Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María

Por: Redacción de Palabra Nueva

Palabra de Hoy
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8 de diciembre de 2020

Celebramos hoy la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, conocida también como la Purísima Concepción, dogma de la Iglesia católica decretado en 1854 que sostiene que la Virgen María estuvo libre del pecado original desde el primer momento de su concepción por los méritos de su Hijo Jesucristo, recogiendo de esta manera el sentir de dos mil años de tradición cristiana al respecto.

“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo… No temas, María…

porque para Dios nada hay imposible”.

“María contestó: ‘He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra’”.

 

Lecturas

 

Primera Lectura

Lectura del libro del Génesis 3, 9-15. 20

Después de comer Adán del árbol, el Señor Dios lo llamó y le dijo: “¿Dónde estás?”.
Él contestó: “Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí”.
El Señor Dios le replicó: “¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?”.
Adán respondió: “La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí”.
El Señor Dios dijo a la mujer: “¿Qué has hecho?”.
La mujer respondió: “La serpiente me sedujo y comí”.
El Señor Dios dijo a la serpiente: “Por haber hecho eso, maldita tú entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón”.
Adán llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.

 

Salmo

Sal 97, 1-4.

R/. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. R/.
El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R/.

Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. R/.

 

Segunda Lectura

Lectura de la carta de San Pablo a los Efesios 1, 3-6. 11-12.

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos.
Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado.
En él hemos heredado también, los que ya estábamos destinados por decisión del que lo hace todo según su voluntad, para que seamos alabanza de su gloria quienes antes esperábamos en el Mesías.

 

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:

“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel.
El ángel le dijo:
“No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.
Y María dijo al ángel:
“¿Cómo será eso, pues no conozco varón?”.
El ángel le contestó:
“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, ‘porque para Dios nada hay imposible’”.
María contestó:
“He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.
Y el ángel se retiró.

 

Comentario

 

La solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María nos recuerda la voluntad de Dios de mantener su alianza con la humanidad, a pesar del rechazo a su proyecto de amor que supone el pecado de los orígenes. Esta promesa posee un ejemplo singular en María. Hoy le tenemos presente como aquella que concibe a su Hijo desde la plenitud de la gracia que se le otorga. Hacemos memoria del testimonio de la mujer humilde de Nazaret, que supo abrirse a Dios y confiar absolutamente en Él.

Los primeros cristianos ya entendieron a María como la primera discípula de Jesús que cooperó de manera única con su proyecto de salvación. La Inmaculada Concepción no significa, por tanto, que la Madre de Cristo no necesitara un Salvador. Más bien, es un privilegio que Dios le concede en virtud de los méritos salvadores de su Hijo. Esta verdad de nuestra fe resalta que toda su persona es habitada por la plenitud de la gracia, por el Espíritu de Dios, desde el momento de su concepción.

Esta expresión que encontramos en el evangelio de hoy, “llena de gracia”, que significa también colmada de gracia, creada por la gracia, expresa que María está llena de la presencia de Dios, como nos dice el Papa Francisco: “Y si está completamente habitada por Dios, no hay lugar en ella para el pecado. Ella es el único oasis siempre verde de la humanidad, la única incontaminada, creada inmaculada para acoger plenamente, con su sí, a Dios que venía al mundo y comenzar así una historia nueva”.

Ciertamente la figura de María, sin pecado, llena de gracia, emerge en el Adviento como faro de luz que ilumina el camino, estrella de la mañana que orienta nuestros pasos, agua fresca que calma nuestra sed, referencia insustituible, ejemplo a seguir, testimonio de fe y esperanza. En estos tiempos difíciles necesitamos su imagen para recordar que la historia de nuestros pueblos solo la cambian para bien aquellos que, como Ella, se dejan llenar y mover por Dios de manera absoluta. Son esas personas que llamamos santos, que permiten que el Espíritu de Dios fecunde sus vidas de manera increíble, asumiendo su humanidad limitada y proyectándola hacia horizontes nunca imaginados. Ella es la pionera de los que han querido hacer de su vida una donación absoluta a Dios y a su voluntad, de los que creyeron firmemente que para Dios nada hay imposible.

Dios quiso mostrarnos en una mujer, María, la sin pecado, lo que ha pensado desde toda la eternidad para cada uno de nosotros, el proyecto de humanidad nueva y libre. Él nos llamó desde el inicio a ser santos e irreprochables por el amor. Y por medio de Jesucristo nos ha manifestado que somos sus hijos y que estamos destinados a la vida eterna. La amistad con Él, comunión de vida, nos lleva a la plena felicidad y satisfacción de todos nuestros anhelos más profundos. A eso le llamamos vida en gracia de Dios, que rompemos cuando, por el pecado, nos separamos de Él.

María es la Mujer, que desde su humildad existencial pisoteó la cabeza del maligno, y nos recuerda a todos que vivir sin pecado es posible. Es más, Dios nos ha creado para vivir en amistad con Él siempre, es su proyecto originario, roto por el orgullo y la soberbia del pecado de los orígenes que nos afecta a todos. María es la nueva Eva, la madre de todos los creyentes en Cristo, que nos ayuda a vencer el mal.

Hoy es un día para contemplar y agradecer. A Dios por habernos dado a María, y en María el modelo de humanidad nueva. A María por haber dicho sí a Dios y, de esa manera, haber transformado la historia de la humanidad, nuestra propia historia, encarnando al Salvador del mundo, Jesucristo nuestro Señor.

Hoy es un día para comprender que también Dios quiere contar con nosotros para transformar el mundo como lo hizo con María, que también quiere llenarnos de su gracia, que espera nuestro sí para transformarnos y transformar la realidad que nos rodea. Porque, no lo olvidemos, para Dios nada hay imposible.

 

Oración

 

María, Virgen del Adviento, esperanza nuestra,
de Jesús la aurora, del cielo la puerta.
Madre de los hombres, de la mar estrella,
llévanos a Cristo, danos sus promesas.
Eres, Virgen Madre, la de gracia llena,
del Señor la esclava, del mundo la reina.
Alza nuestros ojos hacia tu belleza,
guía nuestros pasos a la vida eterna.
Amén.

(Himno de Adviento)

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