Una nueva Cuba ha despertado

Por: Diác. Maykel Gómez Hernández, sdb

Una nueva Cuba ha despertado

Muchas veces, en nuestra vida, de alguna manera hemos experimentado el dolor y en algunas ocasiones este dolor deja huellas, deja marcas en el corazón que solo el tiempo y Dios son capaces de ir curando.

 

Estos días hemos vivido eventos, que han marcado nuestra historia, y han mostrado al mundo la realidad de un pueblo, una verdad que se ha tratado de ocultar por décadas y que finalmente ha sido revelada.

 

Las imágenes hablan por sí solas, sin embargo, cuando lo vives en vivo y a todo color, la cosa cambia. El cúmulo de sentimiento encontrados, la velocidad del pensamiento y las reacciones que conllevan, la adrenalina que corre por la sangre al destapar a puros gritos una historia que te va carcomiendo por dentro, el sentirte liberado caminando bajo el sol, y lo más importante: darte cuenta de que realmente no son cuatro gatos como siempre te dijeron, que “somos más”, es una experiencia indescriptible. ´

 

En algún momento escuché a uno decir que “la orientación era acercarse a los manifestantes y gritar consignas”… y luego la escena se transforma en cuestión de segundos cuando empieza la violencia, los golpes, la injusticia… y de pronto el entorno se vuelve un campo de batalla, es entonces cuando duele, cuando lloras de rabia, de impotencia, y sangra el alma; no duelen las heridas del cuerpo, duelen las heridas del alma.

 

No es fácil ver y ser testigo de la injusticia, del maltrato, cuando son violados tus derechos más básicos. Y eso hace la violencia; no es posible, es vergonzoso que un presidente de una orden de ataque en contra de su propio pueblo. Desde niño escuché en la escuela que “había que prepararse para cuando nos atacaran los americanos”, pero nunca imaginé que nos echaran a pelear entre cubanos. Esa sangre clama hoy desde la tierra, esa sangre manchó nuestra bandera, esa sangre ha enlutado nuestra patria.

 

Un grito de libertad

 

“El cautivo es el que aprecia la libertad”.[1] Somos libres para pensar por cuenta propia. Pensar con libertad encierra también el derecho a expresar libremente lo que se piensa. Por eso, el que piensa con libertad reclama el derecho a la libertad de expresión. El estado que hoy se llama de derecho, presume que la ley está por arriba de las personas individuales, y que la función social de la potestad reside necesariamente en reverenciar y hacer reverenciar esa ley. En la medida en que la ley es confeccionada por legítimos representantes de un pueblo, libre de violencia para ejercer su insuperable voluntad; libre al optar por sus representantes, tanto a nivel legislativo como ejecutivo; y libre para pronunciar sus ideas y para constituirse en torno a ellas, esa ley representa y expresa el bien común, que es de todos porque brota de todos y porque no exceptúa a nadie, ni siquiera a la más quebrantable minoría. Buscar ese bien común, es edificar la patria accesible con todos y para el bien de todos soñada por José Martí. Sin embargo, en la Cuba de hoy esto es simplemente una mera utopía.

 

Una vez más se nos ha impuesto un estado de intimidación, de falta de tolerancia, de coacción, según el esquema propio del totalitarismo de los comunistas. Esto ha creado una aglomeración de sufrimientos, enunciados en prisión, marginación, persecución, quebranto de libertad y atropello de los derechos fundamentales, en un clima de violencia y terror, que es difícil de concebir para aquellos que no lo han sufrido en carne propia, pero que es una realidad latente después del 11 de julio.

 

El atropello de las autoridades en los diferentes ámbitos de la vida; el uso y control arbitrario de la información a todos los niveles; la suspensión del internet; los sistemas de vigilancia, presión y represión; los programas de televisión nacional mostrando el contenido de las leyes y los sistemas que las ejecutan y las interpretan, todo esto se orienta a comunicarnos la impresión de que nada se escapa al absoluto poder del estado y sus representantes oficiales, para seguir intimidando y creando un estado de terror absoluto.

 

En Cuba han quedado claras las circunstancias que entorpecen el ejercicio pleno de los derechos humanos, pues restringen las libertades propias y públicas, y sin el libre ejercicio de estas, ¿de qué libertad puede discutirse? Evidentemente hay muchas cosas en nuestra sociedad contra las que hay que incitarse, pero en forma provechosa, para destacar sus desperfectos sin echar abajo los valores fundamentales y necesarios sin los cuales es absurdo una plena realización humana.

 

El primer paso esta dado, y una nueva Cuba ha despertado, el mañana aún incierto, pero la llama de la esperanza prendida en el corazón, hemos de orar con insistencia para que se depongan las armas, para nunca más un cubano alce la mano contra otro cubano, para que esta libertad que hizo vibrar toda una isla sea una realidad, y podamos entonces construir una nación con oportunidades para todos.

[1] Caballero, J. d. (1960). Aforismos. La Habana: Universidad de La Habana. p. 193

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