprender.

El dolor de la soledad y de la pérdida (del lugar de pertenencia, del hogar, del compañero, del trabajo, de la economía para subsistir con decencia) por una mujer en edad madura, cerca de la ancianidad, es representado por Fern (Frances McDormand), la protagonista de Nomadland; pero ese dolor acaso solo se pueda percibir desde la experiencia personal. Por eso, su familia y su amigo no entienden por qué no acepta vivir con ellos.

La respuesta está en su interior. En la soledad de su furgoneta Fern mira hacia un pasado donde fue feliz, a un tiempo que nunca volverá. Sus despedidas de año, entre sus recuerdos y el frío, gritando Happy New Year en el aparcamiento sin que nadie responda, son expresiones de un dolor sordo y profundo.

Pero Fern está en paz consigo misma. No así Cassie, el dolido personaje protagónico de Una joven prometedora (Carey Mulligan). Ella se siente culpable por no haber podido auxiliar a su amiga Nina, violada y humillada. Cassie no encuentra consuelo en su dolor y lo busca en la venganza. El resultado es una comedia negra de muy alto vuelo que trata uno de los grandes temas sociales de los últimos años: la desidia ante el abuso sexual.

Otro tipo de dolor es el que siente Martha, la protagonista de Fragmentos de mujer (Vanessa Kirby), quien también sufre incomprendida y sola. Ni su marido ni su familia entienden la razón de su hondo malestar. No logran comprender la necesidad de vivir el duelo por la pérdida de la criatura salida de su vientre, aunque solo haya estado unos pocos minutos en el mundo.

Esa gran atormentada que fue la cantante de jazz Billie Holiday expresó como nadie el dolor de su gente, su propio dolor, en “Strange Fruit”: “Los árboles del sur dan una fruta extraña/ sangre en las hojas y sangre en la raíz/ cuerpos negros balanceándose en la brisa del sur/ extraña fruta colgando de los álamos”.

Abusada por la violencia de hombres blancos y negros; perseguida por el FBI por su canción y por su adicción a las drogas (el pretexto); y perseguida por su pasado, Lady Day cargó con el dolor de ser una mujer pobre y negra en una sociedad atravesada por un racismo sistémico. Esa es la lectura que nos deja Los Estados Unidos contra Billie Holiday, un biopic de los últimos años de esa maravillosa fruta del jazz, actuado de manera brillante por Andra Day.

La madre del blues completa el quinteto de las películas cuyas actrices optan por el premio de Mejor Actriz Protagonista en los Oscar, pero a diferencia de Billie Holiday, la cantante Ma Rainey (Viola Davis) es una controladora. Su talento y fuerte personalidad le permitían dictar las pautas con los productores a pesar de ser mujer, lesbiana y negra. Su dolor es contenido, no aflora. Es Levee (Chadwick Boseman), el joven trompetista de su grupo musical acompañante, quien asume el relato del dolor: la pesadilla de su madre violada por varios hombres blancos y de su padre asesinado antes de completar la venganza, lo perseguirá para siempre.

El activismo en contra de la discriminación racial es el centro temático en otras dos películas que acaparan tres de las cinco nominaciones para Mejor Actor de Reparto: Judas and the Black Messiah, en la que Daniel Kaluuya interpreta a Fred Hampton, líder del partido Pantera Negra en Illinois (el Messiah) y Lakeith Stanfield representa a un delator infiltrado en la organización (el Judas); y Una noche en Miami, donde Leslie Odom Jr personifica al cantante Sam Cooke.

Fred Hampton y Sam Cooke murieron asesinados tempranamente: el muy joven líder de las Panteras Negras en la masacre llevada a acabo por la policía y el FBI, y el cantante en extrañas circunstancias en un motel de mala muerte. Diez meses antes de ser ultimado el músico, tuvo lugar la ficcionada reunión de Una noche en Miami entre él, Jim Brown (estrella del fútbol americano), Cassius Clay, y Malcolm X, en un motel de Florida.

Judas and the Black Messiah y Una noche en Miami tienen la virtud de mostrarnos el rostro humano de la organización política afroamericana, de uno de sus líderes, y de Malcolm X, dentro del activismo comunitario y el entorno familiar. Se agradece esa versión diferente del relato de extrema violencia que nos habían ofrecido de ellos a través de los años. Tanto Fred Hampton como Malcolm X cargaron con su propio dolor y el de sus hermanos, se sacrificaron y murieron por ellos.

Otras películas nominadas ofrecen diversos rostros del dolor. En Minari, de descuidar lo esencial para proteger a los seres queridos, de las decisiones incorrectas para lograr el sueño americano, del extrañamiento del inmigrante ante una cultura diferente; mientras que El Padre relata el proceso de dolor que provoca el Alzheimer, una enfermedad cuya onda expansiva lo desmorona todo a su alrededor; en tanto el daño físico y sicológico, pero causado por otro mal –la pérdida de la audición de un músico de rock– anima la trama de Sound of metal.

El dolor también está presente en el personaje protagónico de Mank. Su lucidez y su alcoholismo no lo libran del sufrimiento. Lo acentúan. Su vocación autodestructiva transmite dolor. Mank es un bufón desgarrado, con mucho dolor adentro, de la dimensión de El Joker.

Finalmente, El juicio de los 7 de Chicago está en conexión con varios de los films nombrados. Las luchas por los derechos civiles, el racismo, la corrupción de la justicia, en la década de 1960, se proyectan sobre el presente. La lista de muertes en la guerra de Vietnam, al final de la cinta, es un colofón para recordar el dolor que dejó.

Esa propia guerra, desde sus secuelas síquicas y físicas, está reflejada en Da 5 bloods, el film de Spike Lee que no llegó a la carrera por los Oscar, aunque sí a otros premios de relieve, y que está enlazada, igualmente, con Una noche en Miami, Judas and the Black Messiah, La madre del blues, y Los Estados Unidos contra Billie Holiday.

No se puede dejar de mencionar en este recuento, aunque tampoco está nominada en ninguna de las categorías del Oscar, a El mauritano. El sufrimiento de su protagonista, un personaje real, colma los límites. El calvario de dolor de ese prisionero sin causa es incalificable.

Claro que esta es una lista incompleta de las historias de dolor de 2020. Integrada por el fragmento de las producciones cinematográficas estadounidenses que privilegió la Academia de Hollywood. En ese propio país hay más ejemplos que no calificaron en esta elite, y ni qué decir en el resto de la producción fílmica mundial. Desafortunadamente, nada indica que el cine no nos seguirá contando nuevos relatos de dolor en este año y los que siguen, porque él sigue ahí, clavado en la realidad, y expandiéndose como un virus.

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